Un recorrido por Recife, Tamandaré y Porto de Galinhas, ciudades de Pernambuco, al este de Brasil, cuya belleza y cultura han inspirado a escritores y artistas, y son Patrimonio de la Humanidad.
Por Redacción COSAS
Recife, ciudad al borde del mar, está atravesada por ríos, puentes, y salpicada por islas internas; sus playas de aguas tranquilas poseen además una arquitectura notable. Pero su relevancia va más allá de sus bellas postales.
La capital del estado de Pernambuco es una de las ciudades más antiguas de Brasil. Fue fundada en 1537, cuando el rey Juan III de Portugal dividió el país en capitanías hereditarias; no todas prosperaron pero esta sí, en parte debido a la caña de azúcar. En la actualidad, es una de regiones comerciales más importantes de Brasil, con más de 85.000 negocios en la región metropolitana (52.500 solo en Recife), gracias a su excelente ubicación geográfica, así como a su desarrollada industria del software, que la hace conocida como Porto Digital y que genera un promedio de 3,5% del PBI de Pernambuco. Otras cifras sorprenden: su servicio de salud es considerado el segundo más importante de Brasil, tan solo por detrás de Sao Paulo, y cuenta con más de 415 hospitales y clínicas. Hay más aparatos de tomografía en Recife que en ciudades de países como Francia y Canadá.
Es, asimismo, una de las grandes capitales culturales de Brasil y convoca a numerosos artistas, escritores, cantantes y sociólogos. No solo eso, sino que es el mejor escenario para el Frevo, una frenética expresión artística de música y danza que se practica principalmente durante el carnaval de Recife; y para las rítmicas comparsas del carnaval del Galo da Madrugada, que ya tienen más de cuarenta años alegrando la ciudad cada febrero.
La vibrante Recife cuenta con unos veinticinco museos, quince teatros, casi cuarenta galerías de arte y otros tantos cines; tiene un teatro de ópera, dos auditorios de música y dos grandes centros de convenciones, además de sus centros comerciales, universidades, iglesias, fortificaciones militares y mercados tradicionales. Posee los cascos históricos coloniales mejor conservados de todo Brasil, y, por eso y más, se ha ganado el título de Patrimonio de la Humanidad.
Recife fue uno de los escenarios de la Copa Mundial de Fútbol de 2014. Al ser una ciudad importante para el deporte rey brasileño, es cuna de variedad de clubes (entre los más afamados, el Sport Club do Recife y el Santa Cruz). Pero lo cierto es que la ciudad tiene una amplia tradición de deportes que van desde baloncesto, hockey, golf, tenis y vóleibol hasta actividades que tienen que ver con su especial geografía, como la natación, el surf y el bodysurf. Es decir, siempre hay algo que hacer en Recife.
Tamandaré, bonito por naturaleza
A unos 103 km al sur de Recife (a dos horas y media en auto), se encuentra Tamandaré. Sus orígenes datan del siglo XVI. Posee varios atractivos en cuanto a patrimonio histórico, arquitectónico y cultural, que se remontan a la época de oro del ciclo azucarero pernambucano; su espíritu aún se siente en los caserones y monumentos, y en otros vestigios de la historia de este pueblo y de Pernambuco, que hacen despuntar el turismo como una de las principales fuentes de ingresos en toda la región. Además de las variadas opciones de hoteles y casas de veraneo –y de su gastronomía a base de pescados y mariscos elaborados con productos orgánicos como frutas, castaña de cajú y especias de la región–, hay una serie de actividades imperdibles. Como el paseo en catamarán en la playa Dos Carneiros, la visita a la iglesia de San Pedro en la playa De Campas o el recorrido a la Reserva Biológica El Saltito, un parque natural que mantiene un buen remanente del Bosque Atlántico. Aquí nos encontramos en llanura costera de origen sedimentario, con pequeñas colinas y crestas, suelos muy profundos y bien drenados. El río Saltinho se origina a pocos kilómetros aguas arriba y está represado para suministrar agua a la ciudad de Tamandaré.
Maravilla: Porto de Galinhas
Es un escenario paradisiaco y uno de los balnearios más concurridos de Brasil. La región cuenta con una excelente infraestructura turística (entre resorts, hoteles, posadas y albergues), culinaria y de entretenimiento. Es un destino ideal tanto para pasarla en pareja como para ir en familia. Sus piscinas naturales son formaciones coralinas circulares en las que nadan bellísimos peces de colores que la marea que cubre los arrecifes se encarga de devolver al mar cuando sube. A estas piscinas naturales puede llegarse caminando desde la playa, cruzando una franja de mar. El mejor momento es cuando baja la marea, desde muy temprano en la mañana hasta el mediodía, cuando el agua llega a la altura del pecho. Muchos se animan a llegar nadando, pero también puede tomarse una jangada, que es una balsa típica hecha con troncos de árbol. Para todo aquel que decide vivir esta aventura es importante respetar el recorrido señalado, a fin de evitar caminar sobre los bellos corales, que son cortantes así como frágiles y delicados. Respetar las señalizaciones permite que este maravilloso ecosistema no se destruya y que se conserve intacto para que todos los visitantes puedan disfrutar de su belleza.