El chef Christian Motte nos presenta un restaurante de street seafood cuya propuesta hace borrón y cuenta nueva, y se olvida de todos los platos típicos (menos del cebiche, claro).
Atraído siempre por los aromas que se desprenden de la cocina, Christian Motte trabajaba a principios del milenio como mesero en Washington D.C. Su vida dio un giro radical cuando le pidieron que reemplazara a uno de los chefs. Aunque solo tenía que decorar los platos antes de que llegaran a las mesas, ese primer contacto cercano con las artes culinarias le abrió el panorama. Entonces cambió los fines de semana de diversión por los fogones. “Al principio fue difícil, desde afuera no se aprecian los sacrificios que esta labor demanda”, comenta.
Su deseo de superación lo trajo de regreso al Perú en 2007, para formarse profesionalmente en Le Cordon Bleu. Luego regresó al extranjero y ganó experiencia en Asia y Europa. Actualmente, trabaja como consultor en Ginebra y desarrolla un ambicioso proyecto en Ámsterdam. Además, en Lima, alista la inauguración de Pesca.
“Creo que tenemos todo el potencial para consolidarnos como una capital gastronómica internacional, pero, ¡ojo!, estamos de moda y las modas son pasajeras. Somos una cocina en crecimiento y debemos crecer con ella. No estamos a la par de las de Francia, Italia, México o Tailandia”, advierte Motte.
¿Qué puedes contarnos sobre Pesca?
Es un restaurante de street seafood, con cocina abierta y mesas compartidas, en Miraflores. El único plato típico en mi carta es el cebiche, porque creo que es el punto de partida de todo. Un cebiche bien ejecutado es una joya. Pero con este proyecto quisiera ir más lejos, que los peruanos descubran cómo adaptamos nuestra gastronomía en el exterior sin recurrir necesariamente a los ingredientes tradicionales.
¿Cuán importante es que el comensal vea cómo se elaboran los platillos?
Va más allá de ver el orden y la limpieza de la cocina. Con Pesca busco la interacción del comensal y los cocineros. Quiero que entiendan esta labor y todo lo que debemos hacer para que el platillo llegue a su mesa. La cocina abierta, además, invita al público a disfrutar de la acción y los aromas. Es una experiencia sensitiva única.