Encontrándonos en la era de las oportunidades, con millones de opciones al alcance de nuestras manos, ¿por qué en lugar de sentirnos absolutamente libres y empoderados, nos sentimos como si estuviéramos parados, indecisos, en el pasadizo de un supermercado? A fin de cuentas, no importa cuántas marcas distintas del mismo producto intentemos meter en el carrito, al momento de acercarnos a la caja solo nos llevaremos una. 
Mi vecina Camila, llena de ánimos y dispuesta a reinsertarse en cuerpo, mente y alma en el “mood socialización” del cual gozaba en las épocas pre-pandémicas,  compró tickets para todos los ballets y óperas que encontró de abril a junio. Para suerte mía se se topó con un paquete de entradas dobles en oferta y, dado que de momento se encontraba soltera, me pidió que sea su plus one en su calendario cultural.
Fue así como, una hora y varios pas de deux más tarde, este par de muchachas abandonó momentáneamente el Royal Opera House para un drink rápido en el Nómad Hotel, en preparación para la coda pas de quatre con el que cerraríamos la noche, ya que Máxima y Victoria nos iban a dar el encuentro en Berkerley Square.
Victoria llegaba retrasada, pues acababa de salir unos «early drinks»  con su nuevo saliente, Joel Hoffer, un conocido y exitoso abogado 20 años mayor que ella. Si me pidieran que describa la relación diría que, al menos conceptualmente, el era el equivalente a esos «mom» jeans tan populares en los noventas que hace un par de temporadas tuvieron un come back: sabía que no era su estilo, pero estaba ahí, así que se lo probó de todas formas.
Posicionado el cuarteto en la mesa estelar del jungle bar, con los dirty martinis en manos, Máxima, quien había tenido un par de semanas bastante movidas y seguía sedienta de emoción, le pedía a Victoria que se deje de twists, y que nos actualice los detalles de su relación, ¡straight up!
-«¿Cómo has hecho para tener un novio nuevo en tan solo 3 semanas?» – le preguntaba Camila, con la cara ligeramente verde de la envidia, y es que llevaba ya varios meses de “temporada seca” y veía el noviazgo como una especie de hermandad a la que estaba desesperada por entrar.
– «No es mi novio» – decía Victoria
– «Ya, ¿pero quieres que lo sea?» – le pregunté
– «No sé, es solamente alguien que estoy probando» –
-» Bueno, antes de que devuelvas el producto, ¿Qué tal están los amigos?» – preguntaba Máxima mientras pedía una ronda más.
 – «No sé. Todavía no los he conocido, pero estoy segura que tiene un buen manojo de divorciados» –
Por lo que nos contó luego Victoria, pareciera que podrían hacer buena pareja: Ella financista, experta en armar modelos financieros y él abogado, experto en fusiones y adquisiciones.
Realmente, cuando uno se pone a pensar al respecto, ¿Cuál es la diferencia entre los dos? Al final del día ambos se pasan la vida tomando un conjunto de elementos, llámenlos números,  cláusulas, obligaciones o derechos e intentan hacerlos encajar de la manera más rentable, menos riesgosa y más vendedora posible.
Ni bien llegada la segunda ronda de Martinis, sin embargo, Victoria nos confesó que su plazo para cambios y devoluciones llegaba a su fin y ella aún no estaba muy segura de qué hacer con el ticket de compra.
Parece que Joel, fiel a su profesión, tenía ganas de «firmar el contrato». Unas horas antes, tomando un par de cocktails en 5 Hertford St, él le preguntó sobre sus planes del fin de semana,  a lo que Victoria, pícara, le dio a entender que ya tenía la agenda ocupada.
– «Sólo estoy tratando de averiguar cuándo podré volver a verte. Y de paso decirte: no estoy saliendo con nadie más y no planeo salir con nadie más. Solo quiero verte a ti. Exclusivamente” – le decía el.
Frente a esta declaración Victoria no sabía qué decir. La habían agarrado en frío. Y a pesar de que le pareció un gesto de lo más dulce, simplemente no había pensado en las cosas de esa manera.
– «¿Por qué no le dijiste que sí, a ojo cerrado?» – decía exaltada Camila frente a esta nueva cachetada a su pobreza amorosa.
Francamente no pude evitar estar de acuerdo con Camila en eso y es que, honestamente, no era como si Victoria tuviera otros candidatos a la vista. Aún a pesar de esto, ella no terminaba de convencerse de que dejar a Joel ganar por defecto fuera la mejor estrategia.
– «Es un hombre buenísimo, lo sé. Lleno de virtudes, pero también tiene defectos que me hacen no querer cerrar el deal. Pero si soy honesta y le digo lo que realmente estoy sintiendo, se va a convertir en una jugada en la cual igual voy a salir perdiendo» – decía Victoria.
-“¿Y acaso solo por no estar segura vas a dejar que el único prospecto que tienes se te escape?” – preguntaba yo, honestamente curiosa.
 -«¿Y qué pasa si aparece alguien mejor?» – respondía ella.
-«¡No seas sonsa! Que seguro que te termina pasando lo mismo con el siguiente» – decía, ahora sí enfurecida, Camila.
Mientras la conversación iba escalando, yo no podía evitar pensar en el dilema de mi amiga. Efectivamente, en un mundo con miles de opciones en lo que se refiere al amor ¿cómo sabes cuándo es correcto dejar de buscar? ¿Hay señales, fuegos artificiales? ¿o es cierto acaso lo que dice Camila y nos encontramos frente a una búsqueda que nunca va a terminar?
– «Yo de ti voy cuidando mi ganado, querida. ¡Acuérdate que puede saltar la cerca y cambiarse de rancho!» – le dijo Camila, con una sonrisa tanto amenazadora como pícara.
Ese domingo Joel invitó a almorzar a Victoria, quien, tras darle innumerables vueltas a la conversación de la noche anterior, ahora tenía más preguntas que nunca y entre ellas la más preocupante: ¿era acaso la duda que estaba teniendo una señal de que algo no estaba bien o simplemente de que aún no estaba lista?
-«Sobre lo que te dije hace unos días, no quiero una respuesta rápida en lo de la exclusividad, yo solo quiero que sepas cómo me siento. Eres la mejor mujer que he conocido, y quería ser sincero y poner todas mis cartas sobre la mesa» – le dijo Joel.
Experto en fusiones, efectivamente, de una manera totalmente inesperada Joel acababa de verbalizar la gran ventaja que superaba todas las desventajas.  Victoria, quien puede no ser  experta en el amor, pero sí tiene bastante experiencia en análisis de márgenes de ganancia, sabe identificar un “done deal” cuando lo ve.
Súbitamente todas sus dudas se habían disipado y la decisión que había estado colgando sobre su cabeza durante tantas semanas se volvió tan evidente que se echó a reír ahí mismo, frente a un Joel cada vez más ansioso y confundido.
Por supuesto que Victoria no tardó en darle el tan esperado sí, esta vez con la certeza de que, sin importar lo que pasara, estaba tomando la decisión correcta.
Por mi lado, no podía evitar preguntarme, encontrándonos en la era de las oportunidades, con millones de opciones al alcance de nuestras manos, ¿por qué en lugar de sentirnos absolutamente libres y empoderados, nos sentimos como si estuviéramos parados, indecisos, en el pasadizo de un supermercado?
A fin de cuentas, no importa cuántas marcas distintas del mismo producto intentemos meter en el carrito, al momento de acercarnos a la caja solo nos llevaremos una.
Efectivamente, no voy a negar que tener muchas opciones es una gran ventaja que no rechazaría en ningún momento, pero también debo aceptar que, un mundo que pareciera ofrecernos infinitas opciones, a veces no hay mejor sensación, y de paso lujo,  que saber que tienes una, y que esa es la correcta.
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