Todos los años, un espectacular yate navega de Estados Unidos a Necker Island –la isla privada del magnate británico Richard Branson en el Caribe–, trasladando a un selecto grupo de empresarios solteros de Silicon Valley y decenas de atractivas y potenciales parejas. El viaje, con un costo de 45 mil dólares para cada “cliente”, es organizado por Kelleher International, una compañía que se encarga de buscar novias o novios para exitosos líderes en las industria digital y tecnológica. La tarea, como explicará Jill Kelleher, fundadora de la empresa, no es fácil, considerando que la mayoría de sus clientes tiene agendas copadísimas, se mueve en círculos restringidos y suele ser extraordinariamente exigente. Una de sus labores más importantes, dice, es “deshacerme de las cazafortunas”.
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Esto último se ha ido haciendo cada vez más complicado, porque en las décadas recientes pocas fortunas han crecido más que las del “tech-set”, una cofradía casi exclusivamente masculina que, dejando atrás su imagen de “nerds”, se ha lanzado a los brazos del poder, el exceso y el consumo con un entusiasmo que solo puede compararse al de los titanes de Wall Street en los ochenta.
Silicon Valley no es lo que era, no con las cifras que se manejan actualmente. Jeff Bezos, fundador y CEO de Amazon, es un buen ejemplo. El precio de las acciones de su empresa aumentó en un espectacular 115% el año pasado, haciendo que su fortuna personal alcance los 30 mil millones de dólares, dinero que Bezos ocupa en nuevos emprendimientos, como lanzar cohetes al espacio o invertir en Twitter.
Jan Koum, fundador y CEO de WhatsApp, es, a los 39 años, otro pez grande del “tech set”, sobre todo después de vender su aplicación a Facebook por 22 mil millones de dólares, aceptar acciones de esa red social como parte de pago y luego obtener un suculento retorno vendiendo parte de ellas en 286 millones de dólares en noviembre de 2015.
En términos de dinero, sin embargo, pocos pueden compararse a Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, que el año pasado agregó otros 2,7 mil millones de dólares a su descomunal fortuna de 35,7 mil millones de dólares. A los 31 años, Zuckerberg es, según “Time Magazine”, uno de los cien hombres más ricos e influyentes del mundo, y también uno de los más generosos. En diciembre de 2012, él y su mujer, Priscilla Chan, anunciaron que a lo largo de sus vidas dedicarían la mayor parte de su dinero a “promover el potencial humano y la igualdad”. A fines del año pasado, después del nacimiento de su hija, Maxima Zuckerberg, la pareja cumplió su promesa explicando que el 99% de sus acciones en Facebook (alrededor de 45 mil millones de dólares) pasarían a ser patrimonio de la Chan Zuckerberg Initiative, una institución que rápidamente se ha transformado en un estandarte del nuevo “filantrocapitalismo”.
Zuckerberg, como es bien sabido, lleva una vida relativamente modesta –considerando el tamaño de su cuenta bancaria–, su guardarropa consiste más que nada en t-shirts y sweatshirts, y su flamante nueva casa en Palo Alto, la primera de la que es propietario, aunque tiene 500 metros cuadrados construidos, una estupenda piscina y spa, además de estar enclavada en mil 700 metros de terreno, no es muy distinta de la de cualquier hombre de negocios medianamente exitoso en California.
Texto: Manuel Santelices
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