“En mi opinión, los hombres se parecen más a esos exámenes de Asset Markets que me tocaron sufrir en mi maestría: complicados y lleno de trucos. Esas pruebas en las que, después de haberlas terminado, una siente que en verdad fueron ellas las que terminaron contigo, y por más prácticas dirigidas, horas de estudio y profesor particular que se utilicen, nunca se llega a estar ni cercanamente segura de tener la respuesta correcta”.
La semana pasada mi amiga Máxima tuvo visitas en su casa. Su hermana Fortunata junto con con su amiga Helena habían decidido que, dados los francamente desairosos prospectos con los que contaban al momento y con el 14 de febrero a la vuelta de la esquina, no había mejor plan que cambiar de horizontes, refrescar el acervo masculino y disponerse a escribir un capitulo nuevo en su ya bastante amplia versión de  “Travesuras de las Niñas Malas”.
Yo, que también me encontraba escasa de pretendientes, no me quería perder esa prometedora saga, así que ese Lunes quedé en encontrarme con ellas en un club en Mayfair, en el que se celebraba un Single Mixer´s Event, coincidentemente organizado por Bumble, por lo que Helena, como fiel consumidora, se había pasado la tarde dando swipe a cada perfil que se le ofreciera.
En pleno evento le pregunté a Máxima sobre su fresca historia con el Hindú Rajeev, a lo que ella sacó su celular y me enseñó sus escuetas interacciones en redes:
-“Mira, estos son sus últimos mensajes en WhatsApp”- me decía ansiosa -“¿Bien, alguna opinión?”
Francamente, no puedo culparla por su incertidumbre. Y es que me cuesta trabajo recordar la última vez que, al adentrarme en una relación nueva, no me haya encontrado sofocada por esa sensación de que “solo sé que nada se”
-“No tengo ni idea” – le contesté, sin dejar de pensar en una de las frases de mi profesor favorito  “El amor es como el Excel: crees que sabes, pero no”. Francamente, cada vez me convenzo mas que la comparación del profesor se quedó corta.
En mi opinión los hombres se parecen más a esos exámenes de Asset Markets que me tocaron sufrir en mi maestría: complicados y lleno de trucos. Esas pruebas en las que, después de haberlas terminado, una siente que en verdad fueron ellas las que terminaron contigo, y por más prácticas dirigidas, horas de estudio y profesor particular que se utilicen, nunca se llega a estar ni cercanamente segura de tener la respuesta correcta.
-“Que patética me siento preguntándote si le gusto a un chico?” me dijo Máxima, con una timidez que me extrañó muchísimo de ella.
Helena, se quedó sin perfiles interesantes justo a tiempo para escuchar el final de la conversación, por lo que se apresuró a preguntar:
-“¿Le vas a escribir a preguntar cómo está?”-
-“¡No way! Por mi lado, contacto cero. A veces tienes que ponerte en modo avión, tanto como por dignidad como por estrategia” – decía Máxima, mientras, para probar su punto, le hacía “ojitos” a un galán que no la dejaba de mirar.
Mientras veía al chico, emocionado, devolverle la sonrisa, no me tomó demasiado tiempo recordar que había sido Máxima quien, hace muchos años y al encontrarme yo en una situación similar, me dio el consejo de que si alguna vez sentía que el panorama se volvía demasiado confuso, solo había una cosa por hacer: llenarte de planes fabulosos. No hubo necesidad de pensarlo dos veces, eso fue exactamente lo que hicimos toda la semana.
Sin embargo, y a pesar de asegurarnos de llenar nuestro calendario social hasta el extremo, no puedo negar que el sistema, muy bueno en papel, pareciera tener algunos problemas de aplicación. Además, estaba fallando la ley de la atracción ya que, por más que Máxima mirara fijamente su celular, a este no le entraba ninguna notificación.
No importaba cuántos martinis o galantes se pusieran en su camino, en la mente de mi amiga parecía haber un espacio permanentemente reservado para seguir sobreanalizando los fríos mensajes del hindú.  Máxima no sabía lo que se suponía que debía sentir. ¿Confusión? ¿Enojo?¿Tristeza? ¿Rechazo? ¿Acaso había ido tan lejos con sus expectativas que no se dio cuenta de que estaba parada ahí sola?(una vez más cabe recalcar)
Sin embargo, el viernes por la noche, después de varios selfies en el espejo y mientras esperábamos al Uber que nos iba a llevar a la parranda, a Máxima le llegó un WhatsApp de lo más inesperado: “Te extraño” .
-“Que raro, ¿Crees que eso pretendía ser una especie de ‘mea culpa’ disfrazado?” – nos dijo, de lo más anonadada
-“¿Quieres decir, si lo que realmente quiso decir fue ‘he sido un completo idiota, por favor, perdóname por desaparecer?’ ”- le preguntó Fortunata.
-“Sí, exactamente”-
-“Puede ser” – le dije yo, mientras revisaba que en mi cartera no faltaran los básicos para una noche afuera.
Casi al unísono un showman italiano al que Máxima había conocido tan solo un par de semanas atrás contestó un story en Instagram e inmediatamente después aprovechó para reconfirmale la hora y lugar donde se iban a ver al día siguiente. Y es que pareciera que ese es su método de comunicación favorito, pues la misma noche que se conocieron y tras haberla pasado mejor que en meses, Máxima se dio con la sorpresa de que, ni más cruzar la puerta de su casa y quitarse los zapatos, le llegó un mensaje del italiano, quien la había buscado en Instagram para prometerle que sí o sí la próxima vez que estuviese en Londres, así fuera por tan solo un día, la tenía que invitar a almorzar. ¡bendita la tecnología!
Era justamente lo que el doctor había recomendando: ese tipo de artista bohemio y a la vez extremadamente chic, que así sea por solo un día te hace sentir su musa e inmediatamente te sube el autoestima. Total, con Rajeev nunca habían hablado de ningún tipo de exclusividad.
Cuando me junté con Máxima el domingo, me contó que el sábado la había pasado bomba…literalmente, ya que el primer Martini con el italiano había comenzado tan solo al medio día, pero el adiós no se dio hasta 9 horas después cuando el cantante, resignado, tuvo que retirarse para empezar su show.
“Fue un gusto y me lo di” – me contaba pícara y sonriente, como si el Hindú hubiese sido tan solo una parada técnica en su camino.  Parece que al final la estrategia de Máxima no había fallado, tan solo había faltado subirle a los planes un poco el nivel de fabulosidad. Yo, por mi lado, no podía dejar de pensar en que tal vez todos los hombres son una droga: a veces te derriban…y a veces, como me estaba contando mi amiga, te hacen volar.
Me queda claro que ninguna de nosotras tiene claro aún como resolver esos problemas de econometría de relaciones, pero sí que somos muy buenas con la nota de esfuerzo y de participación. A fin de cuentas, de medio punto en medio punto se alcanza el puntaje suficiente para pasar los cursos y recibir el cartón.
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