El aislamiento de la exvicepresidenta de la República comenzó hace casi un año. No fue obligatorio ni desencadenado por la pandemia mundial del COVID-19. Tampoco lo decretó un estado de emergencia ni una crisis sanitaria, sino una decisión política estrictamente personal: jurar por una sucesión presidencial ante un Congreso disuelto. “Dejé de salir el día después del 30 de setiembre”, confiesa Mercedes Aráoz, sobre una fecha marcada en la memoria de todos los peruanos. A días de presentar su primer libro autobiográfico, este 5 de setiembre en la edición virtual de la Feria Internacional del Libro de Lima 2020, adelanta a COSAS pasajes exclusivos y responde sobre una cuestionada decisión que aún califica como “inevitable”.
Por Diego Chirinos Cané Fotos Iván Salinero Video Laura Gil
«Llegando a mi departamento, me despedí de mi seguridad y el portero me saludó muy amablemente, como siempre. Sin embargo, encontré en el espejo del ascensor una inscripción con un insulto anónimo dirigido a mí, por mi decisión. Quién habrá sido, no importa, pero esa inscripción para mí era el reflejo que la intolerancia ha carcomido las bases de nuestra convivencia ciudadana en todos los espacios”.
Así describe Mercedes Aráoz el tenso clima de esa noche de lunes. Era 30 de setiembre de 2019. Horas antes, millones de peruanos vieron y escucharon cómo la entonces vicepresidenta de la República juraba por una supuesta sucesión presidencial –ella prefiere llamarla “encargatura”– con la cual el Parlamento buscó evadir su disolución, anunciada horas antes por el presidente Martín Vizcarra. Con esa decisión, en el día “más difícil y sombrío” de su vida pública, Aráoz puso fin a una carrera política de más de trece años y, a la vez, inició un largo proceso introspectivo “de mucho dolor”.
La imagen en pleno hemiciclo del Congreso de la República, rodeada de quienes llama “la guardia pretoriana del fujimorismo”, era apenas el preludio de un periodo convulso. Una denuncia penal por usurpación de funciones, el archivamiento de la misma, su renuncia a la vicepresidencia –tras la fallida suspensión temporal a Vizcarra– y el término de esa aventura iniciada en 2016, junto al extinto partido Peruanos Por el Kambio (PpK), se sucederían a lo largo de once meses.
Hoy, desde el aislamiento, Aráoz reúne los detalles de ese accidentado trance, junto a otros pasajes desconocidos de su vida, en “Meche. Motivos, causas y razones de una vida” (Página Once, Editorial Crisol).
–“Era evidente que no me hacía gracia que se me acercaran a felicitarme Rosa Bartra, Karina Beteta, Milagros Salazar o el pastor evangélico Julio Rosas, conociendo su conducta política, en las antípodas de la mía, pero tampoco podía evitarlo. Era el momento y estaba ahí, no podía correrme. De hecho, la decisión más difícil esa noche fue no correrme a la responsabilidad, aun sabiendo que me jugaba todo: mi vida política y la vicepresidencia de la República, lograda por elección popular”.
El tiempo siempre brinda perspectiva. En estos once meses, ¿hubo algún espacio para la autocrítica? Porque has sido muy clara en tu posición sobre la disolución del Congreso, pero poco se te ha escuchado respecto a una autocrítica de lo que fue la juramentación y ese día.
Lo que fue ese día es que… ¿sabes qué? Yo ya no tenía otra opción. Sí, probablemente no debió estar esa cruz, no debió haber una juramentación. Pero, si el Congreso –y yo me incluyo, aunque no voté– vota por una suspensión temporal [del presidente Vizcarra], lo que me tocaba a mí no era asumir la presidencia –como dicen–, porque yo no asumí ninguna presidencia, fue una ‘encargatura’. Es decir, sostener que haya alguien que pueda firmar documentos.
El Congreso suspendió a Vizcarra cuando él ya lo había disuelto, más allá de si estaba oficializado o no por una resolución en “El Peruano”.
No, no fue así. El Congreso estaba vigente.
Tienes experiencia política, sabías que esa era una jugarreta política del Congreso.
No, por supuesto, ahí hay un tema también que está en el límite. También creo que ahí hay un tema que es discutible, pero definitivamente era la única salida que había.
Si te mantuviste al margen de la votación, ¿por qué no mantenerte al margen de la juramentación?
Porque no había forma de hacerlo. Yo también era Congresista de la República. Si yo me mantenía al margen, estaba aceptando lo que [el presidente Vizcarra] había hecho. Y yo estaba en desacuerdo.
¿Qué finalidad tenía esta decisión de asumir la “encargatura”?
Que no haya un vacío de poder, eventualmente. Porque si está suspendido… Eso tampoco se dio. Bueno, vuelvo a decir, si están de acuerdo con que el presidente de la República hizo un acto correcto, está bien. Pero yo no estaba de acuerdo con esa decisión. Sigo firme en mi mirada de que ahí ha habido un acto que fallaba frente a la Constitución. Tú no puedes decir que hubo una denegación fáctica, porque ha habido un voto que te había dado la confianza. Desde el Ejecutivo, tú no puedes meterte en funciones del Legislativo y decir que porque hizo sus funciones te ha denegado fácticamente.
Esa interpretación era peligrosa, pero finalmente el Tribunal Constitucional (TC) la dirimió: por cuatro votos contra tres, determinó que la disolución del Congreso no vulneró la Constitución.
Por supuesto, lo dirimió y lo tenemos que aceptar. Pero, en ese momento, no había una decisión del TC.
¿Eras consiente de que, si tomabas una acción “de gobierno”, había sustento para acusarte de usurpación de funciones?
Por supuesto. Por eso tuve que ser cuidadosa. Fui prudente en ese sentido, no iba a tomar ninguna decisión sin la seguridad de que teníamos todas las certezas. Y también un tema de soporte popular. En ese momento, tú veías que las cosas se estaban complicando.
La relación con Vizcarra
No hubo tiempo para tomar decisiones “de gobierno”. La noche del 1 de octubre de 2019, a 24 horas y 11 minutos de jurar frente al Congreso disuelto, comunicó vía Twitter su renuncia a la segunda vicepresidencia de la República, la cual sería aprobada siete meses después por un nuevo Congreso.
Así, tras recurrentes desencuentros durante la presidencia de Vizcarra, Aráoz se alejó oficialmente de su otrora compañero de campaña, de aquel a quien llamaba “hermanito menor”.
–“Solíamos almorzar juntos por algún restaurante cercano, siempre comía menos que Martín, en parte porque tenía un problema de gastritis que seme agudizó por el estrés de la campaña, así que teníamos un trato: que yo dividiera mi plato la mitad para él, por supuesto al final compartíamos un postre, porque ambos somos dulceros […]. Durante toda la campaña, su familia permaneció en Moquegua, su último hijo y una de sus hijas aún estaban en el colegio, me decía que era inútil traerlos en medio de un intenso trabajo de campaña donde apenas podrían ver a su papá, yo tampoco veía mucho a mi hija. Cuando llegó su cumpleaños, el 22 de marzo, el mismo día que el de mi hermana, (por eso le decía que era mi hermanito menor), supe que iba a estar solo. En esa semana, yo recibía la visita de una pareja de amigos colombianos, que vivieron en Perú muchos años y amaban la música criolla, por ello íbamos a ir a la peña La Oficina. Al saber que no tenía con quién celebrar su santo, lo invité para que viniera con nosotros. Así que celebramos su cumpleaños número 54 entre valses y marineras limeñas. Me sentí muy contenta de festejar a mi nuevo amigo”.
¿Qué hizo mal esa plancha presidencial, que se mostraba tan unida durante la campaña de 2016, para haber tomado caminos separados?
Personalmente, creo que hay cosas que pasan. Yo tengo una relación personal muy cercana con PP K [Pedro Pablo Kuczynski], le tengo mucho cariño, porque es una buena persona, pero a veces tiene comportamientos erróneos que hacen que algunas personas se sientan heridas. Yo nunca tuve problemas con Vizcarra, en lo personal, pero él sí resentía algunos de los actos de PPK.
Ustedes dos también se dividieron y se separaron con el tiempo.
Pero volvimos a juntarnos. Martín es muy desconfiado, probablemente, y yo no soy tan desconfiada. He vuelto a creer en él varias veces. El primer corte conmigo es cuando llega la primera vacancia y no viene rápido [de Canadá, cuando era embajador] a apoyarnos. Lo sentí raro. Luego, viene la segunda etapa y, es más, quedamos en conversar después de esa escena de las anconetas en Ancón. Tomamos un café juntos en la oficina de la PCM y quedamos en que después del almuerzo nos juntábamos, y me dejó plantada. Entiendo que ese día se reunió con la señora [Keiko] Fujimori o con alguien del fujimorismo. Entonces, yo decía: ¿a qué está jugando?
¿Y se lo preguntabas?
Para eso eran las conversaciones. Y no me quería dar una respuesta. “No, que el mandato constitucional”. Yo le decía: “Aquí hay que defender al presidente y no porque sea el presidente sino por la estabilidad jurídica del país”. Para mí era una mirada inconstitucional el hecho de estar buscándole una salida de vacancia por incapacidad moral. Eso es volverlo una revocatoria y generar un precedente malísimo para el desarrollo de la gestión pública. Si al presidente Kuczynski se le tenía que investigar, que se le investigue cuando termine su mandato. Pero parece, pues, que en esa segunda etapa [del intento de vacancia presidencial] él comenzó a tomar distancia, no contestaba. Fue triste. Y, sin embargo, volví a trabajar con él, volví a apoyar al Gobierno, porque para mí primero está el Perú.
¿Qué generó esa nueva división para que tú, que cuando conversaste con él dijiste “hay que apoyar al presidente y mantener la estabilidad”, asumieras después una “encargatura”?
He regresado a apoyarlo hasta el último minuto. Inclusive, estando en contra del adelanto de elecciones, porque, otra vez, no puedes imponer desde el Ejecutivo cambios constitucionales. Pero ahí ya hay un primer corte, ese 28 de julio en el que habla de adelanto de elecciones. Y, sin embargo, vuelvo a conversar con él y me vuelve a engañar, vuelve a mentir y hace esta cosa que es totalmente errada con respecto al cierre del Congreso. Un cierre del Congreso que ha tenido, como correlato, todos estos meses desastrosos de problemas con un Congreso que no está preparado para lidiar con la continuidad de las reformas, con una agenda país. Entonces, a los hechos me remito.
En un divorcio siempre hay dos personas. ¿Nunca le preguntaste ni te preguntaste qué había sentido para que eso sucediera?
Él ha sospechado que yo lo había mandado a investigar. Eso nunca ocurrió y se lo dije en su cara: “Jamás te he mandado a investigar, porque todos esos casos famosos que dicen que tú tienes en Moquegua tú me los has comentado”. Quien sí mandó a investigarlo fue el fujimorismo. Y, es más, alguien me consiguió el ‘file’ de los fujimoristas y se lo pasé, ya estando en el gobierno. Él es una persona desconfiada. Y a mí me ha fallado varias veces. Él hablaba de que volviéramos a tener una relación con la bancada y volvía a dejarnos atrás. Por momentos, había una cercanía en la que tú dices “qué bacán, ya estamos trabajando juntos otra vez y de muy buena fe”. Yo fui con él a la casa de PPK, varias cosas, y de repente volvía otra vez a hacer esos juegos.
Los errores de PPK
Las idas y vueltas, sin embargo, pululaban entre miembros del partido de gobierno mucho antes de que Vizcarra asumiera la presidencia. Uno de los compromisos incumplidos, según relata el libro de Aráoz, se dio en enero de 2016, al inscribir la plancha presidencial de Peruanos por el Kambio.
Cinco meses antes, tras recibir sondeos por parte de César Acuña y Alan García, Aráoz tomó la decisión de dejar el Banco Interamericano de Desarrollo para ser candidata a la primera vicepresidencia de la lista encabezada por Pedro Pablo Kuczynski. Ello no sucedió. El candidato –hoy presidente– fue Martín Vizcarra.
–“Incluso al principio escuché que se le mencionaba como candidato al Congreso por Moquegua, más adelante me enteré que PPK había conversado con él para ser parte de la plancha en la CADE 2015. Según me comentó Martín, no le ofreció nada concreto en ese momento, así que la proposición debe haber sido posterior a la mía. También sé, por boca de Martín, que la señora Fujimori lo invitó a su plancha, que incluso ella fue mucho más concreta en su propuesta e interés, pero según me confesó, él prefirió a PPK, no le gustaba verse vinculado a la hija del dictador. […] En este tiempo que he conocido a PPK, reconozco muchas de sus virtudes, es un hombre muy bueno y humanitario, pero puedo decir que si algún defecto tiene es ese, no ser consistente con su palabra empeñada y su laxitud. No ser firme con sus compromisos, el no cumplirlos o hacerlo a medias, por presiones posteriores a su decisión, por tratar de quedar bien con todos”.
¿En qué falló el gobierno elegido en 2016 para que termináramos como estamos? Con un Ejecutivo sin bancada, un Congreso disuelto y crisis políticas recurrentes…
Tuvimos errores desde la campaña; por ejemplo, no haber trabajado personeros para tener la certeza de tener más número de personas en el Congreso. Tener 18 congresistas es muy poco. Luego, al tomar el gobierno, creo que sí hubo errores en el primer gabinete que tuvo PPK. Creo que PPK y Fernando [Zavala, ex Primer Ministro] cometieron un error: ellos debieron buscar alianzas con otros partidos, no esperar tanto del fujimorismo. El fujimorismo nunca votaba solo, siempre votaba con un partido más. Entonces, si el gobierno buscaba alianzas con otros partidos –y alianzas en firme, como un Gabinete ampliado o de partidos de todos los colores– hubiera podido tener una coalición más grande que sus 18 congresistas.
¿Cuánta responsabilidad tuvo PPK en eso? ¿Subestimó la oposición del fujimorismo?
No sé si la subestimó, pero no la entendió. Él mismo no entendía el rol o lo que quería la señora Fujimori. Él siempre decía que era como una persona que estaba oculta detrás de biombos, no entendía la lógica del fujimorismo.
Muchos se lo advirtieron.
Sí, claro. Por eso te digo, él tenía que buscar coaliciones con otros grupos. Creo que PPK subestimó la política. Él es un hombre de muchas habilidades técnicas, que puede entender mucho el hacer de la política económica, uno de sus temas fundamentales, pero no se dio cuenta de que tenía que hacer política también.
Además, un presidente nunca será solo técnico.
No, pues. Exactamente. Creo que, quizá por la edad, subestimó el tema. Era otro relacionamiento político muy diferente al que vivió cuando fue primer ministro. En la época en la que él era primer ministro había una oposición, pero se pudo negociar con esa oposición. Había más diálogo, más ejercicio político.
El retiro político
Hoy, más de cuatro años después de aquella inesperada derrota electoral del fujimorismo, Aráoz habla sobre la política peruana en tercera persona. En julio, dos meses después de que el Congreso aceptara su renuncia a la vicepresidencia, la fiscal de la Nación Zoraida Ávalos comunicó oficialmente el archivamiento de la denuncia en su contra por usurpación de funciones. De esa manera, cerró el último capítulo pendiente de aquel controversial 30 de setiembre.
–“Esa noche mi ciclo como actora política de los últimos tres lustros en el Perú había llegado a un punto de no retorno. Por ello estaba tranquila, había hecho todo lo que pude, pero era sensato acatar la primacía de la realidad”.
El Congreso aceptó tu renuncia a la vicepresidencia. ¿Con esa renuncia te retiraste oficialmente de la política?
Sí, porque no pienso postular en 2021, no tengo ningún partido político y tengo que recuperar mi vida personal. Estoy en una edad en la que tengo que estar, inclusive, pensando en el futuro. No soy una chiquilla; entonces, tengo que pensar en mi retiro.
¿Ni siquiera te llama el cambiar esa imagen del 30 de setiembre, que quedó como la última imagen de tu carrera política?
Va a cambiar, pero no sé cómo. No tengo la bola mágica. Creo que, evidentemente, la gente sabe que soy una persona que tiene conocimientos y capacidades técnicas, que tengo la habilidad de tener el discernimiento político. Entonces, probablemente puedo estar en otro espacio. No sé si en una entidad sin fines de lucro o en algún lado donde pueda dar lo mejor de mí.
¿Por qué escribir un libro tan pronto, luego de una experiencia tan convulsa?
Es bien difícil decirlo, pero parte de lo que estaba pasando era entender mi coherencia y ver dónde estuvieron mis fallas, aciertos y errores. Ver dónde empezar a reconstruirme y también dar un testimonio. Creo que es importante dar el testimonio del otro lado, que no sale en la prensa todos los días o que no tiene el favor de un grupo. Es entender mi trajinar por la vida, porque realmente entro desde mi infancia hasta hoy. Me encuentro en una etapa, además, en la que estoy reformulándome toda. Tengo que rehacerme; entonces, tengo que cerrar un capítulo. Y, para cerrar ese capítulo, había que escribirlo de alguna manera.
¿Cómo ha sido hurgar en ti, durante este periodo introspectivo?
Había momentos en los que era tan difícil escribir que no podía. La hoja estaba en blanco porque no podía, tocar el tema me hacía llorar o me afectaba, o me llenaba de angustia. Porque son temas de fondo. Entonces los dejaba de lado y recurría a espacios más sanos para escribir temas que me tocaban y me iluminaban más: recordar a mis padres, mi familia, mis seres más queridos, mi hija, los momentos buenos… Dejaba lo duro de lado y después lo retomaba.
¿Cuáles son esos pasajes que más te costó escribir?
Hay muchos. Estos últimos, los recientes, han sido los más difíciles. Hay momentos de la gestión pública que han sido dolorosos, como el tema de Bagua, en el que me acusaron de cosas en las que no tuve que ver directamente, pero fue parte de la leyenda que crearon ciertos grupos que me querían anular. Eso también me ha hecho sufrir hasta el día de hoy.
¿Ese fue el capítulo que más te costó escribir o dirías que fue el relacionado con el 30 de setiembre?
Creo que todos esos momentos difíciles, en los que te confrontan con una imagen que no es la tuya, son muy difíciles de escribir. Porque tú no quieres justificarte, yo no escribo esto para justificarme. Lo que quiero es explicar mi ser a mí misma y a los que me quieran leer. Nada más.