Desde hace trece años, Vasco Masías viene comprobando, a través del modelo de negocios sostenible y circular, que las empresas también pueden perseguir un propósito de impacto social. ¿Es ingenuo soñar con un mundo sin hambre? “Ese es nuestro objetivo”, sentencia.
Por Isabel Miró Quesada
¿Cuál es la relación que guarda el Grupo Alimenta, que fundaste y presides, con La Calera, el grupo agrícola que preside tu padre?
La Calera es un grupo más antiguo. Es la granja donde nací y crecí. Grupo Alimenta son las empresas que yo personalmente he fundado desde 1997. El Grupo Alimenta tiene cinco empresas y, si bien estamos enfocados en alimentos, mantenemos un vínculo muy cercano con La Calera, porque una de las empresas del Grupo Alimenta compra huevos; entonces, somos empresas vinculadas, tanto por lo familiar como por lo comercial. De hecho, se podría decir que Alimenta es como una continuación de la cultura empresarial de La Calera.
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¿Cómo han cambiado tus objetivos desde que se fundó la primera empresa del Grupo Alimenta en 1997? ¿Dirías que se han ampliado?
Sí, muchísimo. En 1997, cuando comenzamos, yo estaba en la universidad todavía; y el objetivo cuando uno recién comienza es sobrevivir, básicamente. Luego, psicológicamente, existía el objetivo de demostrarle a la familia, a mi papá, que yo también podía hacer empresa. Cuando esta tenía unos ocho o diez años y ya teníamos cierto nivel de éxito, yo me cuestionaba mucho sobre cuál debía ser ahora nuestro ‘norte’, el propósito, algo que me llenara… Me la pasaba buscando, leyendo sobre ese ‘algo más’ que pueden hacer las empresas, y de hecho fue mi esposa [Micaela Rizó Patrón] quien me ayudó a esclarecer ese propósito.
Cuando le ofrecí un anillo de mi bisabuela como compromiso de matrimonio, ella me regaló un libro autografiado de Muhammad Yunus. Ella estudiaba en Londres en esa época y me cambió la vida con eso. Me hizo ver cómo las empresas pueden utilizar sus herramientas empresariales para perseguir un propósito y hacer el bien a la sociedad, no como una cosa secundaria sino como su objetivo central. Desde ese momento, diseñamos las empresas con el propósito de resolver algún problema social. Esto no es altruismo. Es una forma de hacer empresa. Es diseñarla para que comience por tener un propósito claro y una métrica clara de cómo va a aportar a la sociedad y armar un negocio rentable alrededor de eso.
Capturar parte de ese valor para poder ser sostenible y seguir aumentando cada vez más su impacto. Hoy, específicamente, estamos enfocados en propósitos que tienen que ver con un objetivo de desarrollo sostenible: hambre cero. Todo nuestro foco está en cómo sanar y mejorar el sistema alimentario global. Así que hay una cierta evolución ahí.
¿En qué consiste cada una de las marcas que forman el Grupo Alimenta, como Ovosur, Moldant y Alimenta Algae?
Fueron surgiendo en el camino, pero voy a hacer la historia corta. La primera empresa que tuvimos fue Ovosur. Es una empresa ya madura en la actualidad, que produce productos derivados del huevo y tiene dos grandes focos: ayudar a las industrias de alimentos y desarrollar productos nutricionales para reducir la malnutrición infantil. Es una empresa ya establecida, exportamos a un montón de países, tenemos operaciones en Colombia y en Chile y contamos también con una empresa que se enfoca en atender a las pastelerías con productos como crema chantillí y se llama Moldant.
Otra es una empresa de microalgas en el desierto, que se llama Alimenta Algae, que surgió para complementar el esfuerzo que hace Ovosur para desarrollar productos nutricionales para niños y bebés. Aprendimos mucho sobre los problemas de la malnutrición y la verdad es que eso nos movilizó muchísimo, por lo que comenzamos a pensar en cómo podríamos producir un alimento sostenible, una fuente nutritiva, en el desierto del Perú. Probamos varias cosas y nos fue mal. Invertimos y perdimos mucho dinero.
Hay que contar la historia completa, no todo funciona siempre. Hasta que finalmente llegamos a las microalgas y eso es lo que estamos haciendo hoy, con mucha humildad. Estamos atrayendo socios estratégicos y puedo anunciar que en Ica se va a construir en los próximos meses una de las plantas más avanzadas de biotecnología de producción de microalgas. Finalmente, esa empresa de microalgas nos hizo ver que teníamos un residuo, que se llama biocarbón, que es un producto muy especial, y así arrancamos este sueño de las empresas de fertilizantes.
Tenemos dos empresas de fertilizantes bajo la marca Simbio y LifeSoil, que básicamente buscan revolucionar la forma como se hace agricultura alrededor del mundo y proponer una forma alternativa, que respete el medio ambiente y esté basada en aprender las lecciones de la naturaleza y no tratar de ir en contra de ella, como ocurre hoy en muchos lugares. Entonces, pasamos de alimentos con huevos y los productos de pastelería a microalgas y fertilizantes. Todas, desde diferentes ángulos, están buscando transformar el sistema alimentario. Nuestro norte es pensar que podemos alimentar al mundo en armonía con la naturaleza y de una manera sostenible.
Según el diario “Gestión”, de cara a 2024, el Grupo Alimenta espera alcanzar los 500 millones de dólares en ventas. ¿Qué nuevos productos esperan desarrollar y a qué mercados piensan llegar primero?
Tenemos grandes ambiciones, pero estas han cambiado. De hecho, he meditado muchísimo sobre esa entrevista en “Gestión” y hoy casi te diría que tenemos las mismas ambiciones, pero retiraría esas palabras. ¿Por qué? Yo no creo que las ambiciones deban estar asociadas a cuánto vamos a vender o cuánto vamos a ganar. Las ambiciones deben ser de cuánto vamos a impactar, cuántas vidas vamos a tocar… Este año, la cifra de personas con hambre se ha incrementado en tres millones en Latinoamérica.
Hoy, según datos del Programa Mundial de Alimentos, se puede decir que en Latinoamérica hemos pasado de 14,8 millones de personas con inseguridad alimentaria a 17 millones, solo este año. Entonces, nuestros objetivos… ¿cuáles son? Ayudar, aportar… Y eso es en lo que nos estamos enfocando. Esa es la razón por la que estamos enfocados en tanta innovación y en el desarrollo de tantos productos.
Tenemos grandes planes y creemos que, desde Latinoamérica, desde el Perú, nuestra creatividad es un valor importantísimo para salir a decirle al mundo que no debemos ser ‘tomadores de innovación’, que podemos ser muy creativos, pero con una nueva forma de innovación, que es que las empresas salgan adelante buscando solucionar los grandes problemas de la sociedad y, en esa línea, ser innovadoras. Ese creo que es el rol de nuestra generación: que las empresas no estén neuróticamente separadas de la sociedad, buscando solamente su propio beneficio, sino que armemos un nuevo modelo de negocio en el que realmente estemos enfocados en nuestras innovaciones, inversiones, talento y creatividad; y que sea rentable en el camino.
¿Qué crees que debería hacerse en el país, de parte del gobierno y de nosotros mismos, como consumidores y ciudadanos, para lograr un futuro en el que no haya tanta hambre y anemia, un futuro sostenible y biodiverso, en el que se pueda vivir en armonía con la naturaleza?
Primero que nada, parar, escuchar y sentir. Nos han educado para lograr, para ganar, lo cual está muy bien, pero creo que tenemos que incorporar el escuchar al otro, escuchar a la naturaleza y comenzar a reconectarnos con ella. Pero primero debo reconectar conmigo mismo, luego reconectar contigo, con la persona que tenemos al frente; y, finalmente, reconectar con la naturaleza. A veces hago esta analogía, medio en broma, medio en serio, que estamos en el siglo X XI, que es como si fuéramos un joven que tiene 21 años. Es hora de que, como seres humanos, nos demos cuenta de que no podemos seguir haciendo una vida alejada de la naturaleza.
Tenemos que darnos cuenta de que somos parte de ella. Así como un joven de 21 años ya quiere romper con los padres e irse a vivir solo a su departamento, pero no respeta a los vecinos, al medio ambiente en este caso, y hace fiesta hasta la hora que le da la gana y molesta… creo que la naturaleza nos está diciendo: “No puedes hacer una fiesta hasta tales horas de la noche”, o sea, “tú no vives solo, ustedes, los seres humanos, no viven solos, son parte de un sistema y ya nos estamos dando cuenta”. Claro, luego al chico le mandan a Serenazgo y se da cuenta a golpes que debe ser más considerado. Creo que todos tenemos que aprender a ser más considerados.
Retomando el aspecto empresarial, tengo entendido que ustedes ya cuentan con oficinas comerciales en Chile y Colombia. ¿Tienen pensado expandirse en los próximos años?
Sí. Tenemos grandes ambiciones movilizadas porque hay una gran necesidad y tenemos productos con los que sentimos que podemos hacer muchísimo bien, pero ya no queremos enfocarnos en los hitos y en los logros y en los ‘checks’.
Estamos en plena etapa de planeamiento estratégico y, por supuesto, tenemos grandes planes para seguir expandiéndonos en la región, pero no quisiera caer en que nuestra métrica sea solo la de nuestros logros empresariales. Para mí, quizá lo más importante en este momento es buscar la coherencia, tener claro cuál es nuestro propósito y a partir de eso crecer. Estamos evaluando crecer en Estados Unidos y llegar a varios países de Latinoamérica.
Incluso estamos evaluando posibilidades en la zona del sudeste asiático. Siempre en el sur del mundo, porque sentimos que hay un montón de cosas comunes haciendo comercio de sur a sur.
Creciste junto a tu familia en el campo… ¿Cómo describirías esta etapa de tu niñez?
Bueno, fue entre Lima y el campo.
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El campo siempre es más grande que tú, la naturaleza siempre es más grande que tú y la naturaleza te hace ver que la vida, la muerte o el dolor, todo está conectado. Y también te hace ver que los problemas de hoy son irrelevantes respecto al tamaño de las cosas y que en la naturaleza existe aparentemente un caos, pero todo está interconectado… Estamos todos interconectados. En la naturaleza, un organismo no se puede levantar solo, sin un ecosistema que se levanta. En términos empresariales, una empresa no puede surgir si no hay un ecosistema empresarial o una sociedad exitosa. Eso lo hemos vivido en La Calera, en los años setenta y luego en los ochenta. Todo el ecosistema se tiene que levantar junto; de lo contrario, no es sostenible.
Ahora que mencionas los años setenta, ¿puedes contar cómo es que tus padres llevaron La Calera en sus inicios?
Voy a contar la historia, pero quiero resaltar que no es solamente la historia nuestra; esta es una historia, en muchos aspectos, de todo el Perú y de muchos otros emprendedores. Somos un país de muchos emprendedores, desde el chiquitito que vende chicles hasta la megaempresa gigantesca; y los que sufrimos aquí fueron varios golpes muy duros: la reforma agraria, la hiperinflación, los fenómenos de El Niño que ocasionan que de pronto se salga el río una noche y se lleve 40 hectáreas de cultivos que había costado veinte años construir… Y luego el terrorismo.
Frente a todas esas cosas, mirando hacia atrás, son cincuenta años de historia en la que siempre existió una mirada de optimismo a largo plazo. Frente al problema, como el que este año afecta al país y al mundo, siempre está la opción de decir “la vamos a hacer, lo vamos a reconstruir, estamos dolidos y golpeados, pero lo vamos a reconstruir”. Esa es la característica, para mí, que define al emprendedor, y en el Perú somos un país de emprendedores.
Yo veía ese optimismo en mi papá cuando era chico. Cuando le habían quitado todas sus tierras, el río se había salido, vinieron los terroristas y yo decía ‘¡cómo puede ser tan valiente!’. Y yo le digo lo mismo a todo el país. ¡Vamos a salir adelante! No sé qué vamos a hacer, pero vamos a salir adelante. Esa es la convicción que saca adelante a una empresa, a una familia y a un país. La historia es que, con la reforma agraria, nos quedamos con una proporción muy pequeñita del terreno agrícola que teníamos antes y tuvimos que reinventarnos. Yo ni siquiera había nacido. Mi papá tuvo que reinventarse con la ayuda de mi mamá y con la de toda la población que vivía acá [en Ica]. Si preguntas a los trabajadores más antiguos de la empresa: “¿Cómo te tratan en La Calera?”. “La Calera es mi casa”, te van a responder. Eso es lo que yo sueño para las empresas, que seamos familias saliendo adelante. Esa es la transformación que se vivió acá.
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Tras toda esta experiencia, ¿Cuál es la lección más importante que aprendiste y quisieras compartir?
Nosotros hemos descubierto una perla que quiero regalar, y es que el impacto social y la sostenibilidad no son un costo, sino una forma fantástica y maravillosa de hacer negocios de forma competitiva y apasionante; y que los empresarios no lo vean como un costo, sino que vean esto como una tremenda oportunidad. Eso ha sido el descubrimiento más importante para mí. Pero tenemos mucho por hacer. Tenemos grandes emprendedores y empresarios en este país y creo que, juntos, podemos resolver los grandes problemas que tenemos de forma sostenible, rentable y divertida. Así que ese para mí es el mensaje central. Los problemas sociales y la empresa no son dos cosas separadas. Son la misma cosa.