El reconocido pianista francés ofreció un concierto el miércoles 9, con obras de Beethoven, Chopin, Liszt y Ravel. En exclusiva para COSAS, el curador y crítico peruano Jorge Villacorta reflexiona sobre la intensidad emocional y la profundidad interpretativa del artista.
Por: Jorge Villacorta | Fotos: Pablo Macalupu
«Mientras vives, ¡brilla!». El pianista Cyprien Katsaris hace exactamente eso. La noche del miércoles 9, lo hizo. Antes de dar inicio a su extraordinario concierto, anunció al público que iba a improvisar variaciones sobre la melodía más antigua que se conoce en la música de Occidente: una melodía de hace 2,000 años, que fue descubierta en el siglo XIX, en Grecia y que estaba acompañada de una inscripción en recuerdo de una mujer, Euterpe, por su autor, Psitaro. La invocación citada al inicio de este artículo es la primera línea de aquel texto ático. Esta improvisación sobre un tema, con variaciones, marcó el desarrollo programático que fue erudito y, a la vez, un reconocimiento inesperado a la emoción que despierta la música en todos. El concierto fue una oda a las emociones, por un intérprete de personalidad musical avasalladora y de una profundidad de sentimiento que resulta rara en pianistas de la actualidad.

Cyprien Katsaris se presentó por primera vez en Perú, en el Teatro Municipal de Lima.
Katsaris es consciente de aquella fuente inagotable de deleite que es la improvisación y es un músico con plena consciencia de la historia universal de la música y sobre todo de la literatura romántica y postromantica de su instrumento. Defiende la tradición en su integridad, pero siempre que la interpretación esté volcada hacia el presente, en la mente y en el corazón de quien ejecuta. Este pianista aquilata y proyecta a la perfección el origen de las composiciones en estructuras melódicas y rítmicas de provenencia popular, sobre las que compositores de Occidente han creado sus piezas.
Así, su elección, para la primera parte del concierto, de la marcha turca con variaciones, perteneciente a “Las ruinas de Atenas” de Beethoven, seguida por variaciones sobre la Danza de los Derviches de la misma obra por Camille Saint Saens, y, por último, las variaciones por Franz Liszt sobre fragmentos de la misma obra de Beethoven, revelaron el sentido valorativo que Katsaris da a la cadena que las citas musicales establecen, al conectar a los compositores através del tiempo. Liszt es ciertamente un compositor que ejerce fascinación sobre Katsaris, quien a su vez la extiende potentemente al público. Su performance de la Fantasía sobre melodías populares húngaras con la que cerró el concierto fue ciertamente el clímax.

El pianista franco-chipriota Cyprien Katsaris improvisó sobre una melodía griega de más de 2,000 años y ejecutó obras de Beethoven, Saint-Saëns, Liszt, Ravel y Chopin.
Dos ‘guirnaldas’ sonoras, una de cinco piezas de Maurice Ravel, poco conocidas por el público y otra de cinco de las composiciones más conocidas de Chopin (incluida la Polonesa “Heroica”) deben ser señaladas como momentos muy altos de reflexión y emoción. Su interpretación de Chopin fue un verdadero hechizo lanzado sobre el público: justa y sobria fue su ejecución, emotiva sin sentimentalismo; honda y auténticamente conmovedora.
Katsaris introdujo fuera del programa, al inicio de la segunda parte, dos preludios incas de Pablo Chávez Aguilar, un sorprendente regalo para un público que desconoce mayormente a este autor. El gesto revela al hombre.

Jorge Villacorta, crítico de arte y curador independiente peruano.
Quedaremos siempre en deuda con este eximio artista por esta lección de música y de vida.
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