“Con Rafael hemos compartido cosas desde muy chicos. Él es mucho menor que yo, pero hemos tenido estas coincidencias que nos han cruzado en la vida. Familias cercanas (su madre trabajó con mi padre; su tío fue esposo de una íntima amiga mía)… Y, de pronto, cuando no decidía aún a qué se dedicaría, me mandaron a su casa…”, cuenta la editora gastronómica Hirka Roca Rey, autora de esta emotiva conversación.

Fotos de Omar Lucas

Tú fuiste quien me hizo decidir qué estudiar –dice Rafael.

Claro, iba a tu casa a darte clases de cocina.

¡Así empecé! Había cocinado algo antes, pero cosas mínimas. Acababa de terminar el colegio. Cocinábamos todos los días y ahí nació todo, pues. Dije: “Esto es”. Hacíamos tiraditos, guisos…

Toshiro Konishi, gran amigo recordado por nosotros dos, fue para ti un personaje muy importante.

Sí. La de Toshi fue una partida muy dura, porque había una amistad entrañable entre ambos. Viajamos mucho juntos. Si lo llevabas a un sitio que le gustaba, era plenamente feliz. Era una persona a la que le encantaba hacer amigos, con mucha pasión por lo que hacía… No solo por la cocina, sino por cantar, tocar guitarra. Tenía muchas cualidades. No creo que exista un chef tan completo como él en el Perú. Era como los profesores de artes marciales, que no te enseñan todo a la primera, tan fácil; tienen que enseñarte de a pocos.

A veces es la vida la que te enseña las lecciones más duras. Tú perdiste un hijo muy pequeño; fue una etapa devastadora, y luego llegó un embarazo inesperado.

Mi última hija ha sido un milagro. Mi esposa tenía las trompas ligadas y ella vino en un momento en que estábamos recién levantando cabeza después del caso de mi hijo. Ahora veo a mi hija (Catalina) y es una bendición. Para mi hija mayor (Aitana), haber perdido a su hermano y tener una hermanita es una maravilla. Nosotros no queríamos tener hijos. Fue alucinante. Estábamos en Cartagena, en la casa de mi hermano, que tiene cuatro hijos. Un día, con unos tragos, le digo a Ale (su esposa, Alexandra Vavoulis): “¿Sabes qué? Vamos a tener otro hijo”. Tuvimos mucha ilusión, pero también mucho miedo.

Rafael Piqueras

Alexandra Vavoulis, esposa del chef; sus hijas Aitana y Catalina, Hirka Roca Rey y Rafael Piqueras.

¿Cómo cambió este proceso tan doloroso tu visión como cocinero?

Bueno, me metió una patada en los huevos directamente. Me hizo ver la vida de otra manera. Primero, me hizo detenerme a pensar, porque era muy duro, no podía pensar. Entré en un estrés y una depresión terribles. Replanteas todo. Igual quieres hacer la cocina que hacías, pero también quieres estar con tu gente cercana permanentemente, porque eso es lo que te alivia. Hay momentos en que, te soy sincero, no sabía qué hacer para que el dolor disminuyera. Pero volver a ser padre me dio ilusión, ganas de vivir. Dije: “Esto me lo manda mi angelito”. Antes, creía que podía hacerlo todo, pero esto me hizo verme por dentro. Me intimidó. Me hizo tímido.

Fue un punto de quiebre.

Sí, me quebró. Fue como volver a empezar.

¿Y qué te has planteado en este volver a empezar?

¡Volver a cocinar! Había perdido las ganas de cocinar. Sentía que me habían amputado las manos y mi creatividad. Suena medio loco, pero, sacando lo malo de esta desgracia, siento que Joaquín, mi hijo, nos vino a dar una lección. Quizá, si no hubiese pasado lo que pasó, no estaríamos hoy como estamos en mi familia. Tengo que verlo así. En muchos casos, los padres se separan; en el nuestro, nos unió mucho más. Somos superdependientes el uno del otro; yo lo que más quiero en el día es ver a mi esposa. A ella y a mis hijas. Disfrutar de esos momentos y también de cocinar, que es algo que está volviendo a aparecer. Es como un círculo que se va cerrando.

¿Se refleja en las cartas de tus dos locales?

Sí, me siento contento con estos nuevos proyectos. Tengo Saladero, que es un restaurante de hotel pero que busca mucho público nacional; entonces, allí tienes desde una pasta hasta un cebiche. Es una cocina muy casual, una presentación bien simple, sin muchas pretensiones. Una cocina bien confortable.

Piqueras

Tomahawk, una de las novedades de Saladero.

Bien “tú”, que siempre has tenido esa esencia de la cocina comfort food.

Sí, me encanta. En Maras no hago esa cocina, hago más fine dining, pero en Saladero sí.

En Saladero tienes esta carta comfort food casual con la que puedes venir a almorzar, cenar…

Claro, tranquilo. Hacemos una carrillera con un puré casero, sin crema de leche, con papita y espinaca… Una comida confortable. Luego de almorzar, puedes volver al trabajo. Y tenemos de todo: pescados, carnes, verduras… Hay algo de criollo por ahí. Tiene influencia peruana, pero a la vez mucha influencia del mundo. Lo que quiero es que, cuando pidas un plato, te sientas cómodo.

La contraparte es el restaurante Insumo.

Sí. Queda en el piso 18 del AC Hotel. Es un rooftop con vista al mar, lindo. Básicamente, se llama Insumo por el producto: usamos mucho producto de mar y también carnes. Todo es piqueos. Los platos que se han concebido ahí son para compartir. Hemos hecho que haya una armonía entre cocteles y comida. Y todavía no le hemos puesto DJ, pero se le va a poner.