El psicólogo y comunicador Julio Hevia falleció ayer a los 65 años. Para recordar su legado, publicamos la entrevista que le hicimos en 2016 con motivo de la publicación del libro “Del dicho al hecho. Vigencia y desgaste del saber proverbial”, donde conversamos con el autor sobre aquellas frases que, de alguna manera, nos definen como personas.
Por Miguel Farfán
“Yo he sido y sigo siendo un coleccionista de frases. Siempre hay frasecitas que te pueden dejar muy bien parado”, afirma Julio Hevia, y prosigue con entusiasmo.“Eso creo que lo heredé de mi viejo. Yo me he divertido mucho con mi padre jugando con las palabras; diría que él me ha educado con proverbios. Mi amor por la lengua tiene que ver con sentencias, con frases mínimas. Puedes aferrarte a ellas como si fueran la verdad encapsulada o puedes jugarlas en distintos contextos a ver qué pasa. Yo no me he podido resistir a mi afán de crear cosas o recrearlas, vamos a ver qué opina el lector a las variantes que le propongo a los proverbios originales”.
Y algunas de estas variantes, retocadas por el autor y disparadas desde las páginas de su flamante libro son:
“Cuando el chisme suena es porque rating trae”.
“A calles revueltas, ganancias de saqueadores”.
“Tanto va el cántaro al agua hasta que al fin se torna un éxito”.
“El ojo del diseñador engorda a la modelo”.
–Conocemos tu obsesión por el lenguaje y sus a veces paradójicas mutaciones. ¿Pero qué te llevó a escribir este libro?
–Varios propósitos. Entre ellos, salvar, en la medida de lo posible, parte del saber proverbial, o por lo menos de una cierta lógica que los proverbios nos proveen, quizá, para decirlo del modo más descarnado, ahorrándonos reflexión. Porque tú encuentras la moraleja, la fotografía armada o la profecía autocumplida a través de estos fraseos.
–¿Propones alguna distinción entre refranes, dichos, aforismos o sentencias?
–Yo no me he empeñado tanto en resaltar esas diferencias. Más me he empeñado en su circularidad, la recurrencia con la que se usaban o se siguen usando estas fórmulas que aparentemente no tienen pierde y que sostienen a veces posiciones irreconciliables. Por ejemplo, cuando tú dices: “No hay que buscarle tres pies al gato…”. O, por el contrario, “No hay que buscarle cinco pies al gato…”. Resulta que ambas versiones tienen sentido, porque ‘cinco’ tiene que ver con un exceso monstruoso, y lo monstruoso tiene que ver con un exceso de la mostración; en cambio, cuando hablamos de las tres patas, eso más bien tiene que ver con la falta, con el desequilibrio. Entonces, dependiendo de qué quieras tú remarcar, puedes utilizar la primera o la segunda fórmula.
–Debes haberte encontrado con más de una frase a la que el tiempo y uso frecuente trastocaron su significado original.
–Sí, el abogado del diablo, por ejemplo, es una figura interesantísima del Vaticano que opera como defenestrador de cualquier argumento a favor de quien se quiera santificar. Sin embargo, ¿quién es el abogado del diablo hoy? No es alguien que defiende la ley, ni tiene el rigor de una autoridad indiscutible. No. El abogado del diablo es ahora un pata que se opone a todo. Claro, la oposición es lo que mantienen en común con el original, pero hoy el abogado del diablo puede ser un tipo renecio, que no defiende ninguna causa, que no trabaja para ninguna institución.
Julio Hevia
Posted by Centro Cultural Universidad de Lima on Thursday, May 25, 2017
–Al inicio citamos algunas de tu reinterpretaciones de conocidas frases, un ejercicio estilístico al que admites no haberte podido resistir. ¿También te dio por rastrear el origen de frases que han llegado a nosotros desde tiempos muy lejanos?
–No, yo más he seguido los efectos distorsionadores o las variables contemporáneas. No siempre necesité ni busqué ir al origen. Porque, incluso, si tú vas a manuales de expertos en estos temas, estos te dicen que es imposible detectar el origen. El origen parece una necesidad a posteriori, creada para satisfacer a los expertos o a la comunidad. ¿Quién inventa? Yo siempre tengo lista esta cartita: la pregunta no es quién la inventa, sino quién la utiliza después de haberla escuchado por primera vez. Es una “psicolojudez” pensar tanto en quién cuando importan mucho más cómo, cuándo y dónde empieza a expandirse una frase, a adquirir carácter de bola, de rumor.
–Las frases que citas no son entonces el fin último del libro, sino más bien el punto de partida para reflexionar sobre las particularidades de nuestra idiosincrasia.
–Visto desde otra perspectiva, desde otra dimensión, mi trabajo en este libro ha sido buscar unos cuantos proverbios que ilustren, que sirvan de pretexto para hablar de cosas de las que siempre estoy hablando: la cultura del espectáculo, el culto al individualismo, el afán pornográfico de los medios, el deterioro de las relaciones entre la gente, el culto al ocio. Entonces, me he fabricado una nave de frases para recorrer la actualidad un poco. Yo creo, además, que cada uno de nosotros es un proverbio o un conjunto de ellos; que, apelando a estos fraseos, nuestras vidas como individuos podrían traducirse en unos diez proverbios que señalen las cosas en las que siempre caemos, las que siempre decimos, las que siempre buscamos.