Mientras yo, al enterarme de toda esta historia,  no dejaba de pensar en las vueltas que da la vida. Y una cosa aún más graciosa: en el caso de mi amiga quedó bastante claro que Instagram quita, pero luego multiplica.
Que curioso que es el mundo, justamente esta mañana, mientras me preparaba para mi reglamentario Brunch semanal con mis amigas, me detuve un momento para revisar mi Instagram y me topé con una frase de uno de mis influencers favoritos: Así es la vida, un día sin ganado llorando por un cucaracho y al día siguiente triunfando y dueña de todo un rancho.
No pude dejar de pensar en el último 28 de diciembre, el cual aproveché para encontrarme en Osaka con mi amiga Máxima antes de dirigirme a la playa para celebrar el Año Nuevo y de paso mi cumpleaños. Esa tarde mi amiga se apresuró en contarme, emocionada, su máximo decreto de fin de año: A los amores del 2021, cristiana sepultura ¡y este 2022 solamente nuevas aventuras!
Y es que, efectivamente, Máxima siempre ha sido fiel creyente de que, en cuestiones de amor, Dios quita pero multiplica, creencia de la cual cada vez me convenzo más, pues no puedo negar que mi amiga ha empezado el año del tigre rugiendo a todo pulmón.
Como buena financista, la vida amorosa le había enseñado que a mayor la diversificación, menor el riesgo y más grande el retorno. Total, no por nada se nos enseña desde niños a no poner todos los huevos en una misma canasta.
Sin embargo no se puede negar que, independientemente de lo cuidadoso que sea uno al momento de planear sus inversiones,  hasta el mejor portfolio manager tuvo su  lunes negro. Y es que, nos guste o no, hay salientes muy prometedores que nos terminan por dar igual y otros por los que no apostaríamos y que, al final, nos matan de ansiedad. Siendo consciente de esto y tras haberse sentido bastante confundida por la actitud de Rajev, uno de los salientes de su lista, Máxima decidió arriesgarse y terminó por aceptar la invitación del showman italiano que había conocido unos días antes, justamente mientras esperaba a embarcarse en el esperado viaje que terminó por ser el decepcionante final de su aventura con dicho hindú.
En un mundo que no dudó en transformar el concepto de “Fast Fashion” en un precepto de vida, pareciera cada vez mas evidente que esta misma filosofía se encuentra ganando terreno en el campo de las relaciones. Ya hace mucho dejé de sorprenderme de la frecuencia con la que me cruzo con esas relaciones de  “usar y descartar”.
Dicho artista, con quien Máxima había uno de los dates mas candentes de los últimos tiempos, le había preguntado si podía pasar un fin de semana con él en Suiza.
– “¡Que coincidencia! te ha pedido que lo acompañes al mismo sitio donde fuiste con Rajev.” – le decía yo – “¿Vas a ir?”-
 “¡Por supuesto que sí!” – contestaba ella, ya que conforme salimos de esta apocalíptica era y las revoluciones que originó en nuestros estilos de vida, lo que más buscaba era mantener las opciones abiertas.
La calle está dura, y una muchacha sabia tiene que adaptarse, superar esos «casi algos» de manera eficiente, ignorar todos los malos sentimientos, aumentar la fabulosidad en los planes y volver nuevamente al juego. Así que, siguiendo los pasos de esta “revolución emocional”, directamente desde Berkerley Square, a Máxima le bastó un taxi, un avión, un sello y varias horas de tren para encontraba con su galán de fin de semana en St. Moritz – Top of the World.
Ahora bien, Máxima no se embarcaba en este viaje con las ilusiones muy altas, particularmente porque tenía claro de antemano que el showman se encontraba en un área bastante gris en su matrimonio. Tan solo habían pasado tres meses desde que, como consecuencia de unos ampays bastante descarados, la esposa lo había echado de la casa y amenazado con dejarlo completamente “pelado».
El fin de semana «no muss, no fuss» de Máxima empezó como una película, y es que la totalidad del grupo de amigos que el artista había llevado exudaban la mas pura e inconfundible esencia de la Dolce Vita, cocinada a fuego lento con una pizca de Gucci, Armani, Bulgari y sazonada con mucho, pero mucho Dom Perignon.
El sábado por la noche, este grupo de genéticamente bendecidos italianos había organizado una comida en un restaurante de lo más posh. No habían siquiera terminado de sentarse cuando una de las mesas se acercó al galán de Máxima para preguntarle si podría deleitarlos con uno de sus  shows. Por supuesto que aceptó.
Fue así como se inauguró esa larga noche: Él, micrófono en mano cantando la canción de Julio Iglesias que más lo representa «Sono un pirata, sono un signore»,  mientras quienes lo escuchaban se aferraban al celular para documentar la velada vía Instagram.
El domingo por la mañana, ya resucitada y desayunada, Máxima hizo un poco de tiempo  tomando café y recibiendo vitamina D en lo más alto de la montaña, mientras el artista y su manager esquiaban, y no podía evitar pensar que ese fin de semana de ensueño era demasiado bueno para ser verdad.
Efectivamente, no había terminado de enfriarse su taza cuando le llegó un mensaje de texto a su celular: una influencer italiana que en el pasado (probablemente no muy lejano) había compartido muchísima pasión con el artista, pero que el día de hoy no estaba catalogada ni como amiga ni como amante, había entrado en un ataque de celos al ver a Máxima junto a su ídolo en Instagram.
Lo ultimo que quería Máxima!: verse envuelta lío del cual no era ni efectora ni beneficiaria.
Ya con el showman junto a ella los mensajes persistían- La influencer, al verse ignorada, decidió encargarse ella misma de la venganza: llamó a la exmujer, se presentó y le confesó con lujo de detalles cómo por dos años ella y su marido habían tenido un affaire. Como ya he dicho antes, los hombres habrán descubierto el fuego, pero las mujeres cómo jugar con el. . .
En esos momentos, Máxima solo pensaba que, efectivamente, hasta el mismo demonio debe temerle a una mujer despechada y si el infierno tuviese nombre ese definitivamente sería Club Paradiso, St Moritz.
El viaje, como era de esperarse, tras unas 1500 llamadas de la ex mujer y una contundente consulta a un estudio de abogados, terminó un día antes de lo previsto. A Máxima no le quedó más que empacar y dirigirse a Milán, mientras dentro de si no dejaba de repetirse «¡pinche Instagram!”.
Francamente, no puedo culpar a Máxima por su falta de empatía en ese momento. Después de todo, ella se había enrumbado en un fin de semana garantizado «Sin desorden y sin líos»  se había vuelto de un momento a otro bastante liado.
Una vez instalada en Italia y tratando de conservar algo de fabulosidad mientras se quitaba el trago amargo de la tarde, se reunió en un restaurante con unos amigos milaneses que había conocido durante una temporada de estudios en Bocconi para cambiar el sabor de la noche al de un dirty martini o, como lo llama ella, su infalible «elixir de la felicidad”.
En eso nuevamente un mensaje de Instagram. Mi pobre amiga, temerosa, abrió la App. Para su sorpresa no era la escandalosa e injustificada acusación que se esperaba, mas bien sí un guapo muchacho, quien le estaba preguntando hasta cuándo se quedaba en Milán porque la quería invitar a almorzar.
“¿De dónde me habrá salido este prospecto?” Se preguntaba ella, pero ya que no tenía más planes para ese lunes, se dijo a si misma “bueno, a nada”.
No hace falta mencionar su sorpresa cuando, al preguntarle al chico cómo exactamente había dado con ella, este confesó que, al igual que la descontrolada influencer, él la había visto también, de infiltrada, en stories de amigos que ese sábado por la noche bailaron al son del «si mi lasci non vale» en Salastrains.
-“Te vi y me gustaste, yo se que no te conozco, pero preferí arriesgarme a que me digas que no antes de dejar pasar la oportunidad”- le confesó.
Máxima, la máxima pregonada del “Dios Proveerá”, cambio sus previstos martinis en el Top of the World con el artista, por varias botellas pinot grigio, en el Palazzo Parigi, para seguirla en el jardín del four seasons de Milán con este guapísimo abogado.
No puedo negar la certeza de esta gran regla: cuando una puerta se cierra se abren infinitas ventanas. Máxima, sedienta de aventura, cambió sus planes y se quedó tres días más en Milán haciendo planes con este inédito galán.
-“Este encuentro ha sido fantastico» – le decía él.
– «Bueno, ya sabes a quién tienes que agradecer: al cantante y a la impulsiva de su ex amante” – decía Máxima, bastante pícara.
Mientras yo, al enterarme de toda esta historia,  no dejaba de pensar en las vueltas que da la vida. Y una cosa aún más graciosa: en el caso de mi amiga quedó bastante claro que Instagram quita, pero luego multiplica.
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