Mi marido y yo estamos tratando de quedar embarazados por segunda vez desde hace un poco más de dos años. Yo ahora tengo 36 años y él es 4 años mayor que yo. Al inicio, la intimidad era común y sin presiones, pero al darnos cuenta de que no era tan fácil quedar embarazados, empezaron a surgir frustraciones (sobre todo porque la primera vez fue bastante fácil). Ahora, el sexo no solamente se ha vuelto completamente mecánico y tarea que cumplimos en mis días fértiles, sino que se ha convertido en una presión super fuerte para ambos. Siento que, no solamente ya no quiero tener sexo, sino es que ahora ya no sé como tenerlo por placer y no como un deber, y además tengo miedo de que se convierta en un circulo vicioso que termine destrozando mi relación. ¿Es esto normal?

Por Cecilia de Orbegoso

Comenzaré explicándote que es completamente normal sentir los mismos sentimientos y preocupaciones que muchas otras parejas que están tratando ser padres y que aún no lo consiguen. Y es que nadie te cuenta de lo sinuoso, espinoso y emocionalmente desafiante que es el camino hacia la concepción. Es un viaje impredecible, a veces corto, a veces largo, algunas veces con turbulencia, otras con escalas, pero siempre incluye un equipaje emocional cargado de expectativas y presiones, que a veces puede ser ligero, pero en otras ocasiones el sobrepeso es tan abrumador que afecta de forma negativa la intimidad en una relación. (Súmale a eso el ensordecedor tic-tac del reloj -biológico- que te recuerda que en cualquier momento, con o sin ti, puede despegar el avión) !Me da ansiedad solo de pensarlo!

El sexo, que solía ser esa emocionante carretera hacia la intimidad, de repente se convierte en una misión secreta de “concepción a toda costa”. Ya no es sobre el placer y la diversión, sino sobre ejecutar un plan militar con precisión quirúrgica. ¡Adiós a las noches románticas espontáneas! Ahora, es más como “informe para el deber, soldado”. Y, por supuesto, en medio de toda esta locura, la pasión toma un descanso no planificado en una isla desierta. (No por nada la falta de deseo es una de las disfunciones sexuales más comunes, sin hacer distinciones de género).

Así que, si sientes que el sexo se ha vuelto más mecánico que una línea de ensamblaje de fábrica, no te preocupes. Es una reacción natural al estrés de querer concebir. La ovulación y los días fértiles se convierten en los únicos temas de conversación en la mesa, y el acto sexual se siente más como una tarea programada que como un momento de conexión apasionada entre tú y tu esposo.

Pero, ¡no todo está perdido! La calidad de tu vida sexual puede mejorar si cambias el chip. Si dejas de lado la ansiedad de quedar embarazada por un momento y te permites disfrutar del proceso, las cosas pueden cambiar para mejor. Suena un poco cliché, lo sé, pero funciona. Piensa en ello como una especie de “ley de la atracción inversa”. Cuando dejas de buscar desesperadamente, es más probable que las cosas fluyan de forma natural.

Hablemos de la comunicación con tu esposo, ¡esto es crucial! Están en esto juntos, como un equipo en una aventura épica. Hablar sobre tus preocupaciones y sentimientos puede liberar la tensión y fortalecer la conexión entre ambos. La llama de la pasión puede estar un poco apagada, pero el compromiso de amarse mutuamente es lo que realmente importa.

El estrés es el villano principal en esta historia, ¡así que mantenlo a raya! Dedica tiempo para relajarte y cuidarte, no solo mentalmente, sino también conectándote con tu propia sexualidad. Cuanto más te sientas cómoda contigo misma, más fácil será conectar con tu esposo en un nivel íntimo.

Y por último, pero no menos importante, recuerda que no hay un momento específico para concebir. Deja de mirar el calendario como si fuera una cuenta regresiva para el lanzamiento de un cohete espacial. A veces, al liberar la presión y volver a disfrutar del viaje, las cosas funcionan mejor de lo que imaginas.

¡Relájate, diviértete y disfruta del viaje hacia la concepción! La pasión puede volver, y tu reloj biológico no tiene por qué ser el jefe de la expedición. ¡Buena suerte en tu búsqueda de la aventura de la paternidad!

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