Las niñas pertenecientes a este clan familiar, llevan un día a día de lujo y glamour tan intenso como el de sus madres. Conozcamos de cerca la buena vida de las pequeñas Kardashian-Jenner.
Por Redacción COSAS
¿A quién podría sorprender la excentricidad de la familia Kardashian-Jenner? A estas alturas, ellas han hecho todo lo imaginablemente posible para llamar la atención de los medios en su afán por destacar como socialités. Desde el despegue de su popular reality: Keep Up with the Kardashians (2007-¿???), Kim, Khloé, Kourtney, Kylie y Kendall han conseguido hacer un increíble marketing con sus nombres. Parte de ese sello de marca lo es la nada modesta vida que llevan, en la que el alarde de riqueza es una constante. Por supuesto, sus hijas tampoco son indiferentes a ese elevado estilo y todo parece indicar que las pequeñas Penelope, North, Chicago, True, Dream y Stormi irán por el mismo camino.
La vuelta al mundo
Si acaso una de las niñas tiene el antojo de conocer algún rincón del mundo, eso no resulta nada complicado. A disposición de las pequeñas están los jets privados o los yates de lujo de la familia para movilizarse a cualquier rincón de Norteamérica o del planeta que les plazca conocer.
Lujo en miniatura
El tener automóviles de lujo es algo que las madres Kardashian realizan con la misma facilidad con la que otros coleccionan estampillas. Para que sus hijitas no se queden atrás, ellas hacen lo propio al jugar con versiones miniatura de vehículos como Mercedes Benz o Bentley.
¡Viva la vida!
Cada cumpleaños de las pequeñas es la excusa perfecta para hacer del evento, una exaltación de su fortuna. Las Kardashian no se conforman con que la celebración de una de sus niñas se remita solo a llenar la casa de flores. La idea, más bien, es llevar las cosas a la dimensión de un parque temático.
Gusto por los bolsos
Si se trata de tener contentas a sus niñas, las Kardashian creen que el dinero no ha de ser un problema. Y ese gusto desmedido por bolsos o carteras de marcas nada económicas como Louis Vuitton, no representa un gran obstáculo. En ese afán, han llegado a invertir sumas que van entre US$ uno a tres millones para traerlos desde el extranjero. Pero también conservan en sus armarios modelos que llegan a valer hasta US$ 10 millones.