«Cada vez me convenzo más de que el mundo del dating se está transformando en una especie de gran partida de ajedrez: jugadas de estrategia, contraataques y movidas, todas diseñadas para mantener a tu oponente fuera de balance hasta que ganes (o por lo menos mantenerte a ti mismo en balance para no salir emocionalmente desplumado), mientras al mismo tiempo mantienes un ojo puesto en el valor relativo de tus piezas, pues siempre hay que recordar que vale la pena sacrificar un par de peones con tal de desarrollar un poco el juego de ese alfil que promete dar el mate».
Por Cecilia de Orbegoso
Siempre se podía contar con Máxima para tomar los limones de la vida y convertirlos en Pisco Sours, Margaritas, Daiquiris, Whisky Sours o simplemente el +1 de un buen shot de tequila. Total, ella no discriminaba nacionalidad en su repertorio en cuanto a licor, y mucho menos en el año de la cosecha.
– “Chicas, ¡5 de Mayo! Es nuestro imperativo moral salir a celebrarlo» – fue el mensaje que recibimos hace un par de días en el chat.
Si bien ninguna de nosotras era mexicana, definitivamente somos buenas solteras, por lo que no tardamos mucho en encontrarnos esa noche en nuestro clásico spot de los jueves:  un club en Hertford Street que se caracteriza por tener un ratio de hombres a mujeres de 3 a 1. En otras palabras, nos encontrábamos en el Disneylandia de la chica moderna.
Ni bien nos habíamos instalado en la mesa, con mezcal en mano, cuando empezaron a sonar las hazañas de la semana. Ana Sofía, una querida amiga francesa, cinco años mayor que yo, quien probablemente sea una de las mujeres con más inteligencia emocional que me he cruzado en la vida, nos contaba con lujo de detalles su más reciente encuentro con Franco, un muchacho que la traía loca y quien era 15 años menor. ¡Parece que esta super mujer no podía resistirse ante ese superboy!
Por mi lado, yo no tenía mucha historia que contar ya que mi vida se resumía últimamente en quedarme hasta tarde en mi oficina, pero moría de ganas de saber que novedades traía consigo Máxima, ya que la última vez que la vimos fue durante una larga faena de vino blanco y margaritas frozen en un sábado de gloria que terminó convirtiéndose, para variar, en un domingo de resurrección. Así que lo último que supe de ella fue que acababa de regresar de un inesperado viaje a Bélgica donde tuvo un blind date con ingeniero francés que la llevó a bailar salsa en Bruselas.
Ahora bien, pareciera que a su domingo de resurrección le siguió un lunes de multiplicación, pues un par de días después le había llegado un mensaje de Rajeev, su galán de inicios de año, preguntándole si se encontraba libre esa noche. Pareciera ser una ley infalible que hombre que se va sin ser echado, vuelve sin ser invitado, ya que un par de días después de este inesperado reencuentro, se encontraba además disfrutando de un almuerzo de lo más simpático con ese pintoresco cantante italiano con quien previamente había tenido uno de los dates mas candentes de los últimos tiempos, seguido por un apocalíptico pero divertidísimo fin de semana en Suiza, el cual la dejó convencida de que hasta el mismo demonio debe temerle a una mujer despechada y que si el infierno tuviese nombre ese definitivamente sería Club Paradiso, St Moritz.
Pero no había ni terminado con su listado de hombres «Lázaros» cuando yo, cansada de una recapitulación que a estas alturas ya me sabía de memoria, le pregunté
-“Oye, y no nos vas a contar del date con ese chico nuevo el sábado pasado?»- le dije
-“Ah, super, divertido, la pasé muy bien.»- nos dijo rápidamente, intentando regresar a su relato anterior lo más rápido posible.
-«¿Eso es todo? Ya pues, cuenta bien: ¿a dónde fueron? ¿en qué quedaron? Mujer, ¡por favor dinos algo más!» – insistía Ana Sofía”
-» Tuve una sensación de lo mas extraña, como si me estuviera viendo a mi en versión masculina» – nos confesó finalmente.
Francamente y a pesar de la poca emoción que expresaba Máxima, esta me pareció una noticia excelente. Máxima, sin embargo, no parecía compartir mi opinión, pues no importaba cuanto intentáramos hacerla confesar, ella siempre encontraba una manera de cambiar el tema.
-«Sí me gustó. Siendo honestas, siento que hasta podría ser demasiado bueno para ser verdad, pero no veo el punto de seguir hablado de él. Eventualmente, como todos los de su especie, va a desaparecer”- Fue su cortante respuesta ante mi tan intensa persistencia.
-«¿Hay algo especifico que te hace pensar eso? ¿además, bueno, de este último año de experiencia?” – le dije.
Y efectivamente, el 2021 para nosotras no solamente había sido duro, sino que nos había tratado con la mismísima punta del zapato. Esta de más decir que el 2020 fue, efectivamente, el año de la rata, pero lo que no me había esperado fue que el 2021, emocionalmente, nos embistiera como buey, por lo que no me sorprendía lo que decía mi amiga, ya que durante los últimos dos años, el amor fue el palo, y nosotras fuimos la piñata.
A estas alturas Máxima, con la lengua algo más suelta tras unas buenas rondas de mezcal, se quedó pensando durante un minuto y luego, bastante dubitativa, confesó:

 

-«Es que me hace acodar muchísimo a Gerardo» –  Un brasilero de Belo Horizonte con quien tuvo una pasajera historia exactamente hace un año. Alto, delgado, sofisticado con extremidades largas y penetrantes ojos negros. ¡Boom! Físicamente hablando, para ella el hombre perfecto. Pero emocionalmente más inestable que el Tagadá del Playland Park. En su momento la bombardeó de atención, y luego de un día a otro se desapareció.
-«mmm veo a lo que te refieres»- le comentó Ana Sofía, quien también había tenido el infortunio de conocer a Gerardo lo suficientemente como para recordar sus mas infames tácticas.
-«¿Qué vas a hacer?» – le pregunté.
-«Bueno, obviamente no voy a darme el lujo de poner todas mis aceitunas en el mismo martini: tendré que seguir saliendo, mantenerme ocupada y, sobre todo, no esperar nada”.
Y es que si hay algo que no puedo negar es que Máxima, quien ya hace bastante había descubierto que, en su campo de venus, en lugar de rosas el destino había visto propicio plantarle minas, ya tenía bastante experiencia en lo que refiere a sortear las potenciales decepciones que se escoden bajo la superficie.
-«Bueno, no le he puesto aún fecha de caducidad a mi nuevo pretendiente, pero me imagino que tendrá la vida útil de un producto lácteo. Va a empezar a cuajar en aproximadamente una semana, dos máximo. ¿Otra ronda de margaritas?» –  decía con un tono que dejaba más que claro que no deseaba tocar más el tema.
-«Creo que tienes razón, cuando se trata de hombres, mantenlo ligero, no te involucres demasiado, no te lastimes demasiado, solo sigue el juego.» -comentó Ana Sofía.
Mal que bien, en un mundo en el que dejar al otro parece ser cada vez más frecuente y en el que cada vez se vuelve más común el cruzarse con esas relaciones de una vez abierto «tirar y descartar», se hace crucial aprender a superar a esos «casi algos» de manera rápida y eficiente. Después de todo, cuando las estadísticas están en tu contra, ¿acaso no es más inteligente bajar las expectativas, aumentar la fabulosidad y volver rápidamente al juego?
Ya en casa, sin embargo, lejos de las risas y distracciones, me puse a pensar en lo que habíamos conversado esa noche, especialmente en el amor y sus expectativas.  Al tratarse de relaciones ¿por qué siempre tenemos que andar jugando un juego?
Con el pasar de los años y el aumento de competitividad en todos los ámbitos, pareciera que las relaciones no se quedaron atrás. Cada vez me convenzo más de que el mundo del dating se está transformando en una especie de gran partida de ajedrez: jugadas de estrategia, contra ataques y movidas, todas diseñadas para mantener a tu oponente fuera de balance hasta que ganes (o por lo menos mantenerte a ti mismo en balance para no salir emocionalmente desplumado), mientras al mismo tiempo mantienes un ojo puesto en el valor relativo de tus piezas, pues siempre hay que recordar que vale la pena sacrificar un par de peones con tal de desarrollar un poco el juego de ese alfil que promete dar el mate.
Así que no pude evitar preguntarme, ¿Cómo podemos tener bien clara esa sutil, delgada y sobre todo peligrosa línea entre no saber si estas teniendo algo que va hacia algún lado, o simplemente siendo víctima de un love bombing que te va a costar por lo menos cinco días en vilo superarlo?
Si, nos hemos pasado toda la infancia jugando, pero ¿fue acaso esto una especie de preparación para el verdadero ruedo?
Pues si algo me ha enseñado la vida es qué, en cuanto a relaciones, si bien algunos buscan jugar el partido de la manera más directa y rápida posible, otros parecieran disfrutar de ponerte en jaque solo para luego retroceder, parar el reloj y aplazar la partida, reiniciándola súbitamente cuando ya olvidaste todas tus estrategias y dejándote al final con la duda de por qué empezaste a jugar en primer lugar. Así que, no puedo negar, a veces los juegos en una relación son empoderadores, pero una vez que pierdes el control, son devastadores.
Pero por lo menos este grupo de amigas estaban bastante curtidas, ya que tenía bien claro la principal regla del juego: cuando se trata de lograr el mate, una ya no se puede dar el lujo de jugar en un solo tablero.
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