He estado saliendo con un chico durante seis meses y realmente me encuentro perpleja por la situación. Nuestra conexión es evidente, quizás eso es lo que hace todo más complicado. Siempre la pasamos increíble juntos, me demuestra cariño y atención constantemente, incluso llega a decirme que soy su todo. Sin embargo, el problema que me causa preocupación son sus desapariciones frecuentes y su personalidad enigmática. Nunca sé con certeza cuándo nos veremos nuevamente y, lo que es aún más desconcertante, no tengo idea de cómo clasificar nuestra relación. ¿somos amigos, somos salientes, es mi novio? No tengo idea. Es un ciclo repetitivo: él menciona vernos el fin de semana, pero sin confirmar lugar ni hora exacta. Como respuesta, bloqueo mi agenda desde el viernes hasta el domingo, esperando que dé señales de vida. Si milagrosamente aparece a último momento, cancelo todo para estar con él. La ansiedad que siento al no saber qué somos, si responderá a mis mensajes o si tendremos un encuentro, es abrumadora. Pero cuando finalmente nos vemos, todo parece encajar perfectamente. Me aterra plantearle la cuestión de nuestro estatus,ya que puedo espantarlo y perderlo para siempre, sin embargo, tampoco me siento cómoda en esta incertidumbre constante. ¿Cómo debo abordar esta situación?

Por Cecilia de Orbegoso

Frente a esta específica situación sobre este tipo de muchachos y sus intermitencias en nuestras vidas, hace bastante que mis amigas y yo hemos perdido la virginidad ya que múltiplas veces nos hemos cruzado con ese Homo sapiens que por dárselas de sapo debería haber evolucionado ya hace mucho hacia el siguiente eslabón para volverse Homo finitus. A fin de cuentas, esa es la magia de las migajas: cuando el personaje en cuestión lo hace “bien”, sí que engancha, y cuesta mucho desprenderse de él.

Solo para ponerte en contexto te cuento un par de historias de terror: Hace un par de años, mi amiga Máxima conoció a un caballero chapado a la antigua y verdadero Lord inglés. Bronceado, sonriente, tenía muchísimo de galán latino. El flirteo entre él y Máxima empezó de lo más intenso, y el hombre, en menos de dos semanas, ya le estaba declarando amor eterno. “Eres la mujer que estaba buscando para casarme”, le dijo una noche, y así sucesivamente podría seguir enumerando los mil y un piropos del muchacho. Sin embargo, después de esas románticas confesiones bastaron un par de semanas para que poco a poco fuera desapareciendo: cada vez contestando menos, cada vez más “ocupado” y, coincidentemente, los fines de semana siempre estaba “complicado”. A saber qué hechizo había hecho este hombre sobre mi amiga, pero, por más de que tuvieron un romance de lo más efímero, la ansiedad que le generó a Máxima no solo fue dolorosa y agotadora sino que tuvo una duración que parecía ser eterna. Seis meses después, scrolleando en LinkedIn, Máxima lo encontró taggeado en publicherry donde lo más relevante era un bling bling que casi la dejó ciega. En ese momento hizo catarsis: ¡no era que el hombre estuviera ocupado, era que el hombre estaba casado!

De igual modo mi amiga Camila, quien conoció a Gavin en The League, un dating app. Se cayeron de lo más bien desde el primer mensaje de texto, luego tuvieron un zoom date (antes de pasar al 3D primero quería ver que tal les iba en 2D). La siguiente semana quedaron en hacer un picnic que terminó con dos botellas de Pinot Grigio en el departamento de Camila y en el entreacto, el detallista muchacho no dejó pasar la oportunidad para mostrar sus mejores dotes de galán: mensajes por las mañanas, largas llamadas por las noches y un ramo de flores a mitad de semana. Por las siguientes dos semanas se acurrucaron, tuvieron llamadas románticas, compartieron sus más íntimos secretos y, para suerte de Camila, todo iba viento en popa en el campo del sexo.

Mi amiga entusiasmada ya asumía que habían cruzado la barrera de exclusividad y que de ahora en adelante sus viernes por la noche iban a ser de vinos casuales, Netflix and Chill. Asi que de manera natural un jueves en la mañana le mandó un mensaje al susodicho para coordinar el fin de semana. No es que la dejaron en visto, sino que su mensaje ni siquiera fue leído. “No sé nada de él desde el jueves en la mañana”, me dijo en esa voz quebradiza que no era foránea para mí. Con el pasar de los meses descubrió que el chico tenía novia.

Ahora, no necesariamente es regla que la magia de tu relación desaparece porque alguien más está haciendo trucos con la varita de tu saliente, sin embargo este síndrome de desaparición es más común de lo esperado, y sin darnos cuenta terminamos siendo otra damnificada más de ese desastre natural de “le creíste el cuento a ese canalla” (sin ánimos de atribuir un género específico a estos discípulos de la escuela de Houdini, ya que es bien sabido que estos vienen en todas formas y colores, y estos pueden ser tanto mujeres como hombres)

Generalmente como el hombre en cuestión no sabe lo que quiere realmente, no es capaz de determinar el estado real de la relación, por lo que termina presentando estas actitudes contradictorias como no cerrar el capítulo oficialmente, esperando tener la oportunidad más adelante de explicar su ausencia con una historia extremadamente dramática y convincente, la que probablemente terminaremos creyendo, ya que cuando alguien nos gusta racionalizamos hasta el más absurdo de los cuentos. Debo confesar que a mí una vez me la hicieron: mi galán de turno no dio señales de vida un fin de semana completo y como excusa me dijo que había terminado en la clínica por una salmonela.

Ahora, los motivos para este comportamiento tienen más que ver con ellos que contigo. Así que no te sientas mal. Lo único que está en tus manos es definir tus propias expectativas y para ello es importante que te tomes un tiempo para reflexionar sobre lo que realmente deseas en una relación. ¿Buscas una relación estable y comprometida? ¿O estás dispuesta a aceptar una dinámica más informal?  Mi recomendación más sincera es que “NEEEEXT” y que pase el siguiente saliente.

En última instancia, la decisión es tuya. Pero no deberías conformarte con una situación que te cause más ansiedad que alegría, y sé que puede ser aterrador, pero la honestidad y la apertura son fundamentales en cualquier relación saludable. Así que si crees que debes seguir viéndolo, no te queda más que encararlo a sangre fría. Dile lo que sientes, confía en tu intuición y en lo que sabes que mereces.

Ojo de loca no se equivoca, en especial al tratarse de un exceso de misterio e intermitencia. Y recuerda que, después de todo, si una persona con la que se mantuvo comunicación constante, súbitamente decide cambiar de opinión, agradécele al Señor que de ti ese cáliz apartó.

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