Domadora de bebés. Así bautizó Tilsa Lozano a Alexandra cuando en enero le hizo una sesión de fotos a Valentina, quien tenía 11 días en el mundo. Alexandra tiene cinco años perfeccionando sus retratos de recién nacidos. A este tipo de fotografía se le conoce como newborn, y recrea la experiencia del vientre materno al acondicionar un estudio con temperatura tibia, un suave ruido blanco y texturas que acarician. Las sonrisas y los gestos que registran sus trabajos nos hacen pensar que, de la mano de Alexandra, vuelven a ese paraíso perdido. “Es un trabajo de conexión. Apenas tengo al bebé en brazos, lo voy conociendo y hago todo lo que sea necesario para que se sienta feliz, cómodo y pueda sacar lo mejor de sí”, en sus palabras. Estos primeros retratos se hacen cuando el bebé tiene entre 5 y 12 días de nacido: “Solo a esa edad los bebés mantienen la posición fetal y la capacidad de dormir profundo, sin inmutarse por los movimientos que se hacen para conseguir las poses”. En la mayoría de sesiones, los bebés se hacen encima de Alexandra. Ella lo maneja con buen humor, sin desanimarse ni distraerse. Uno percibe que ella ama lo que hace.
Alexandra estudió Comunicación en la Universidad de Lima, Fotografía en el Centro de la Imagen y ha llevado varios cursos de especialización en Estados Unidos y Argentina, pero su historia con la fotografía infantil empezó cuando era niña, como jugando: “Armaba estudios en mi clóset. Me robaba la cámara de mi papá y le tomaba fotos a mi hermano menor. Lo disfrazaba de cualquier cosa que encontraba”. Alexandra no solo toma fotos a bebés recién nacidos, sino que también se transforma en una enérgica y carismática dalina para sacarle una sonrisa genuina a los niños más serios que aterrizan en su estudio. Tiene chispa y recursos no le faltan: conoce juegos, canciones y toca guitarra. Todo con cámara en mano y el ojo inquieto, a la caza del perfecto souvenir de la infancia. “Hay varias etapas fotogénicas. Recomiendo tomarle fotos a los recién nacidos y luego esperar hasta que se puedan sentar solos, como a los ocho meses, es una edad linda: permanecen sentados y se ríen contigo. Ser bebé es el tiempo más corto de tu vida y quiero que tengas un recuerdo de esa etapa.”
Todos los años viaja a Nueva York para abastecerse de canastas, vinchas, trapitos y telas que estilizan y realzan la ternura de sus pequeños modelos. “Busco texturas específicas para que funcionen en la foto, sobre todo, porque trabajo con luz natural”, cuenta. Su sello personal son los colores pasteles y nudes, pero este año está empezando a apostar por el fucsia, el azul marino y el negro. Lo suyo es buscar un estilo atemporal, por eso, cuando hace fotos de familias, les pide que no se vistan con mucha tendencia. “La idea es darte fotos que puedas apreciar y atesorar así pasen los años”, apunta Alexandra.
El próximo año, la fotógrafa será la única peruana en el congreso Smile, de Argentina, las ligas mayores de la fotografía infantil. “Voy a exponer con fotógrafas que eran mis referentes como Ana Brandt y Katrina Parry. Miraba sus tutoriales cuando recién empezaba. No me lo esperaba. Es un honor”. Un logro que ha conseguido a pulso, con trabajo duro, gracia y talento.
Por Ana Carolina Quiñonez