La construcción del aeropuerto de Chinchero, en Cusco, se ha convertido, simultáneamente, en un signo de desarrollo y de depredación. COSAS viajó a la zona para constatar las consecuencias cada vez más notorias en la puerta de entrada al Valle Sagrado de los Incas.
Texto y fotos: Rodrigo Salazar Zimmermann
Todavía se ven las raíces en la tierra removida por los cargadores frontales. Dos vacas pastan donde encuentran alimento, rodeadas de colinas, los nevados de las cordilleras Urubamba y Vilcanota, la laguna Piuray, 21 tractores, y camiones y volquetes que cargan tierra y cemento en la obra inicial del aeropuerto internacional de Chinchero, en Cusco. Donde antes había una gran pampa con plantaciones de papa y animales con arrieros, hoy la tierra está abierta a la espera de que despeguen de ella 140 aviones por día.
Han tenido que pasar 37 años y ocho presidentes, desde Fernando Belaunde hasta Martín Vizcarra, para que la idea del aeropuerto se transforme en obra. Pero, con los primeros movimientos de tierra, ha llegado una plétora de críticas de arqueólogos, geólogos, historiadores y pilotos de avión que insisten en que no se construya un aeropuerto en la puerta del Valle Sagrado de los Incas.
Cusco al límite
La necesidad de un nuevo aeropuerto en Cusco se debe a la congestión del aeropuerto de la ciudad, el Velasco Astete. Es común que los vuelos hacia y desde Cusco se demoren. En la única sala de espera del aeropuerto, a los pasajeros no les queda más remedio que esperar de pie o sentados en el piso, apoyados en sus mochilas, a falta de asientos suficientes. El Velasco Astete tiene parqueo para cinco aviones, insuficiente para la demanda actual, y, aunque puede duplicar esa capacidad, en menos de una década se volvería a saturar.
Solo en la necesidad de descongestionar el aeropuerto Velasco Astete coinciden partidarios y contrarios de un aeropuerto en Chinchero. De ahí surge un discurso polarizado en el que el aeropuerto de Chinchero se ha convertido bien en signo de la salvación de la industria turística cusqueña o bien en el de la depredación del Urubamba. Más que certezas, sobre el aeropuerto de Chinchero penden sombras, desde estudios contradictorios e inexistentes hasta mitos y exageraciones.
¿Restos arqueológicos?
Una de las dudas principales se esconde bajo la tierra. Los arqueólogos disputan la existencia de vestigios arqueológicos en la zona de las obras del aeropuerto. Si bien los ex ministros de Cultura Rogers Valencia y Ulla Holmquist señalan que no hay construcciones monumentales, una consultora contratada por ProInversión concluyó en 2011 que hay fragmentos cerámicos, tres caminos incas y trece rutas coloniales. Otro arqueólogo, William Cjuiro, contratado por el Estado peruano, confirmó en 2011 la existencia de los caminos, pero no halló restos. El arqueólogo Luis Guillermo Lumbreras comenta que “en la misma zona del aeropuerto, hasta lo que sé, no hay restos arqueológicos”.
La composición del terreno también es motivo de preocupación. De pie en la zona de movimiento de tierras del futuro aeropuerto de Chinchero, el geólogo cusqueño Raúl Carreño señala una dolina, un pequeño lago formado por una depresión geológica típica de la zona. Carreño explica que este suelo está compuesto por yeso, sal y roca caliza, que en contacto con el agua disuelven la roca y forman cavernas y ríos subterráneos. Si el techo de la caverna no aguanta su peso y se hunde, se forman dolinas.
El peso y la velocidad de los aviones puede agravar la situación, señala el geólogo. El decano emérito de la Facultad de Ingeniería Geológica y Geografía de la Universidad San Antonio Abad del Cusco, José Ángel Bueno, ha adelantado que estos fenómenos “son claramente y sin duda alguna factores de inseguridad física”. Incluso antes, el 6 de enero de 1988, el Ministerio de Transportes y Comunicaciones resolvió que la zona de Chinchero es “inadecuada para la construcción de un aeropuerto por la presencia de severas condiciones meteorológicas, de elevación y topográficas”.
Hoy existirían tecnologías para sostener el terreno, según Carlos Milla, presidente de la Cámara Regional de Turismo Regional de Cusco. Por su parte, el ex ministro de Comercio Exterior y Turismo y también de Cultura, Rogers Valencia, explica que la península de Yucatán, en México, donde hay un aeropuerto, también tiene dolinas. José Ángel Bueno recomienda que los fenómenos geológicos sean estudiados con mayor precisión.
Crecimiento urbano
Desde lo alto de las colinas de Chinchero, se ve un gran parche de tierra removida por donde circula maquinaria pesada, en contraste con los pastizales que rodean la obra. A un kilómetro de allí está la laguna Piuray, que abastece de agua al 40% de la ciudad de Cusco. La destrucción del paisaje es inobjetable. El nuevo aeropuerto hará “mucho daño a una de las características turísticas principales de Cusco: su belleza paisaijística”, dijo recientemente el profesor de historia Mark Rice al diario “The Guardian”.
En el segundo gobierno de Belaunde, un arquitecto de la Universidad Andina del Cusco, Enrique Estrada, fue contratado por el Banco Interamericano de Desarrollo para establecer un perfil de las consecuencias que habría en Chinchero si se construía allí un aeropuerto. “Mi conclusión es que no debería hacerse un aeropuerto”, dice. En primer lugar, señala que se perderá el tejido urbano del pueblo de Chinchero. “El trazo prehispánico está integrado a la naturaleza; siempre ha cumplido un rol importante. En la época de los incas, en la planicie (de Chinchero), se apreciaban todos los apus de las cordilleras de Urubamba y Vilcabamba”, añade.
En segundo lugar, se daría paso a un crecimiento urbano desproporcionado e informal, que ya es evidente. Al borde de la carretera que lleva a Chinchero, abundan carteles que ofrecen lotes en venta. En el pueblo surgen construcciones espontáneas, informales e improvisadas de hasta seis pisos, con vidrios azules de espejo y techos cóncavos, como de hangar, de calamina azul transparente, y con fachadas de ladrillo o cemento pelados. El mercado de tierras, dice el arquitecto Estrada, “va a afectar todo el valle de Urubamba” en el futuro.
Este crecimiento informal y su consecuente demanda podrían tener un efecto futuro sobre la laguna Piuray, según el agrónomo especializado en gestión del agua Marco Zeisser. A Zeisser le sorprende que las obras se puedan estar ejecutando. La ley señala que los estudios de impacto ambiental (EIA) pierden vigencia si después de tres años los titulares de los proyectos no inician obra. El EIA para el aeropuerto de Chinchero fue aprobado en junio de 2015 cuando el concesionario era Kuntur Wasi. La empresa ya no es la concesionaria y los movimientos de tierra iniciaron en diciembre del año pasado, tres años y medio después de aprobado el EIA.
“El impacto es asustador”, dice el arqueólogo Luis Guillermo Lumbreras. Y aunque existe un plan de zonificación urbana y un programa de gestión del espacio del Ministerio de Vivienda para Chinchero, Urubamba y Anta, que incluye, a pedido de la Cámara Regional de Turismo de Cusco, un tren eléctrico ligero que una a Chinchero, no hay evidencia de su aplicación en paralelo a los trabajos del aeropuerto.
Vuelos a Chinchero
El aeropuerto estará rodeado en la zona norte por las cordilleras Vilcanota y Urubamba. Al pie de esta última se extiende el Valle Sagrado, sobre el cual volarán los aviones. Los vuelos que saldrán de Chinchero generan las posiciones más polarizadas, y más de un mito.
Según el primer mito, los aviones no podrán despegar por la altura de Chinchero (+3700 m.s.n.m.). Pero ya hay aviones que despegan de Juliaca, en Puno (+3800 m.s.n.m.), y El Alto, en La Paz (+4100 m.s.n.m.), aunque son ciudades con una geografía menos compleja que la de Chinchero. La altitud sí obligará a las aerolíneas a llegar a un compromiso en su peso de combustible, pasajeros y carga. Rogers Valencia y Carlos Milla proyectan que el aeropuerto de Chinchero tendrá un alcance de hasta 5000 millas, por lo que sus vuelos podrían llegar a ciudades como Santiago, La Paz, Bogotá, Sao Paulo y Ciudad de México.
El de Chinchero sí será un aeropuerto internacional, pero no intercontinental. “Ni en platillo volador puede ir de Chinchero a Miami” con carga máxima, según Bruno Papi, general en retiro de la FAP. A pesar de que ejecutivos de Airbus le han señalado al exministro Valencia que sus aviones sí pueden despegar de Chinchero, los pilotos insisten en que no se han realizado pruebas de fallo de motor ni vuelos de prueba.
Los aviones despegarán apuntando al nevado Chicón, de la cordillera Urubamba, ubicado a 10 km. Luego girarán a la izquierda y sobrevolarán el Valle Sagrado. En un minuto estarán a mil metros sobre la plaza de Urubamba.
Los aviones no volarán sobre Machu Picchu ni sobre Choquequirao, como algunas voces han sugerido. Ambas son zonas restringidas. Sin embargo, Ollantaytambo no está dentro de esta restricción. Los aviones sí volarán sobre este parque. Se ha descartado que la vibración producto del ruido de los motores dañe las piedras o las construcciones de Ollantaytambo.
En el Valle Sagrado, los despegues harán “un bullón” como el del cruce de las avenidas Venezuela y Faucett en Lima, añade Bruno Papi. Para el expiloto de aviones comerciales Carlos Benavides, que ha despegado de Cusco en innumerables ocasiones, el sonido se escuchará “pero no será molestoso”, porque los aviones tienen ahora supresores de ruido.
Pero un informe de predicción de ruido realizado en la comunidad de Racchi, al sureste de Chinchero, arrojó que durante el paso de los aviones los decibelios oscilarán entre 76 dB y 100.5 dB, lo que podría “provocar perturbaciones en actividades diurnas que requieran concentración”. El límite permitido por la Municipalidad de Miraflores en una zona comercial es de 70 dB.
Esta revista contactó por teléfono y correo electrónico a los ministerios de Transportes y Comunicaciones y Cultura para conocer sus apreciaciones, pero no obtuvo respuesta.
El movimiento de tierra continuará en Chinchero hasta el segundo semestre del próximo año, cuando el gobierno tiene previsto iniciar la construcción del terminal aéreo. La ministra de Transportes y Comunicaciones, María Jara, ha declarado que las obras continuarán a pesar de las críticas, y todo indica que así será. Solo un nuevo presidente y Congreso, si se adelantan las elecciones al próximo año, podrían suponer un cambio de planes.