ACTOS INCONFESABLES. En su última publicación, basada en un escándalo que sacudió los cimientos del catolicismo en nuestro país, el escritor peruano narra la conmovedora historia de un hijo que va descubriendo poco a poco el oscuro pasado de su padre. “Quería entender cómo una persona que alguna vez fue un niño inocente se transforma en un monstruo”, asegura.
Por Raúl Cachay A.
Inspirado en parte por las denuncias de abusos y los desgarradores testimonios contra el Sodalitium Christianae Vítae que fueran recopilados por los periodistas Pedro Salinas y Paola Ugaz en el libro “Mitad monjes, mitad soldados”, en “Líbranos del mal” Santiago Roncagliolo se sumerge no solo en la barbarie de una organización mesiánica que hizo de la humillación y el maltrato una suerte de doctrina, sino también en la proverbial insidia que parece guiar las dinámicas sociales de cierta aristocracia limeña venida a menos: el mundo de su más reciente novela está tejido de verdades ocultas, secretos ignominiosos y, sobre todo, de culpas y reproches.
“No imaginaba que este tema fuera tan cercano a mi entorno. Descubrí que tenía a varios familiares metidos de un modo u otro en esta congregación. También me llamaba la atención de este caso ciertos pequeños detalles y anécdotas que daban cuenta de una sexualidad muy compleja: no solo se trataba de abusadores y abusados. Había relaciones entre hombres adultos, existía toda una vida ocurriendo ahí de la que nadie podía hablar. Y también te vas dando cuenta de que nunca podrás conocer la historia completa, que las fuentes que necesitarías para poder completarla no te van a decir nada.
Yo quería tratar de entender cómo puede ocurrir esto, tan cerca y tan en silencio, cómo se puede llegar a estos niveles, cómo alguien que alguna vez fue un niño inocente puede luego transformarse en un monstruo”, revela el escritor peruano Santiago Roncagliolo, sobre el origen de la novela, que narra la historia ciertamente atormentada de un joven que va develando de a pocos los estigmas del pasado de su padre, marcado por las atrocidades sufridas -y perpetradas- cuando fue integrante de una secta católica ultraconservadora.
La exploración del mal y sus matices ha sido una constante en tu obra. Algunos de los personajes de la novela están marcados por esa ambigüedad: tienen buenas intenciones, quieren ser buenos, pero el mal no deja de acecharlos…
Creo que el mayor trabajo de esta novela no fue tanto lo que había que poner, sino lo que tenía que quitar. En un caso como este, conforme vas conociendo las historias de los personajes, uno empieza a rodear a la ‘bestia’, digamos, pero esta ‘bestia’ es tan grande que no terminas de verla nunca. Yo quería que, a Jimmy, el personaje principal, le pasara lo mismo: va viendo lo que ocurrió a través de las historias personales de cada uno de estos testigos, pero nunca puede llegar a conocer la historia entera.
“Y líbranos del mal” recorre varias décadas en la historia de cierto sector del espectro social limeño cuyas dinámicas parecen haber cambiado muy poco desde los años 50 hasta la actualidad… ¿Desde el exilio es más fácil abordar y entender a esa Lima aristocrática que parece estancada en el tiempo?
Yo creo que el personaje que representa claramente eso en la novela es el de Mamá Tita. Hasta la propia calle en la que vive, Libertadores, es una especie de último bastión de resistencia de un San Isidro que se llena de edificios. Las viejas casas de la Lima señorial sobreviven, mientras el mundo se derrumba a su alrededor. Y eso es Mamá Tita: si ella admitiera lo que fue su pasado, no podría vivir, porque sería admitir que su propio hijo hizo ‘cosas malas’ y que por lo tanto ella falló, en la que además era su única misión en la vida, que fue la de criar un hijo. Creo que ella representa a toda una clase social para la que la realidad es muy dura y que vive rodeada de silencios, tratando de no pronunciar todas esas cosas que ‘están mal’.
¿Cuán importantes fueron las investigaciones y denuncias recopiladas por Pedro Salinas y Paola Ugaz en el proceso que desembocó en la redacción de “Y líbranos del mal”?
Al leer “Mitad Monjes Mitad Soldados” encontré muchas cosas en las historias que se cuenta en el libro que me llamaron mucho la atención y tuve largas conversaciones con ambos, así como las tuve con otras personas involucradas en el caso, pero yo no diría que realicé algo parecido a una investigación previa, ya que no hubiera podido llegar más lejos que Pedro y Paola. Lo que yo quería era encontrar los detalles que me permitiesen reconstruir la intimidad, cómo se ven estos personajes en el espejo, cómo son los lugares donde viven… Para que te conmuevas con los personajes, ellos tienen que ser como tú, como el lector, no como su raíz original.
¿De dónde crees que proviene esta fascinación reciente por las sectas y las organizaciones ‘mesiánicas’? No solo las religiosas, como el Sodalicio o la Cienciología, sino también las que se forman en torno a ‘gurús’ de la autoayuda, como NXIVM, o las que creen en la inminente llegada de los extraterrestres y el fin del mundo, como Heaven’s Gate… Todas han inspirado miniseries y documentales muy populares en tiempos recientes.
Me parece que ya no creemos que podemos vivir todos juntos, por eso se reproducen grupos como estos. Y eso es algo que se percibe también en el escenario político.
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Pasó en Estados Unidos con Trump y lo estamos viviendo ahora en el Perú. Eso de que “todos los seres humanos son iguales”… es complicado. La gente deja de confiar en el sistema que, en teoría, les promete esa igualdad. Y se está ‘tribalizando’, en torno a cuestiones ideológicas, nacionales o de cualquier tipo. Las propias redes sociales crean ‘tribus’: compartimos opiniones con nuestras tribus, celebramos las mismas cosas y somos completamente intolerantes frente a cualquiera que diga algo diferente desde fuera de nuestro grupo. Solo confiamos en nuestra ‘tribu’. Y eso puede ser el principio de una secta.
Uno corta sus vínculos con el resto del mundo y pone sus propias reglas, pensando que así será feliz. En el caso de “Y líbranos del mal”, la secta ofrece, además, una ‘familia’ a estos personajes.
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Todos tienen modelos de padres difíciles, ausentes o enfermos. Gracias a la comunidad, encuentran un sentido, una misión. Y esta, en particular, tiene también ese rollo falangista de ofrecerte formar parte de ‘un ejército’, con el que vas a cambiar el mundo. Para un chico inteligente que tiene problemas emocionales y, por ello, se siente ‘diferente’, no hay nada más consolador que pensar que ‘es mejor’. Y esto es lo que aprovecha el líder de un grupo de este tipo para atraer a sus víctimas a la ‘boca del lobo’.
Grupos ultraconservadores, como ‘Con mis hijos no te metas’, en cierto sentido, también operan como sectas. ¿Te preocupa que se estén propagando y tengan cada vez más influencia en la región?
En el caso del Perú, sería casi un alivio que solo la extrema derecha fuera ultraconservadora, pero no es así. La extrema izquierda parece estar unida con el otro lado en la misoginia y la xenofobia, en la creencia de que cualquier persona ‘diferente’ es peligrosa. Eso es señal de una sociedad que no sabe vivir junta.
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Tienen que replantearse muchas cosas.
Hablando del Perú… ¿Cuál crees que debe ser el papel de los intelectuales en una coyuntura electoral tan polarizada como la que estamos viviendo? ¿Sientes que Mario Vargas Llosa se precipitó al expresar abiertamente su apoyo a una de las candidaturas?
A mí me parece más importante exigir a los candidatos que nos den cosas antes de decidirnos. Ninguno de los dos ha cedido nada y parecen estar orgullosos de ello. Pareciera que la consigna de Castillo es ver si puede quedarse callado hasta el día de las elecciones porque cree que todo lo que diga le podría jugar en su contra; y Keiko, por otro lado, no calla ni un minuto y parece querer repetirnos que no ha cambiado nada. Yo en este momento me siento más cómodo, probablemente, con un voto viciado o en blanco. Si quieren mi voto, que por lo menos intenten ganárselo.
¿Qué proyectos tienes ahora, qué se viene después de ‘Y líbranos del mal’?
Bueno, cuando llegó la pandemia pensé que el mundo se venía abajo. No se podía viajar, no podía hacer giras, tenía una obra de teatro por estrenarse en el Centro Cultural de la Universidad Católica que tuvo que cancelarse… Luego empecé a trabajar en guiones de series, películas y documentales. De hecho, acaba de empezar el rodaje de “La pena máxima”. Y también están a punto de iniciarse las grabaciones de una serie que escribí en México. Escribir novelas es un trabajo muy solitario. Escribir guiones, por el contrario, es como jugar con tus amigos: tienes que compartir ideas, discutir… Lo he disfrutado mucho. Eso es lo que me ha salvado durante la pandemia.
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