Chinese Tuxedo (Manhattan)
¿Por qué la gastronomía china en los Estados Unidos es sinónimo de comida rápida o, inclusive, de mala calidad?”, se preguntó Eddy Buckingham cuando se mudó a Nueva York a los 33 años para abrir un bar en Midtown. Siete años después, abriría Chinese Tuxedo, el primer restaurante de lujo en el barrio, en el famoso edificio de la antigua ópera china de Mott Street, fundado en 1897. El espacio es sorprendentemente amplio. Una imponente puerta de acero adornada con caracteres chinos conduce a una barra bien surtida de saques y, luego, a un gran salón de doble altura, decorado con plantas, marquetería fina y ese diseño limpio y urbano que caracteriza al neoyorquino. “No quisimos revolucionar la comida china, sino más bien traerla al presente”, cuenta Buckingham, quien explica que prefiere una carta con platos a base de productos de buena calidad, bañados en salsas para ocultar el sabor de los ingredientes. Recomendamos recetas tradicionales, como el pichón crocante y los gyozas y tallarines hechos en casa.
Amazónico (Madrid)
El cuarto restaurante inaugurado por Sandro Silva y su esposa, Marta Seco, es el nuevo hotspot de la capital española. Tras la inauguración de este espacio, cuyo interiorismo ha resuelto con gusto impecable el estudio de Lázaro Rosa-Violán, este cocinero y empresario de 43 años ha iniciado una aventura culinaria de aspiraciones multiculturales, con platos en parte inventados en los que la Amazonía le sirve de pretexto para fusionar sabores de la India, Argentina, Tailandia, el Perú y China. El espectáculo de los asados que flanquean la entrada –espetos malagueños, horno tandoori indio, parrilla argentina, rodizios brasileños– proporciona una fotografía de su intencionado mestizaje. De la barra japonesa contigua, que funciona aparte, llegan algunos platos interesantes como el delicado usuzukuri de hamachi (pez limón) con tomate y maracuyá; el poke de atún rojo con anacardos y arroz salvaje; y, de sabor intenso, el yarikahua de carabinero con choclo morado. Recomendamos la piña glaseada –el sello de la casa– y, para quienes quieren una copa adicional, tanto la barra de cocteles que ocupa la entrada como la sala de jazz del sótano son uno de los lugares con mejor concurrencia de la ciudad.
Por Isabel Miró Quesada
Publicado originalmente en Cosas Lujo 08.