Periodista, escritora y mamá bloguera desde hace tres años, con una comunidad de más de 200 mil seguidoras, Rocío Oyanguren ha publicado cuatro libros, el último de los cuales se ocupa de la alimentación infantil.
Por Javier Masías @omnivorus
Tres de sus cuatro libros tratan sobre el inolvidable arte de ser mamá. ¿Yo? ¡¿Madre?!, el primero, es la historia de una madre primeriza, cerca de los cuarenta, independiente y exitosa, que decide dejar de postergar la maternidad ante el temor de perder todo lo que ha logrado. ¿Yo? ¡¿Madre?! Recargada nos cuenta qué pasó con esta mujer, si sobrevivió y los temas que empiezan a aparecer cuando los hijos crecen. Se habla del colegio, de la convivencia en pareja luego de llegados los hijos, y los famosos grupos de WhatsApp de mamás, entre otras cosas.
El que nos ocupa ahora es Las papillas de ¿Yo? ¡¿Madre?!. Para hacer la nota, Rocío Oyanguren acaba de cocinar para mí el menú degustación más infrecuente de mi vida. Es un menú de papillas con entradas, fondos y postres que ha desarrollado a partir de su propia experiencia como madre y cocinera. “Lo primero que hice fue buscar un recetario en librerías, pero no encontré ninguno que incluyera recetas para niños de seis a doce meses”, me cuenta mientras pruebo una delicia de mango, manzana y zanahoria.
“Nadie nace siendo mamá, así que vas cometiendo errores en el camino. Es un aprendizaje constante”, me dice. “Cuando tu hijo empieza a comer y vas a la consulta con el pediatra, te encuentras con que hay un montón de mujeres esperando por su turno, así que en el tiempo que te da el doctor quieres resolver todas tus consultas: ‘Mi hija va a empezar a comer’. ‘Señora, no se complique’, me dijo. ‘Usted empieza con una verdura y con una fruta, y va alternando’. Yo pensé que me iba a dar aunque sea una receta, pero nada, y eso es lo que les pasa a todas las mamás”.
Las recetas normalmente son complicadas y lo que ha querido hacer aquí Rocío es, por el contrario, sumamente sencillo. “Está pensado para la mujer multifacética del siglo XXI, que trabaja pero no quiere dejar de ser mamá. A lo mejor no cocina porque no le gusta, pero quiere involucrarse. Las recetas están hechas para ser sumamente fáciles de seguir y hacer”, afirma, y agrega que este libro no hubiera podido hacerse realidad sin el apoyo de Mabe, Oster, Love Packaging y Dulcefina.
En el libro, las recetas tienen seis líneas como máximo y hay indicaciones de reemplazos, como para que puedan prepararse las cosas con lo que haya en la refrigeradora. Estoy sorprendido por la variedad de texturas que he probado y que pueden comer los niños. A propósito de esto, Rocío me explica que las recetas se clasifican por meses, teniendo presente que los niños van teniendo diferentes necesidades nutricionales, y también en función de cómo van desarrollando su dentadura y la capacidad de masticar.
Para ello, contó con el apoyo de la nutricionista Milagros Agurto y la odontopediatra Denisse Aguilar Gálvez. “Se trata de un proceso mágico, en el que aprenden sus primeras texturas y sabores. Comer papillas también puede ser delicioso”, comenta.
Como el momento de la comida es tan importante, los gestos y la forma de comer que se incentiven tendrán un impacto relevante. “En mi caso, yo ponía a mi hijo frente al televisor para que se distrajera y comiera más rápido. Muchas mamás les dan juguetes. No es lo correcto. Con mi segundo hijo entendí que los hábitos de alimentación a futuro son esenciales, que es mejor sentarlo derecho frente a ti, mirarle a los ojos, conversarle, hacer que esas primeras etapas reafirmen vínculos valiosos en nuestros hijos y se concentren en el hábito de comer. El momento de la comida es importante, y lo van a recordar toda su vida”, concluye Rocío.