Algunos espacios demuestran que el tamaño no define la grandeza. Aquí, algunos lugares discretos que desafían la escena gastronómica.
Por: Luis Martín Alzamora
Sala Omakase

El horario de Sala Omasake va de lunes a sábado en almuerzos y cenas, y los domingos solo almuerzos.
Es uno de esos lugares que, una vez que los descubres, quieres recomendarlo a todo el mundo (o guardártelo como secreto). Llegó a revolucionar un distrito tranquilo y residencial como La Molina, en el que no había mucha oferta gastronómica y en el que este acogedor restaurante nikkei ha sabido diferenciarse con una propuesta única: aquí no hay carta, sino que confías en el chef, Roby Dickson, y lo que tiene listo para ese mismo día según lo más fresco del mercado o estación.
La experiencia es un omakase de ocho tiempos donde cada plato es una sorpresa. El cocinero conversa con el cliente previamente para conocer los perfiles y restricciones, asegurando que cada grupo se lleve una experiencia cálida y personalizada.
El espacio es pequeño. Empezó con menos de 15 metros cuadrados y con capacidad para solo diez personas. Ahora tiene poco más de 30 metros cuadrados y puede atender hasta a veinte personas, lo que garantiza una atención superdetallada y un ambiente íntimo. Las reservas son clave, porque se llena rápido.
Verbena

Empanadas de seco de alcachofas, miel de pimientos asados y leche de tigre de zapallo.
En un misterioso sótano de la Av. Conquistadores, en San Isidro, se encuentra el restaurante de Ricardo Goachet, un joven cocinero peruano formado en España que busca llevar la alta cocina a un formato accesible e íntimo.
Desde su origen en 2020 como un proyecto itinerante de pop-ups, Verbena ha evolucionado hasta convertirse en un espacio íntimo de 41 metros cuadrados con solo seis mesas, donde la experiencia se vive de cerca, sin barreras entre la cocina y el cliente.
El menú cambia constantemente, según los productos más frescos del día. Se presentan opciones de seis y diez pasos, donde los platos van desde crudos del mar hasta carnes a la brasa, destacando preparaciones como la sopa de pato con peras y hongos o la sartén de carne Angus a la brasa.
La secuencia empieza con un coctel diseñado para cada cliente y culmina con postres frescos, todo acompañado de una selección musical que marca el ritmo de la cena.
52MX

Tacos hechos con tortillas a base de maíces andinos de Cusco
En la tradicional residencial San Felipe, en Jesús María, 52MX trae una propuesta auténtica de comida mexicana. Con tortillas hechas a mano aquí, los taquitos de autor, los tradicionales y las quesabirrias son los favoritos, pero también hay opciones como el guacamole mexa y el elote asado, que llevan directamente a las calles de México.
El buen gusto en la decoración y un excelente servicio completan la experiencia. Para acompañar los platos, la carta de cocteles tiene opciones muy interesantes, como el Perro Negro, una mezcla de Jack Daniel’s con tamarindo y toronja rosada. 52MX abre todos los días desde el mediodía y cierra a las 10:00 p.m. los lunes y domingos, a las 11:00 p.m. de martes a jueves, y a la medianoche los fines de semana.
“Estos lugares discretos desafían la escena gastronómica con personalidad y autenticidad”.
Contraste

Falso nigiri de roast beef, pomme dauphine, salsa de lomo, huevo de codorniz.
En pleno Miraflores turístico, en la Av. La Paz, Contraste es un lugar de casi 60 metros cuadrados donde la cocina peruana y las técnicas francesas se encuentran en matrimonio sorprendente. Detrás de esta hermosa propuesta están Ángelo Aguado y Gode Monty, una pareja que se conoció fuera y decidió traer a Lima un concepto fresco, dinámico y lleno de personalidad.
Próximos a cumplir cinco años, aquí, la carta cambia según la temporada. Las conchas al natural con miso son una de esas entradas que no se olvidan y están desde el comienzo. También destacan los taquitos de panceta rostizada y el tiradito crispy, que es una sorpresa muy interesante para lo que uno espera de un platillo tradicional.
Piedra

Los tiraditos son la especialidad.
En el emergente distrito de Surquillo, Piedra Cocina Libre se ha convertido en un destino que rompe esquemas. Bajo la dirección de Sebastián Vega, este restaurante apuesta por una cocina “libre” y en constante evolución, donde cada plato responde a la frescura y disponibilidad de los ingredientes del día, con una fuerte inclinación por los pescados y mariscos frescos.
Aquí no hay menú fijo ni estructuras rígidas. La propuesta es una experiencia a ciegas en la que los comensales se ponen en manos del chef, que es quien decide qué se comerá ese día.
El espacio es sencillo y con pocas mesas, y uno de los sellos distintivos es la interacción del chef, quien, además de estar en el fogón, sale a explicar y presentar los platos exquisitos que siguen ganando hinchas en la inquieta escena limeña.
Ondo

Ubicado en Mendiburu, en pleno corazón de Miraflores.
Su especialidad son los donuts artesanales, famosos por su textura esponjosa y sabores que sorprenden. ONDO ha logrado propuestas sorprendentes, más allá de los clásicos glaseados (que también dominan) hasta opciones más atrevidas, como caramelo salado y cheesecake. La carta incluye también opciones para desayuno, sándwiches y otros dulces perfectos para acompañar con el gran café de la casa que tienen, cajamarquino. El espacio tiene un aire minimalista y moderno, pero sin perder la calidez. Destaca su terraza.
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