En diálogo con COSAS, el reconocido asesor de imagen revela una faceta que hasta hoy solo conocían sus amigos más íntimos: la de chef. Con Enzo Vitale Dolci, promete traer a Lima los sabores tradicionales de la gastronomía italiana.

Por Renato Velásquez

Yo siempre fui amante de la gastronomía en general, y de la pastelería en particular”, cuenta Enzo Vitale, el asesor de imagen italiano que desde hace más de tres décadas trabaja con los rostros más conocidos de la televisión y la moda.

Prepara sus postres con recetas que rastrea de libros desde el Medioevo, en busca de sabores “espectaculares” y auténticos.

Recuerda que cuando era pequeño, en su natal Molise, solía asomarse a la cocina, donde su madre y su abuela preparaban postres caseros como el panetonne o los canolis, especialmente para Semana Santa o Navidad. Esas recetas son la base de su proyecto gastronómico: Enzo Vitale Dolci.

“Yo propongo la pastelería clásica italiana, que proviene de la tradición. Huyo de las nuevas tendencias, donde necesitas que el mozo te explique lo que estás comiendo. A mí me gusta el postre en su pureza y en su tradición. Incluso busco recetas en libros desde el Medioevo”, explica.

Dos pasiones, un mismo sentir

Enzo es mayormente conocido por su amplio trabajo como asesor de imagen y maquillaje. Este año asesoró a conductoras de televisión y ayudó a muchas novias a conseguir el estilo perfecto para sus bodas.

Enzo Vitale lleva más de treinta años trabajando como asesor de imagen.

Y aunque sus dos oficios puedan parecer distantes, cuando Vitale entra en la cocina, su visión estética sigue encendida y se traslada a la presentación de sus postres. Como dicen algunos cocineros: “Todo entra por los ojos”.

“Las dos cosas tienen muchísimo en común. Antes de estudiar moda y maquillaje, estudié Arte en Italia. Recuerdo que, en mi clase, cuando tenía que moldear la arcilla para hacer una escultura, veía cómo se transformaba en mis manos. Lo mismo me pasaba luego cuando llegaba a casa y mi mamá preparaba un postre; la ayudaba, y tenía que amasar la harina con la mantequilla, y eso me hacía recordar al barro”.

Génesis playero

La idea nació hace dos años frente al mar de Punta Hermosa, donde vive Enzo. En una reunión con el propietario de su restaurante favorito, Cañete, el dueño Humberto Córdova quedó sorprendido con el tiramisú y el mousse de chocolate que probó. “¿Dónde los has comprado?”, preguntó. “Yo los hice”, respondió Enzo. E inmediatamente recibió una propuesta: encargarse de la carta de postres. Enzo aceptó con dos condiciones: elegir él mismo las preparaciones y no sacrificar jamás la calidad de los insumos.

“Y así empezamos: mi cocinera, mi mayordomo y yo haciendo los postres en mi casa”, recuerda Enzo. Con la apertura de San Vicente, Humberto Córdova sumó un segundo restaurante de comida mediterránea, y Enzo pasó a encargarse de ambas cartas de postres de dulces y además sumó algunos platos de pasta que encontramos en San Vicente, como los ñoquis con costillas de cerdo y los ravioles de corvina con mejillones, platos que solo se comían en Casa Vitale. Eso los llevó a montar un taller propio, lanzar el servicio de delivery y, más adelante, abrir un dark kitchen en Lima.

“Humberto es la mitad que me complementa: yo pongo la creatividad y fantasía, y él, los números”, dice Enzo. Además, comenta con humor que San Vicente coincide con su nombre real: Vincenzo.

Tarta vasca. “Yo propongo la pastelería clásica europea”, afirma.

Devoción por el tiramisú

A lo largo de estos dos años, y tal como prometió Enzo, los postres han ido variando. Ofrece un sublime mousse de chocolate cuyo cacao proviene de Quillabamba, en el distrito de Santa Ana, Cusco.

“Es muy interesante, porque los clientes vienen y preguntan: ‘¿Cuál es la propuesta de Enzo? ¿Qué hay de nuevo?’. Y son postres que no encuentras en ningún otro restaurante”, relata.

La estrella de la carta es un clásico italiano: el tiramisú. “Tenemos el tradicional, con pistacho, de frutos del bosque, y también utilizamos la lúcuma, que a la gente le gusta mucho y está espectacular”.

“Y hay uno más: el tiramisú de limoncello. Aquí en el Perú hay una finca que está produciendo los limones europeos, que son más grandes y menos ácidos, más dulces, perfectos para los postres. Todos estos postres los ofrecemos en tamaño personal y también en versión tarta”, indica Enzo. La propuesta de café es un blend de Chanchamayo que se ha convertido en el predilecto de Vitale porque es muy aromático.

Tiramisú de pistacho.

Además, la carta se extiende con un queque con chocolate de Quillabamba, tarta vasca y un milhojas de manzana sin masa hojaldre. “No tiene gluten, solo manzana”, apunta.

En paralelo, Enzo continúa con su trabajo de toda la vida: la asesoría de imagen y estilismo. Gracias a su talento, por sus manos han pasado celebridades como Claudia Cardinale y Rafaella Carrá, miembros de la realeza como la reina Margarita de Bulgaria y estrellas de la televisión local, como Gisela Valcárcel, quien lo convocó en los noventa para su centro de belleza y fue el motivo por el que Enzo se mudó al Perú.

“Disfruto mucho haciéndolo; ahora me dedico especialmente a atender novias”, comenta. Porque, al final, para Enzo Vitale todo es cuestión de arte, estilo y sabor.

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