Jorge Muñoz está casado con Cuty Montagne desde hace casi treinta años, y todas las mañanas le dice que es una maravilla despertar a su lado. Mucho antes del 7 de octubre, pasó por un referéndum con su familia, en la sala de su casa, para definir si postulaba a la Alcaldía de Lima. La impulsora del sí fue Martina, la menor de sus tres hijos. COSAS estuvo con él en su casa, junto a su familia, y lo acompañó por el centro de Lima para conocerlo de cerca.

Por Débora Dongo-Soria S.  / Fotos de Rafo Iparraguirre

Cuty no fue su primera enamorada, pero sí su única novia. Salió con ella en una cita a ciegas. Antes de conocerla, no buscaba estar en una relación. Solo salir un rato, conversar y divertirse. “Pero me gustó mucho”, confiesa Jorge. “Era una persona absolutamente atípica al modelo que tenía en mi cabeza. Ella casi no habló la noche que salimos. Todo lo dijo con su mirada”. Cuty –o Mariella, que es su nombre de pila– tampoco buscaba nada. De hecho, en esa época, en los ochenta, estudiaba en Buenos Aires y solo estaba de paso por Lima.

Unos días después de la cita, Cuty regresó a Buenos Aires, pero la conexión fue más fuerte que la distancia. “Nos mandábamos cartas todos los días”, recuerda Jorge. “Luego, viajé a negociar el retorno. No fue fácil porque ella tenía una vida hecha allá, pero después de un tiempo agarró sus cosas y se vino”. Cuty cuenta que lo dejó todo por él y lo único que le pidió fue que nunca la hiciera arrepentirse de su decisión. Hasta hoy no se arrepiente.

Matrimonio religioso de Jorge y Cuty, el 11 de enero de 1991, en la Iglesia Carmelitas, en Miraflores.

Después de eso, ganar una elección municipal para Jorge ya no sonaba tan complicado. La pareja se casó en 1991 –los casó un primo de ella–, y hoy tienen tres hijos: María Lucía (veinticuatro), Matías (diecinueve) y Martina (dieciséis). La mayor es diseñadora de modas y trabaja fuera del país. Nació en Toquepala, Tacna, cuando Jorge trabajaba ahí para Southern Copper Corporation. Matías terminará de estudiar en Toulouse Lautrec el próximo año. Le encanta la tabla. Jorge dice que fue el más reacio durante el referéndum en familia. “Él me decía: ‘Papá, yo no quiero ser el hijo de, yo soy tu hijo’”.

Martina, en cambio, sentenció: “Si mi papá quiere y sabe hacerlo, lo vamos a apoyar”, cuenta Jorge. Eso logró que la familia llegara a un consenso. Martina todavía está en el colegio. Dice que va a estudiar Derecho, pero que su sueño es ser modelo. Su papá le ve pasta de estar en la vida pública. Aún le falta mucho para eso, pero dentro de poco tendrá su primera elección. Quiere ser House Captain de Hope en el San Silvestre.

“Me siento un privilegiado. Tengo una familia muy unida, muy armónica”, reflexiona Jorge. Se nota. Siempre sostiene la mano de su esposa y es muy cariñoso con sus hijos. En su casa también vive una cachorrita rescatada hace pocos meses, Atenea, una engreída lindísima. Gatos no hay.

La familia Muñoz Montagne en 2002.

Jorge es de despertarse temprano. Accedió a una entrevista a las siete de la mañana en su auto, camino al centro de Lima, junto a su hijo Matías. No descarta vivir en el centro de la ciudad ni desplazarse en transporte público de vez en cuando para ir a la municipalidad. “Muy temprano por aquí, alcalde”, le decía la gente que pasaba cerca a la Plaza Mayor. “Dicen que al que madruga, Dios lo ayuda”, respondía. “¡Sí es él, sí es él!”, comentaba otro grupo que pasaba por ahí, y se le abalanzaban para saludarlo y pedirle una foto. El alcalde le decía que sí a todos y posaba feliz.

También es deportista, le encanta el fútbol. Iba al Estadio Nacional y a Matute con su padre. Su hijo asegura que tiene “un montón” de camisetas de Alianza Lima. Y Cuty confiesa que ser hincha de Alianza fue un requisito para aceptar ser su enamorada. En la Universidad Católica, jugó de delantero, pero su puesto natural era en el medio campo. “Era medio marcador. El Jayo Legario de la época”.

Muñoz, estudiante del Carmelitas, durante un torneo de fútbol de Adecore, en el campus del antiguo colegio Champagnat.

—¿De qué posición va a jugar en la Alcaldía de Lima?

—Ahí hay que jugar en todas las posiciones. De mediocampista, defensa, delantero, para meter los goles. Hay que hacer de todo.

—Además de Eduardo Orrego y Luis Bedoya, ¿a qué alcalde admira?

—Alberto Andrade es, sin duda, un referente. Desde una perspectiva social, Alfonso Barrantes, porque creó el Vaso de Leche. Hay algo bueno en todos.

—¿Qué rescata de Luis Castañeda Lossio?

—Poco, te soy sincero. Creo que tuvo dos buenos gobiernos, pero este último periodo ha sido muy malo, y creo que no se da cuenta. Y si se da cuenta, actúa muy bien para no evidenciarlo. Un día me recibió con las fotos de sus obras, quería hacer una suerte de show mostrándome sus fotografías. Yo no quiero eso, quiero que me den papeles y con eso ver cómo están las cosas.

—¿Y de Susana Villarán?

—Lo más rescatable fue el inicio de una reforma de transporte, pero se diluyó.

Jorge Muñoz fue rápidamente reconocido por los peatones en el centro de Lima. “Alcalde, una fotito. ¿Puede ser?”, le preguntaban siempre. “¡Claro! Una foto. A ver…”, respondía, solícito.

—¿Cuál fue su primer trabajo?

—Cuando estaba en el colegio me cachueleaba vendiendo pollas en el Jockey Club. Luego he sido practicante de Derecho. He caminado mucho por Lima cuando era practicante.

—¿Desde ahí ya quería ser alcalde?

—Siempre quise participar en la vida pública. Cuando estaba en la universidad pensaba que iba a ser ministro de Justicia. Pero la vida te va llevando por diferentes caminos. Cuando era abogado de Southern mi mundo giraba en torno a lo legal, pero de pronto un amigo me dijo que le gustaría que fuera parte de una gestión en Miraflores. Dije que no, no quería salir de mi mundo legal, cómodo, pero tenía el bichito de la política. Después de muchas idas y venidas, mi primera aproximación a la política fue la gerencia de la Municipalidad de Miraflores. Me gustó. Entré a trabajar a un estudio de abogados y también fui regidor. En ese camino quise ser alcalde.

—¿Cómo lidiaba con los conflictos de interés cuando ejercía de abogado?

—Lo tenía muy claro. No aceptaba nada que tuviera que ver con Miraflores. El ser humano sabe cuándo está entrando en una situación complicada. Inclusive cuando una situación es medio gris, en el fondo sabes qué es lo correcto.

—¿Quién es su modelo a seguir?

—Hay que tomar las cosas buenas de las personas que han hecho buenas cosas. No hay un solo modelo. Al final, tú vas haciendo tu propio camino.

—¿Quién lo inspira?

—Converso mucho con mi esposa. Es mi cable a tierra. Me inspira tranquilidad, sencillez.

Martina Muñoz, Cuty Montagne, Jorge Muñoz y Atenea, de cinco meses.

—¿Qué lo hace perder la paciencia?

—La injusticia, la corrupción, pero soy una persona muy paciente.

—¿Cómo lidia con los fracasos?

—Cuando tengo un desacierto, lo convierto en un aprendizaje. Las crisis también son oportunidades.

—¿Qué ha aprendido de su experiencia como alcalde de Miraflores?

—Quizás a no ser tan confiado. La confianza a veces nos ha llevado a resultados que tal vez no fueron los más óptimos. Tampoco puedes desconfiar permanentemente, pero siempre hay que mirar las cosas un poquito más.

EL FUTURO

El alcalde dice que siente mucho cariño y aceptación de la gente. “Aquí va a encontrar a gente trabajando. Lo más importante es que nadie te puede sacar si tú trabajas”, le dijo un señor mayor, dirigiéndose a Muñoz como correligionario, frente a la Municipalidad de Lima. “Pero has venido con corbata amarilla, eres de Solidaridad Nacional”, le respondió Muñoz con mucho humor.

—¿Cómo enfrentará los liderazgos tradicionales en Acción Popular y las naturales presiones para ocupar cargos públicos?

—Con un liderazgo natural. Sé que hay gente que va a querer un puesto de trabajo o alguna situación de beneficio, pero se trata de hacer algo por la ciudad. Eso lo tengo muy claro y lo pongo como centro de todo mi accionar.

—Si hubiese podido, ¿se habría presentado como candidato independiente?

—No sé. Siempre tienes que tener un vehículo. Puede ser que tener que presentarse con un partido sea una limitante. He tenido conversaciones con partidos de izquierda radical y de derecha radical. Eso quiere decir que soy de centro, y en Acción Popular encontré un partido con esa ideología.

—Ha sido elegido en un momento muy convulsionado. ¿Qué aporte se puede dar desde la Alcaldía de Lima para sosegar la política nacional?

—Mostrar una conducta adecuada, intachable. Es un momento para adecentar la política con transparencia y diálogo.

—¿Cómo se recupera el principio de autoridad en Lima?

—Trabajando con firmeza dentro del marco de la ley para hacer las cosas en orden y bien.

“Veo a Lima como un gran mosaico. Dentro de su diversidad hay cierta armonía”, dice el alcalde electo de Lima.

—¿Se va a llevar todo su equipo de Miraflores a Lima?

—Casi todo.

—¿Eso no podría darle una mirada muy miraflorina a los problemas tan dispares de la capital?

—No. En todo caso, será una mirada muy municipalista, de experiencia.

—La expectativa sobre su gestión es alta. ¿Cómo va a lidiar con el estrés y la presión?

—Vamos a ver cómo lo manejamos. Siento que ha pasado un año desde la elección. Por ejemplo, le estuve pidiendo más información a Carlos Neuhaus sobre los Panamericanos, y de pronto me di cuenta de que era domingo y que quizás lo estaba perturbando en su casa, y que yo mismo estaba ocupando mi momento para descansar. Tendré que dosificar eso porque, si no, no hay cuerpo que lo resista y ya no me van a sacar tarjeta amarilla, sino roja.

—¿Ya le sacaron tarjeta amarilla?

—No, no. El árbitro hace el ademán, a veces se mete la mano en el bolsillo nomás.

—¿El árbitro es Cuty?

—El árbitro es la señora, claro.

En el camino de regreso a Miraflores, hay un poco más de tiempo para conversar. Hay tráfico, aunque desde las ocho de la mañana su celular suena para entrevistarlo en vivo. Cree que es persistente y que la perfección es uno de sus defectos, pero es uno con tintes positivos. “A ver, Matías, qué otro defecto ves en tu padre”. “Eres necio”, le dice su hijo desde el asiento del copiloto.

Su hija Martina, la menor, había dicho que es celoso. El alcalde no dice nada. Matías interviene: “¡Sí, recontra celoso!”. “Bueno, eso dicen ellos. Espero lo mejor, quizás. Va en línea con ser perfeccionista”, dice el alcalde.

Ante la pregunta de por quién habría votado si no hubiese sido candidato, Matías vuelve a responder primero que su padre. “Por Urresti”. Ambos se ríen, pero el alcalde elabora rápidamente una respuesta: “Me parecieron buenos candidatos Beingolea, Guerra García, Velarde. Tenían un perfil parecido al mío”.

Junto a su hijo Matías, de diecinueve años. Ambos son hinchas de Alianza Lima.

—Lima es una ciudad llena de tradiciones. ¿Qué rol tendrá su gestión ante las procesiones o corridas de toros?

—Creo mucho en la libertad. Voy a respetar la cultura de Lima.

—¿Iría a una marcha de Ni una menos, Con mis hijos no te metas o del Orgullo gay?

—Sí. Como alcalde no debo generar fraccionamientos. Todo lo que ayude a cohesionar y madurar como sociedad va a ser bienvenido en mi gestión.

—¿Qué rincón le parece sosegado en Lima?

—Podría decir que Miraflores, pero sería muy sesgado. Me da mucha paz el mar. Me gusta una obra de mi antecesor, el Parque de las Aguas. También me encanta el Morro Solar.

—¿Qué obra arquitectónica rescata de Lima? ¿Y cuál se tumbaría o no le gusta?

—Me encantan la plaza San Martín y la plaza de Armas. No tengo pensado tumbar nada. Hay que poner en valor la ciudad.

—¿Se puede ser feliz en Lima?

—Sí, soy optimista. Es una ciudad que te agrede, pero tenemos que hacerla nuestra casa.

Jorge y Cuty son felices. Dentro de poco, se tomarán unos días de vacaciones. Quizás las últimas en los próximos cuatro años.