Es una de las cervezas más populares del mundo, protagonista de los pubs irlandeses y las celebraciones por el Día de San Patricio. Se le han escrito canciones y poemas, e incluso existe una forma correcta de verterla. Pero tan embriagante como la bebida es la historia de la familia detrás de ella. Conozcamos a los Guinness.
Por Angie Yoshida
Se dice que las grandes dinastías no nacen, sino que simplemente se hacen. Ciertamente, los Guinness son una de esas familias que con el devenir del tiempo no solo han construido un imperio cervecero, sino también una fascinante leyenda. Aunque todos los relatos del clan tienden a comenzar con Arthur Guinness, nacido en 1725 en el condado de Kildare, podrían comenzar igualmente con sus padres. O los padres de sus padres. Sin embargo, es Arthur quien más interés despierta, luego de que en 1759 se hiciera cargo de una pequeña destilería en Dublín y comenzara a producir la cerveza que convirtió su apellido en una poderosa marca.
Considerado el padre del clan Guinness moderno, Arthur aprovechó el desastre que atravesaba la industria cervecera en Irlanda –la mayoría de la población compraba bebidas inglesas porque eran más baratas– para elaborar un producto acorde al paladar y el bolsillo local. Entonces encontró enorme éxito con su célebre Porter, la cerveza negra que debe su nombre a la gran acogida que tuvo entre los marineros y porteadores del siglo XVIII y a la que durante décadas se le atribuyeron propiedades benéficas que, ciertas o no, son parte del mito que hoy forma parte del imaginario colectivo.
Genio y figura
Pero más importantes que la cervecería Guinness son los Guinness. Después de la Segunda Guerra Mundial, los líderes de la aristocracia londinense estaban muertos o arruinados financieramente. Solo quedaban los Guinness y eran talentosos. Mientras que los jefes de familia habían heredado los títulos otorgados por la reina Victoria y eran extremadamente ricos, incluso para los estándares estadounidenses, sus hijos eran hermosos.
En la sociedad de entonces, incluso al interior del Palacio de Buckingham, se había despertado una fascinación por sus jóvenes integrantes, especialmente Oonagh, Aileen y Maureen Guinness. Junto a sus amistades más selectas y cercanas, dieron origen a una ruidosa generación conocida por los reporteros de la época como las “Golden Guinness Girls”. En adelante, la familia alcanzó notoriedad por dos motivos: bodas de ensueño y estruendosas fiestas.
Creadores de tendencias
Se cuenta que los Guinness inventaron las famosas búsquedas del tesoro, aquellas excursiones en las que los jóvenes a bordo de lujosos convertibles llegaban a las casas señoriales del clan, recibían una serie de pistas y se lanzaban por todo Londres en busca del premio mayor. Esta práctica fue tan popular que en un abrir y cerrar de ojos se extendió por los Estados Unidos, aumentando el tráfico en ciudades como Nueva York, Boston y Filadelfia.
En otra ocasión, los Guinness tuvieron la genial idea de organizar una fiesta en los baños públicos conocidos como St. George’s Baths. Se dice que los cascos de los policías –y algunos de los efectivos– que entraron para mantener el orden fueron arrojados a la piscina. Esto fue seguido por una fiesta de temática rusa y otra de inspiración griega, que atrajeron por igual el encomio de la juventud y la censura de las familias más conservadoras de la época.
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