«Seguiremos bailando juntos en cada ola. Te Amo», reza la leyenda que acompaña el video que subió a sus redes hace unas horas el campeón nacional de longboard Piccolo Clemete, cuatro días después del sensible fallecimiento de su esposa, María José Cieza.

Por Alejandra Grau

El trujillano multicampeón de longboard, Benoit Clemente, o Piccolo, como lo llaman desde niño, perdió esta semana a su esposa María José, de 35 años. La psicóloga y madre de su hijo Piero, que también surfeaba, se encontraba delicada de salud, y conectada a un respirador. La terrible noticia la dio a conocer el mismo Piccolo a través de su redes cuadro días atrás, posteando una foto de ella, frente a unos caballitos de totora, junto a la frase: «TE AMO MI ÁNGEL»

Piccolo se despide: TE AMO MI ÁNGEL

Piccolo se despide de su esposa: TE AMO MI ÁNGEL

Sus fans reaccionar rápidamente ante la publicación, que en pocos minutos tuvo miles de likes, con mensajes de apoyo y solidaridad.

Hace unas horas, el campeón volvió a publicar un emotivo video de ambos corriendo longboard juntos. En la imagen se puede ver a la pareja compartiendo la misma tabla, e incluso él cargándola en sus brazos mientras surcan la ola. Esta vez, la cita que acompaña el video reza: «Seguiremos bailando juntos en cada ola. Te Amo».

La historia detrás del campeón: recordamos extractos de la última portada que hizo para COSAS (2016)

El surfer peruano cree que en el mar no hay días perfectos. Y no es condescendiente cuando dice que reconocer los propios errores le ha ayudado a levantarse cuando se ha ido hasta abajo. Desde que un amigo de sus padres –un francés y una alemana que llegaron a la costa norte del Perú en los años ochenta– le enseñó a correr olas en las playas de Huanchaco, se ha convertido en un self made man. Aprendió lo esencial, sí, cuando tenía 7 años, y poco después ya estaba compitiendo en los torneos nacionales. Su estilo fuerte y sus maniobras radicales se formaron junto a los pescadores y a los tablistas aficionados, y se pulieron con los preparadores eventuales cuando ingresó a la selección peruana. Pero nunca tuvo un entrenador permanente.

Ser campeón mundial tampoco significa que nadie más me va a ganar– dice una tarde de enero, en el dúplex del distrito de Jesús María, donde vive con su hijo Piero, su esposa –la psicóloga María José Cieza– y sus suegros.

Piccolo Clemente aprendió a correr olas en las playas de Huanchaco junto a un amigo de sus padres. Nunca ha tenido un entrenador permanente y desde 2012 fabrica sus propias tablas.

Desde que ganó su primer campeonato a los 12 años, el surfer comenzó a ser considerado como una de las promesas de la tabla en un país que ya empezaba a ganar protagonismo en los certámenes internacionales. Pero en 2007, cuando el campeón panamericano de longboard Roberto Meza le propuso probar con la tabla larga, Clemente definiría su destino. Cinco años después ya se había consagrado en el Huanchaco Longboard Pro Perú, y estaba listo para su primer torneo en la Asociación Internacional de Surf, pero se rompió un ligamento interno de la rodilla a la mitad. Faltaba una semana para la prueba. Y Clemente, obstinado, desoyó los consejos de los médicos. Se vendó la pierna y, así, logró llegar hasta las semifinales.

–No quería que una lesión me frustré, y, al final, valió la pena porque pude cumplir mis objetivos.

En los meses siguientes, cuando aún tenía un plan de recuperación intermitente, ganó los Juegos Panamericanos y pocas semanas después se convirtió en el segundo peruano en alcanzar el título mundial de la Asociación de Surfistas Profesionales, un nivel que hasta entonces solo había logrado Sofía Mulanovich.

Clemente, el tablista impulsivo que se formó a sí mismo, ese que había empezado a fabricar sus propias tablas de longboard por el afán de ser el mejor, se había convertido en un deportista de alta competencia, y de pronto hasta las compañías internacionales se interesaban en auspiciarlo.

Piccolo Clemente recibió el cariño del Perú tras alzarse con el oro en longboard.

Piccolo Clemente recibió el cariño del Perú tras alzarse con el oro en longboard.

–Ahora este es mi trabajo– dice a los 33 años.

Había cumplido la fantasía de correr olas para ganarse la vida, comenzaba a entrenar a dos adolescentes que siguen sus pasos –Lucas Garrido Lecca y Jorge Vilchez–, y hacía su parte en torneos nacionales, regionales y latinoamericanos. Pero también tuvo que perder algunos campeonatos cuando menos lo esperaba. Primero fue el Mundial de Longboard, ese  que había ganado un año antes, por confiarse en las condiciones del mar y no llevar distintos modelos de tabla larga –que escoge según el oleaje–. Y luego, aunque seguía una preparación física y entrenaba a doble turno en las olas del Pacífico, se topó con un tablista capaz de sacarlo de foco en los segundos decisivos de las pruebas internacionales. Ese era Taylor Jensen.

–A veces uno piensa que sabe mucho, pero en realidad no sabe nada– dice el nuevo Clemente.

El tablista estadounidense había entendido que estaba frente a un surfer impaciente, y en cada final de serie no hacía más que esperar que Clemente pierda el control y tome la primera ola, aunque no fuera la indicada. Entonces, solo remataba su juego con una frescura inverosímil. Pero Clemente también era el deportista puntilloso que buscaba la falla hasta en el mejor día, y comenzó a grabar las competencias para buscar respuestas. Así, entendió la táctica de Jansen, y algo que cambiaría la historia: sus propias debilidades.

Sé lo que es la impaciencia, pero la controlé. Y la voy a usar a mi favor– dice Clemente.

Como si se repitiera a sí mismo que es otro. Como un surfista que encontró el zen.