En las siguientes líneas, la directora de esta casa editorial ensaya un obituario a quien define como “el alma de la empresa”. La fotógrafa Elsa Ramírez partió hoy, seis de diciembre de 2021, dejando un vacío irremplazable en la profesión del reporterismo gráfico en el Perú .

Por Elizabeth Dulanto de Miró Quesada

Las empresas tienen almas, que las forman y sostienen. Hoy, partió nuestra insigne fotógrafa Elsa Ramírez, para quien la jubilación fue solo un detalle, porque ella no dejó de formar parte del equipo en el día a día.

Nos tocó vivir la pandemia y alejarnos de tan bella oficina con vista al mar para recluirnos en el teletrabajo. Tuvimos que empacar. Ella se puso codo a codo en la mudanza con todos nosotros, ayudándonos con el orden y pulcritud que la caracterizaban, a empacar y a mantener a salvo todo lo necesario para continuar con el trabajo a distancia.

“Elsita”, como todos la llamábamos, era la memoria de la empresa.

Elsa

Elsita en plena comisión, revisando las fotos que iba tomando.

Hoy, partió. Y nos deja su maravilloso recuerdo de lo que es el amor al trabajo, a su profesión.

Hace dos semanas, estando ya en cama, fuimos a visitarla y le pedimos que nos recordara cuándo comenzó a trabajar con nosotros. Habíamos pasado tantos años juntas que ya ni lo recordábamos.

Dio un paso atrás en sus recuerdos y nos contó que se vio obligada a migrar durante el gobierno del general Juan Velasco Alvarado, porque a su familia le expropiaron la hacienda y ella trabajaba ahí como granjera. Así, con 20 años de edad, partió a buscar futuro a los Estados Unidos, donde estudió y se hizo fotógrafa trabajando en ese país durante 20 años.

Elsa

Junto a la Reina Sofía y otros compañeros reporteros gráficos.

En un momento determinado, sintió que era tiempo de regresar a Perú para reencontrarse con su familia, sus hermanas, sobrinas y sobrinos nietos a los que adoraba. Empezó a buscar trabajo y, como le gustaba la revista, a través de un contacto, nos encontró.

Elsa estaba entregando unas fotos para la cervecería Backus y una amiga de la empresa le preguntó si es que quería trabajar en COSAS. No lo dudó, felizmente.

Así, se presentó con Tessy Gonzáles, encargada del área de sociales por los años noventa. Conversaron y le dijo que le avisaría cuando se produjera una oportunidad. Pasaron como tres meses hasta que un día a las once de la noche, recibe su llamada y le avisa que tienen que reunirse para darle las indicaciones de su primera comisión. Elsita, una guerrera como era, se vistió, preparó su equipo y fue a buscarla. Recibió las instrucciones dentro de las cuales las más importante era traer las fotos con los nombres completos.

“¿Dónde quién era la reunión?”, pregunto Elsa y Tessy le explicó que era en casa del doctor y congresista Enrique Chirinos Soto. “¿Cómo es él?”, pregunto ella para ubicarlo, a lo que Tessy le respondió: “¿Cómo?, ¿no lo ubicas?”. “No, señora”, le contestó Elsa. “He estado desde muy joven viviendo en Washington. No lo conozco”, agregó. “Ah, bueno, te explico. Es el más feo de la fiesta. Así lo reconocerás de inmediato”, indicó Tessy.

“Llegando al elegante coctel, lo busqué, me presenté y le expliqué que venia de parte de la revista y que tenía que tomar los nombres de los invitados”, nos relató Elsita. “De ninguna manera, hijita, ¿Cómo no los vas a conocer?”, nos contó, hace dos semanas, que el recordado parlamentario la cuadró.

Y fue así cómo empezó su primera comisión, en la cual, utilizando su ingenio, consiguió todos los nombres y trajo un fantástico reportaje gráfico.

Anécdotas tuvo miles, tantas que le decíamos que escribiera un libro. Por ejemplo, su primera comisión después de la cuarentena fue en una regata de veleros, donde no dudó a ir hasta La Punta, subir al bote, luego al yate y de ahí seguir el torneo, a pesar de los achaques de la edad.

Elsita era imbatible, gran amiga de todos y siempre dispuesta, como el primer día, a acudir al llamado no solo de las comisiones fotográficas, sino de sus amigas de la oficina que, en cualquier momento, la llamaban para salir de parranda.

Elsa

Junto al Premio Nobel, Mario Vargas Llosa.

Qué enseñanza tan grande de amor por esta vida nos deja al equipo de esta casa editorial. Donde no hay trabajo menor, donde no hay misión que no se pueda lograr.

Elsa tuvo una pasantía en el Washington Post. En su primer día, el portero la paró en el ingreso preguntándole por orden de quién venía. “Bueno, -le dijo ella- vengo a aprender las nuevas técnicas de archivo y el manejo de las comisiones en digital, invitada por el director, el señor Milton Coleman”, relató. Coleman la había conocido en Lima y, por supuesto, no dudó en abrirle las puertas del diario e invitarla a Washington para que traiga a COSAS las innovaciones en el área del periodismo gráfico.  En el Washington Post rápidamente se haría conocida y el portero se convirtió en su amigo para siempre.

Elsa era realmente devota. Tenía mucha fe, producto de su educación religiosa. Estudió en el Colegio Belén y entre sus amigas de  promoción, con quienes hasta los últimos días fue sumamente unida, están Lucha Cuculiza, Celia de Ossio, Delia Revoredo y demás compañeras que hoy recordarán esos buenos tiempos, que se perpetuarán en la memoria haciendo lo que a ella le gustaría hagamos:  sonreír por lo que ha vivido y agradecer porque el Señor se la llevó como en un sueño. Confío en que mañana abriremos los ojos para ver todo lo que ha legado. Recordando su amor seguiremos por siempre.