Las islas de la Riviera Maya conforman un archipiélago de paraísos inexplorados, bahías casi vírgenes propicias para el buceo, el relax y la desconexión absoluta. Contoy es una de las más hermosas.

Por Renato Velásquez

«Ahí donde está usted, yo he traído sentada a Nicole Kidman, señor Velásquez. Y en este bote también ha viajado Sylvester Stallone. Y Angelina Jolie. ¡Guapísima, la güera!”, me cuenta con entusiasmo el capitán del yate que nos lleva a Isla Contoy, surcando aguas turquesas y bajísimas (durante las dos horas del recorrido nunca dejamos de ver la arena del fondo marino) a través del Golfo de México.

Hemos salido de la cercana Costa Mujeres al rayar el alba, y ahora el bote cabecea suavemente remontando las pequeñas olas del mar Caribe. La isla a la que nos dirigimos es pequeñísima: no sobrepasa los setecientos metros en su parte más ancha y su extensión total es de apenas ocho hectáreas. ¿Por qué un lugar tan pequeño de la Tierra ha atraído a tantas celebridades, conocidas por sus gustos caprichosos y exclusivos? “Pues verá, señor Velásquez, este es un lugar paradisiaco. Lástima que sea tan pequeño… De hecho solo doscientas personas pueden visitarlo cada semana”, me cuenta el dicharachero navegante.

Isla Contoy no sobrepasa los setecientos metros en su parte más ancha y su extensión total es de apenas ocho hectáreas.

Isla Contoy es una reserva natural protegida, y era conocida por los antiguos mayas como “la Isla de los pájaros”. En su escasa extensión viven 152 especies de aves marinas tropicales, lo que la convierte en un pequeño paraíso para el birdwatching. Las más vistosas son el halcón peregrino, el bobo vientre blanco, la garza gigante y la fragata de pecho rojo.

Otra de las actividades predilectas de los visitantes es el buceo, para el cual no se necesita tanque de oxígeno debido a la poca profundidad, que no supera los cinco metros. 

El buceo es una de las actividades predilectas de los visitantes de Contoy.

A través de sus aguas cristalinas se pueden apreciar 254 tipos de peces de todos los colores y tamaños: desde las destellantes fosforescencias del pez ángel hasta el azul profundo del pez cirujano, pasando por rayas, sardinas, peces payaso, barracudas, roncos de líneas amarillas, peces sargento, peces aguja… El espectáculo subacuático es impresionante y sobrecogedor, sobre todo cuando uno se sumerge en el multicolor arrecife de Ixlaché, ubicado al sur de la isla.

Si se tiene suerte (o no, según los niveles de adrenalina que se pretendan soportar), se puede nadar junto a manadas de delfines o tiburones ballena, el pez más grande del mundo, que llega a medir 12 metros y pesar 20 toneladas. No fue nuestro caso. 

Más de 250 peces de todos los colores y formas se pueden observar a través de las cristalinas aguas de Contoy.

Piratas del Caribe

Llegó el momento de pisar tierra firme y conocer un poco más de la historia de la isla. Se sabe que entre el 200 y el 300 a. C. Contoy fue parte de una ruta naviera que conectaba el puerto maya de Tulum (hoy una conocida zona arqueológica) con las islas del Caribe. Durante la Conquista fue escenario de numerosos atracos por parte de corsarios y piratas que atacaban a los galeones españoles, y también de varios naufragios debido a la poca profundidad de sus aguas. El faro que preside la isla fue inaugurado por Porfirio Díaz, el eterno dictador que gobernó México a finales del siglo XIX.

Durante el siglo XX fue campamento de “tortugueros”, cazadores que comercializaban el cuero y las caparazones de estos pacíficos animales. Sin embargo, desde hace varias décadas su lugar ha sido ocupado por laboratorios científicos que han logrado repoblar la isla de tortugas; está comprobado que en sus bancos de arena anidan tres especies de ellas: las carey, verdes y caguama. Se las puede observar caminando con parsimonia entre los manglares y nadando con elegancia no muy lejos de la orilla.

Desde hace varias décadas, la isla ha sido ocupada por laboratorios científicos que han logrado repoblarla de tortugas.

Los fabulosos cenotes

Uno de los lugares más hermosos de Isla Contoy es su cenote, una caverna rocosa en cuyo interior se forma una laguna natural de agua dulce color esmeralda, producto de las filtraciones de la lluvia. A las tres de la tarde en punto, un rayo de sol entra como un láser por un hueco del techo impregnado de fósiles milenarios, creando un espectáculo que asegura miles de likes en las redes sociales. Lo más asombroso es que el rayo de luz penetra hasta el fondo de la laguna subterránea, de algo más de cien metros de profundidad.

Hay más de nueve mil cenotes repartidos por toda la península de Yucatán. Estas lagunas subterráneas eran consideradas sagradas por los mayas, y las crónicas coloniales narran que allí realizaban sacrificios humanos.  Según el arqueólogo Sylvanus Morley, las víctimas solían ser esclavos, guerreros cautivos o niños huérfanos. Los sacerdotes les arrancaban el corazón y lo ofrecían a los dioses en esas lagunas turquesas que tanto furor causan hoy en Instagram. De hecho, en el fondo del cenote sagrado de Chichen Itzá se han encontrado cientos de cráneos.

Los cenotes eran considerados sagrados por los antiguos mayas.

La creencia de que los cenotes son lugares sagrados que comunican el reino de los vivos con el de los muertos subsiste hasta hoy entre los actuales descendientes de los mayas. Al menos eso me contaba Antonella, una italiana dueña de un rancho en Puerto del Carmen, mientras tomábamos el sol.

“Las personas que trabajan conmigo nunca se meten a bañar en ellos. Es más, ni siquiera se atreven a verme a mí, o a alguien más, hacerlo. Les da terror”, narraba. Todos los demás planes en Isla Contoy son perfectos: nadar en sus aguas cristalinas mientras cambian de color con el avance del sol, retozar en su finísima arena dorada o leer bajo la sombra de una palmera.

La mejor opción para hospedarse es el Grand Palladium Costa Mujeres Resort & Spa. Se trata de un lujoso hotel ubicado en Playa Mujeres, frente a Contoy. Está a 40 minutos del aeropuerto de Cancún, pero apartado de la zona hotelera.