Ubicado en el corazón de Trujillo, el Museo Café Bar forma parte de la Fundación Gerardo Chávez. En exclusiva, Gerardo Amador Chávez-Maza detalla la propuesta compuesta por cocina inspirada en el Mediterráneo, una barra clásica con mistela de autor y una programación cultural que convoca a la comunidad local y visitante

Por: María Jesús Sarca Antonio

En una casona restaurada del centro histórico, donde hoy se ubica el Museo del Juguete, la Fundación Gerardo Chávez dio forma en 1994 a un espacio que funde gastronomía, arte y memoria familiar. Allí funciona el Museo Café Bar, una iniciativa ideada por el reconocido artista plástico peruano Gerardo Chávez. Su hijo, Gerardo Amador Chávez-Maza, actualmente a cargo del proyecto, lo describe como “un refugio para la tertulia, la conversación, la música y el arte”.

Los ambientes son propios de un museo, con una inmensa carga familiar y que retrata un diseño bohemio trujillano.

La idea nació tras el regreso de Chávez a Perú, después de décadas en Francia. “Ese retorno estuvo marcado por una especie de melancolía creativa: una necesidad de traer a Trujillo algo del espíritu bohemio que tanto había vivido en su juventud europea, especialmente en la Francia de los años 60 o en la atmósfera nostálgica de la Belle Époque”, señala Gerardo Amador.

“Muchos de los objetos que lo habitan, como el piano o la barra de fines del siglo XIX, son también piezas con valor patrimonial. Desde el inicio, fue pensado como un puente entre la memoria personal de Gerardo, su universo simbólico, y la vida cultural de la ciudad”, recuerda su hijo. “Nada aquí es prefabricado ni simulado: las sillas llegaron de Francia, los muebles han sido elegidos con precisión. Es un espacio que no busca recrear un ambiente, sino que es el ambiente”, enfatiza.

Butifarras y pisco sour.

Las recomendaciones en la carta 

La propuesta culinaria se articula entre el Mediterráneo y el Perú. “Diría que una buena primera experiencia empieza con nuestra butifarra de la casa, acompañada de alioli de ají amarillo, o con nuestros arancinis sicilianos. También recomiendo el vitello tonnato, pero el carpaccio de lomo siempre ha sido uno de los favoritos: simple, pero memorable”, sugiere Gerardo Amador.

Quienes llegan en horario de brunch encuentran opciones inusuales en Trujillo. “Por ejemplo, el babaganoush con pan artesanal, los huevos en salsa picante al estilo shakshuka con un toque local, y nuestros tostones especiales”, agrega.

Vitelo tonnato.

Dry martini, negroni museo, carpaccio de lomo fino y focaccia.

En la sección dulce, el viaje continúa por Francia: “Definitivamente recomendaría nuestra crème brûlée, que es clásica y cremosa, o la crêpe suzette, que se flamea con licor de naranja. Son dos apuestas francesas que rinden homenaje al espíritu original del lugar”.

Crêpe Suzette (con licor triple sec de naranja).

El menú también cuenta con cócteles que forman parte del ADN del café. “La mistela es una receta creada por mi padre, inspirada en una tradición de la familia Chávez, pero también en una figura muy especial para nosotros: don Pichín, el primer barman del café y una leyenda local”, nos dice. Además del clásico Negroni Museo, que incorpora esta mistela, destacan tragos como el Pisco Sour y el Boulevardier, elaborados con precisión.

La barra está a cargo de Mayra de la Cruz. “Su trabajo se destaca por la precisión técnica, por la elegancia y el respeto a la memoria internacional de los grandes bares”, describe. En cocina, Gaby y Marcio lideran un menú que evoluciona con ingredientes locales. “Ese trabajo en equipo ha permitido que la carta se construya poco a poco, como una especie de memoria viva”.

Negroni, dry martini, capitán y chilcano.

Programación cultural en movimiento

El café funciona como plataforma de expresión. “Lo llamamos un ‘museo vivo’. Cada semana renovamos nuestros playlists, organizamos regularmente las Noches de Vinilos, conciertos acústicos, lecturas de poesía, como los ‘balconazos poéticos‘. También sesiones de saxo con Jean-Pierre Magnet y, sobre todo, lo que ya se ha vuelto una tradición: nuestro Piano Bar de los sábados, con el joven pianista trujillano Luis Flores”.

“Creo sinceramente que es una de las mejores noches que ofrece Trujillo hoy: una mezcla de música en vivo, espíritu festivo, copas bien servidas y un ambiente lleno de afecto”, dice.

Gerardo Amador subraya que el proyecto permanece anclado a Trujillo. “Mi compromiso ha sido seguir la visión descentralizadora que tuvo mi padre: no todo tiene que pasar en Lima o en el extranjero. El norte del Perú también puede ser un epicentro cultural de enorme riqueza”.

Visitar el Museo Café Bar implica también abrazar la experiencia de Trujillo como destino cultural. Gerardo Amador deja abierta la invitación: «Es una ciudad maravillosa para visitar. Desde los sitios arqueológicos de la Huaca de la Luna, Chan Chan o El Brujo, hasta el mar de Huanchaco y, por supuesto, su gastronomía».

También adelanta que reabrirán en septiembre el Museo de Arte Moderno, con el taller de su padre, su colección precolombina y un pequeño bistró. Para quienes no pueden viajar, Gerardo Amador cuenta su interés de llevar la experiencia del bar a otros espacios con takeovers o pop‑ups: “Nos gustaría crear una suerte de embajada cultural de Trujillo en otros contextos, una forma de llevar nuestra atmósfera, nuestro lenguaje y seguir generando vínculos”.

Suscríbase aquí a la edición impresa y sea parte de Club COSAS.