A propósito de la inauguración de la tercera exposición de arte en Tragaluz -que va hasta el 15 de noviembre-, conversamos con Augusto Baertl, propietario y director creativo del restaurante, y Mauricio Aguirre, curador de la muestra. 

Por María Alejandra López // Fotos de Diego Valdivia

En Tragaluz se recibe al comensal con un enunciado en la puerta: art, food & mixology, y es imposible no reconocer que uno está en un restaurante distinto, rodeado de piezas de arte que van desde murales en la pared (a cargo de Mateo Liébana) hasta imágenes fotográficas que se pueden apreciar en los salones y en los baños. 

«Sin título» de David Zink Yi.

Justamente, esa fue la intención de Augusto Baertl, quien conceptualizó unir arte, gastronomía y coctelería con su primer Tragaluz (2007), en Asia. «El primer verano tuve el reto de ver qué poner en las paredes y resolví el problema de una manera creativa: le toqué la puerta a una galería y pedí que me prestaran sus obras para exhibirlas en vez de que las tuvieran guardadas en un almacén», cuenta el propietario y director creativo. 

«Mondrian en 3D» de Marco Pando.

Una de las primeras colaboraciones artísticas que tuvo el local en Asia fue una intervención del artista plástico Mateo Liébana y, buscando replicar el concepto en el restaurante de Miraflores, el artista fue el encargado de pintar un mural en el local que se ubica en el Belmond Miraflores Park: ese fue el inicio de lo que se convertiría en un restaurante lleno de arte.

Arte para todos 

Mauricio Aguirre y Augusto Baertl

«Es una galería sin ser galería», describe Mauricio Aguirre, curador de las exposiciones de Tragaluz. «Ponemos arte en un lugar diferente y las personas que no necesariamente van a un galería vienen aquí y se conectan con la cultura», explica. Para Mauricio, amigo cercano de Augusto, el local es perfecto para exhibir todo tipo de piezas de arte y englobarlas bajo un concepto único. «Así nació nuestra primera colaboración juntos»

«Sin título», de Santiago Roose.

«La cocina de por sí es un arte y aquí buscamos complementar la experiencia: que el restaurante no solo sea un lugar donde vas a comer algo delicioso, sino también donde puedes experimentar otras sensaciones», añade Augusto. «Irónicamente, aquí uno de mis platos favoritos parece una obra de arte: la causa no tiene una estructura tradicional», complementa Mauricio, quien explica que el restaurante también busca transmitir una influencia artística a través de la cocina. 

«Mondrian en Paramaribo» de Marco Pando.

Tragaluz también busca generar un contraste entre la decoración y el arte que se exhibe en las paredes, los techos y las repisas. «Trato de que el estilo sea algo neutro y no sea invasivo. No quiero que las obras compitan con el espacio, sino que lo acompañen y por eso jugamos bastante con el color blanco», explica Augusto. «Queremos que el arte sea el protagonista»

Somos todo lo que necesitamos

Tragaluz acaba de inaugurar su tercera exposición de arte con veinte piezas que estarán en exhibición hasta el 15 de noviembre. Esta vez, la temática reúne a los artistas Joaquín Liébana, Santiago Roose, Marina García-Burgos, Teresa Bracamonte, Illich Castillo, Edi Hirose, David Zink-Yi, Marco Pando, Juan Diego Tobalina, Nancy La Rosa y José Carlos Martinat bajo el nombre Somos todo lo que necesitamos. Si bien la muestra se centra en trabajos fotográficos, también incluye algunas esculturas.

Esculturas de Marco Pando.

Todas las obras que se exhiben en el local -durante un periodo de tres meses- también se encuentran a la venta. Si bien se entregan al finalizar la exposición, según cuenta Mauricio, en una oportunidad él hizo una excepción: «Un huésped de Suiza se sentó a almorzar y se enamoró de un cuadro de William Cordova. Él era coleccionista y quedó fascinado con la trayectoria del artista: quería llevarse el nuevo cuadro a su regreso», cuenta. «Solo rompí la regla porque yo me enamoré del arte peruano contemporáneo gracias al trabajo de Cordova».