Jorge Luis Salinas presentó su segunda colección en el Milán Fashion Week, inspirada en la danza de las tijeras y tejidos artesanales. Con su nuevo rol como promotor de las artesanas textiles, cuestiona la falta de visión institucional para la moda peruana
Por: María Jesús Sarca Antonio | Fotos: cortesía de Jorge Salinas
Jorge Luis Salinas regresó a Milán por segunda vez, convirtiéndose en uno de los pocos diseñadores latinoamericanos presentes en el calendario oficial de la Semana de la Moda. “Siento que muchas voces y mentes han despertado durante estos meses de poder llegar a donde he llegado yo”, comentó el diseñador.

Se empleó técnicas ancestrales como el tejido en telar de cintura, el bordado manual y el acabado en fibras naturales.
La inspiración de Jorge surge de la observación minuciosa de los trajes tradicionales de los danzantes. Las chaquetillas cortas, las mangas abombadas y los detalles bordados se reinventan en blusas, vestidos y tops que mezclan texturas de crochet y tejidos a mano, logrando un equilibrio entre la precisión del patronaje moderno y la expresividad de la vestimenta andina. “Reflejé esos detalles en mangas abombadas, pantalones y vestidos globo, para dar amplitud y movimiento”, señala. Los bordados, con motivos florales y pétalos, se combinan con colores pastel, creando un contraste que aporta frescura y dinamismo a la colección.
El tejido artesanal se convirtió en su firma. Tras su debut en Milán, la crítica internacional subrayó la fuerza de sus prendas: “Si quería trascender, debía diferenciarme por algo. Todo el mundo hace vestidos y blusas, pero nadie teje como en el Perú”. En esta colección, más del 70% de los treinta y ocho looks emplea fibras locales, trabajadas punto por punto, con acabados que controlan peso y caída y conservan la silueta exacta de cada pieza.

Las prendas incorporan motivos de rosas, escamas, plumas y conchas.

La colección destacó por sus tonos pastel suaves, como el rosa gragea, el verde salvia y el azul cielo.

Vestidos y piezas a capas se presentaron junto con pantalones acampanados, chaquetas y minifaldas.
Sus raíces creativas se vinculan a la herencia familiar. “Siento que retomo lo que mi madre inició y lo llevo hacia otra dimensión. Ella trabajaba siendo autodidacta en confecciones; yo tomé la hilación hasta donde ella terminó”, recuerda. Esa influencia germinó en un taller donde tradición, innovación y desarrollo social conviven: un espacio que transforma las manos de artesanas en motor económico y artístico.

La colección, de 38 looks, surgió del trabajo conjunto con 50 artesanas peruanas.
Desafíos institucionales
En medio de los aplausos y flashes de Milán, Jorge siente la desconexión de su propio país. Su relación con PromPerú refleja este choque: pese a que ha recibido invitaciones a proyectos, “siguen siendo visiones equivocadas, erradas, que no entienden qué significa posicionar la moda peruana en un primer mundo. Insisten en caminos que no fortalecen la industria ni valoran el talento local”.
Critica la limitada comprensión sobre la importancia de dar visibilidad global a creaciones que integran tradición y modernidad. Su trabajo busca evidenciar que las fibras y técnicas locales pueden dialogar de igual a igual con la alta costura europea, fortaleciendo la visibilidad del Perú y empoderando a quienes participan en el proceso creativo.

La propuesta de Salinas fue elogiada por su autenticidad artesanal y usabilidad, además de un notable potencial comercial europeo.

Con estilismo de Anna Dello Russo, el desfile se realizó en un soleado jardín milanés en el corazón de la ciudad.
La colaboración con artesanas de distintas regiones garantiza diversidad en puntos y texturas. “Todos los tejidos son nuevos y tienen impregnada la creatividad de quien los hace”, destaca Jorge. Este enfoque respeta la autenticidad de cada pieza y empodera a las mujeres que vienen de distintas partes del país.

El cierre del desfile incluyó a las artesanas en la pasarela, un reconocimiento a las manos que dan vida a cada creación.
“Milán ve más que tejidos y colores; presencia de una narrativa que conecta pasado y presente, tradición y modernidad”, concluye. Sus prendas son una prueba de que creatividad, técnica artesanal y responsabilidad social pueden competir en la alta costura, incluso cuando la institucionalidad sigue sin acompañarlas.
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