Dicen que a veces basta solo una mirada para saber cuando alguien es para ti. Una mirada intensa de curiosidad, de misterio, de reconocimiento de almas en el momento preciso, ese en el que pensábamos que teníamos todo lo que necesitábamos y nos sentíamos completos, hasta que llega alguien a interrumpir tu supuesta “tranquilidad”. La historia de amor de Fiorella y Miguel es el ejemplo perfecto.
Por Stephanie Cayo
Este fin de semana en Tarapoto fue todo lo contrario a un fin de semana “tranquilo.” Este fue el lugar elegido para sellar esta declaración y promesa de amor y no pudo ser mejor escogido por los novios: Fiorella Cayo y Miguel Labarthe. La selva del Perú te regala un cielo celeste brillante que cambia a una paleta de colores vibrantes al atardecer, invitándote a soñar con aquellas películas de Disney que siempre terminan con un final feliz. La vegetación que rodea a la Laguna Azul en el distrito del Sauce es sorprendente, como el calor que, si no estás preparado, te puede obligar a permanecer en la laguna hasta que caiga el sol.
A este bello lugar llegaron invitados de distintas partes del mundo, algunos por tierra, otros en helicóptero o cruzando ríos caudalosos. Toda una aventura, como la vida de los novios.
La cena
Fueron tres días de actividades intensas, comenzando en el primer día con una cena para un grupo íntimo en el Hotel Sauce Resort al que asistieron únicamente las dos familias que iban a conocerse, presentarse entre ellas y hablar de sus deseos para los novios. Con esta idea, tomé la iniciativa de hacer que cada participante de la cena se levantara en su sitio para contar qué lo unía a los novios y cuál era su deseo para ellos. Un momento muy íntimo que sirvió para escucharnos y conocernos más.
Caminata por la Selva y fiesta tropical
Al día siguiente se realizó un reconocimiento del lugar y sus alrededores. Fuimos a un ecotour donde aprendimos acerca de diferentes plantas medicinales, vimos flores que no conocíamos, disfrutamos de un mariposario y aprendimos en una sola clase a hacer chocolate con el cacao de la zona. Algunos invitados hicieron una larga caminata hasta una caída de agua muy bonita y otros realizaron una visita a unos baños de lodo muy relajante.
Ese mismo día en la noche se realizó una fiesta tropical en el Hotel Sauce Resort a la que asistieron los invitados con atuendos tropicales llenos de colores y flores. Todos fueron recibidos con bebidas exóticas selváticas, como los conocidos siete raíces, rompe calzón, para, para, chuchuhuasi, etcétera… con los que los invitados extranjeros terminaron encantados.
En la selva aparentemente todo es afrodisíaco. Desde las plantas, las cremas y los aceites que hacen con ellas hasta lo menos pensado, como el barro.
La ceremonia religiosa
Al tercer día todos descansaron en la mañana ya sea tomando sol, bañándose en la piscina y practicando deportes náuticos en la Laguna Azul, para luego alistarse al mediodía para las bodas civil y religiosa, ceremonias con las que culminaban esos tres días de celebración.
El novio entró caminando acompañado por su madre desde el muelle, con el tema musical del agente 007 de fondo, y esperó a la novia en el altar. Los invitados aguardamos unos momentos mientras nos protegíamos del sol gracias a unas sombrillas blancas que nos regalaron. Era la hora dorada: el sol había bajado lo necesario y estaba camino a esconderse detrás de la montaña, regalándonos el brillo del agua en la laguna.
Todos teníamos trajes de colores pasteles, y algunos llevaban sombreros. La novia llegó en una lancha con su vestido blanco y su velo al viento. La esperaban sus dos hijos en el muelle, quienes la acompañaron. Sin embargo, Miguel no pudo contenerse y fue a recibir a Fiorella a mitad del camino, como quien toma la posta.
He visto a muchas personas tratando de encontrar a alguien perfecto con quien unirse. Ellos, en lugar de desesperar, no dudaron en casarse.
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