A diferencia de su hermana, él ya sabía que sería artista, director de teatro, desde muy chico. María Grazia vio un referente en él y con él empezó a prepararse como actriz. Hoy vuelven a complementarse, como los grandes profesionales en que se han convertido, en el Teatro Municipal, con un clásico de Calderón de la Barca. “Los seres humanos seguimos siendo los mismos desde hace quinientos años”, dice Jean Pierre.

Por Gabriel Gargurevich Pazos Fotos Diego Moreno

Ella abre la obra y, durante el trayecto de la misma, a veces viste armadura, “entre galas de mujer / armas de varón me adornan”, dice en algún momento, y a veces parece una princesa. El año pasado, María Grazia Gamarra interpretó a Rosaura en “La vida es sueño”, de Calderón de la Barca –obra estrenada originalmente en 1635–, dirigida por su hermano Jean Pierre. Este año, la vuelve a interpretar, en el Teatro Municipal. Ella abre la obra. En la escena uno, Rosaura se pronuncia: 

Hipogrifo violento,que corriste parejas con el viento, ¿dónde, rayo sin llama, pájaro sin matiz, pez sin escama, y bruto sin instinto natural, al confuso laberinto de esas desnudas peñaste desbocas, te arrastras y despeñas?

Y el caballo la bota. Pero bajo la dirección de su hermano no se trata de un caballo, sino de un auto, “un auto que cae desde el techo, ¡lo ves caer desde tu asiento!”, dice María Grazia, mientras la entrevisto por Google Meet. Yo aún no he visto la obra. Iré al estreno de su reposición, el jueves 23 de marzo de 2023, cuando la revista que usted ahora tiene en sus manos –querido lector, querida lectora– haya entrado al cierre de edición. No la he visto aún, pero la actriz me habla con tanta emoción sobre su personaje Rosaura, que es como si la hubiese visto, al momento de escribir esta nota. 

A María Grazia solo la escucho; no quiere prender su cámara; es domingo, son las once de la mañana y sus hijas pequeñas revolotean alrededor de ella, y hacen ruido de niñas, de bebés, ruidos extraños, de ratonas; cada tanto, la actriz tiene que calmarlas, dirigirlas, darles órdenes suavemente, con esa voz ligeramente ronca, franca, que genera empatía; siento como si fuese mi amiga cuando la escucho decir que está sola con las niñas, que su esposo, Heinz Gildemeister, ha tenido que ir a la granja a atender a las gallinas, a pesar del desastre en Huarochirí por las lluvias y huaicos porque, como dice, “las gallinas tienen que seguir comiendo”.

Heinz Gildemeister es dueño de la empresa de venta y compra de tickets Passline. La pandemia congeló no solo los proyectos empresariales de Heinz, sino también los actorales de María Grazia, quien iba a participar en una obra de teatro y una novela. Decidieron refugiarse en una casa en Sisicaya, Antioquía, Huarochirí. “Pudimos ver cómo en el pueblo la gente humilde y trabajadora sobrevivía gracias a sus animales, a sus gallinas, a sus chanchos. Se nos ocurrió vender huevos. Soy vegetariana desde hace quince años, pro animal; la granja tenía que mantenerse en las mejores condiciones, nada de gallinas enjauladas, y eso hicimos, una granja ecológica. Nuestra marca de huevos se llama Webo”.

Otra razón por la que quiso echar a andar este emprendimiento tiene que ver, según sus palabras, con el hecho de que “la actuación es efímera, un día estás presente, pero al otro nadie se acuerda de ti”. 

Ella, a diferencia de su hermano Jean Pierre, no sabía que se convertiría en artista. Le gustaba cantar y bailar, lo hacía con mucho talento, pero solo Jean Pierre veía potencial en su hermana. Tanto así que la animó, en secreto, a participar en un concurso de imitación de Cristina Aguilera, en el programa de María Pía y Timoteo. “Yo tenía 12 años, luego mis padres se enteraron y terminamos yendo toda la familia junta al concurso, todos los sábados que duró”. Su padre era policía; su madre, contadora; tiene otro hermano mayor, Cristian, ingeniero de sistemas. “Yo estuve en siete colegios, el último fue San José de Monterrico. Lo que pasa es que vivimos en muchas provincias por el trabajo de mi papá, pero él siempre puso a la familia unida por delante”.

A diferencia de su hermano Jean Pierre, María Grazia no sabía que se convertiría en artista. Le gustaba cantar y bailar, lo hacía con mucho talento, pero solo Jean Pierre veía potencial en su hermana.

Para la actriz, el secreto de una vida feliz tiene que ver con que te quieran, te respeten y te validen. Rosaura, su personaje en “La vida es sueño”, dirigida por su hermano Jean Pierre, también podría decir algo parecido, desde su mirada, pues “Rosaura hace hasta lo imposible para que la respeten, para que la validen”. Para llegar hasta la torre donde está preso el príncipe Segismundo. 

“Nosotros trabajamos con un sólido elenco de actores, con una escenografía impactante, y el resultado es un producto que está a la altura del público de hoy, al ritmo de hoy”, dice Jean Pierre.

El inconformista 

“Aprendí a trabajar con mi hermana como director cuando yo era un adolescente y ella, una niña con talento para la actuación”, dice Jean Pierre Gamarra por teléfono, el mismo domingo, veinte minutos después de entrevistar a su hermana, y a casi una semana del estreno de la obra que dirige, “La vida es sueño”. “Empecé a aprender respecto a cómo se trabaja con un actor, con todas sus inseguridades y obsesiones; y ella empezó a aprender cómo se trabaja con un director, también con todas sus inseguridades y obsesiones”. 

Desde chico tuvo claro que quería ser director de teatro. No sabe las razones, “en casa no había referentes artísticos”, dice que fue cosa suya, que le salió de manera natural, que le tocó. “Quizá yo fui un referente para María Grazia, en materia artística, pero luego nos hemos complementado y apoyado como artistas con vocación; soy cinco años mayor que ella. Y mis padres, a pesar de no ser artistas, nos han apoyado también, a su manera, respetando nuestro camino”. 

Sus padres hicieron más que eso. En las obras de teatro que Jean Pierre dirigía cuando era adolescente, en el entonces teatro del colegio Champagnat , en Miraflores, su padre incluso hizo de extra, y su madre se encargaba de maquillar a los actores y de la producción. “También participaba mi hermano mayor, el que hoy es ingeniero de sistemas; no sé cómo hice, pero lo convencí. Toda la familia me acompañó en estos primeros pasos como director; alquilábamos el teatro del colegio, era emocionante”. Luego empezó a dirigir mucho teatro infantil, siendo aún jovencito, y trabajando de la mano de Gloría María Solari y su madre, Gloria Recavarren, recordada gestora cultural, “trabajar con ellas fue una enorme escuela. Así empezó mi camino, pero luego estudié Cine, viajé a Argentina a estudiar Teatro, más tarde a Europa…”. 

Cuando dice que viajó a Argentina para estudiar Teatro, en realidad se refiere a la formación que obtuvo en dirección de Teatro Lírico en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón de Buenos Aires. Y cuando menciona Europa, tendríamos que precisar que obtuvo un Máster en Dirección de Teatro Lírico por la Accademia per l’Opera italiana. En el Palacio Euskalduna de Bilbao y la Opera Real de Valonia, en Bélgica, ha presentado, el año pasado, su premiada puesta de “Alzira”, de Verdi. 

¿Y qué premio ganó con “Alzira”? Fue en 2020: premio a Mejor Producción Latinoamericana por su puesta en escena de la obra de Verdi, por la Asociación OPERA XXI de España, en el Gran Teatro Nacional de Lima, en coproducción con la Ópera Real de Valonia Liege (Bélgica) y ABAO Ópera de Bilbao (España). Su hoja de vida es impresionante y extensa; solo agregaré que también ha dirigido óperas –montajes revestidos de una alucinante épica moderna– de Mozart, de Hans Werner Henze y Bizet, para el Festival Internacional Alejandro Granda; además de “La Périchole”, de Jacques Offenbach, y “The Little Prince”, de Rachel Portman, en el Teatro Colón de Bogotá. 

Con su productora, Éxodo Teatro, se ha especializado en hacer versiones contemporáneas de textos clásicos, adaptándolos, estéticamente, a la vida moderna. “Siempre me fascinaron los textos clásicos, por la forma en que están escritos, porque no utilizan un lenguaje cotidiano, por su búsqueda en la formulación de las frases, ese virtuosismo de los escritores antiguos me fascinó siempre, de chico me ayudaban a alejarme de la realidad, del naturalismo… A las obras clásicas trato de darles una lectura distinta, pero no cambio ni una palabra a los textos”. 

Fernando Luque protagoniza “La vida es sueño”.

Lo escucho resoplar en el teléfono cuando le pregunto si las obras clásicas no podrían alejar a los jóvenes del teatro. “Nosotros hemos demostrado que eso no es cierto; el año pasado, cuando estrenamos ‘La vida es sueño’, se agotaban las entradas, había gente en la puerta esperando conseguir una, y vinieron muchos jóvenes. En nuestro país se suele subestimar al público y asumir que no se va a interesar por este tipo de obras, de textos. Pero nosotros trabajamos con un sólido elenco de actores, con una escenografía impactante, y el resultado es un producto que está a la altura del público de hoy, al ritmo de hoy. Muchos jóvenes, mucha gente hoy quiere ser parte de los clásicos, no se quieren morir sin ver un Shakespeare”. 

Las obras clásicas trascienden hasta hoy, pues, según palabras, “seguimos siendo los mismos desde hace quinientos años o más”. Los personajes arquetípicos que presentan las obras clásicas son inmortales. “Segismundo, por ejemplo, en ‘La vida es sueño’ es el hijo reprimido de un rey inepto en su proceder, debido a problemas personales; ese rey, por ejemplo, bajo distintas formas, sigue existiendo hasta hoy; los personajes antiguos siguen existiendo en las sociedades de hoy. ‘El Misántropo’, de Molière, por ejemplo, un drama escrito en 1666, tiene que ver con un personaje que representa a seres que, como yo, renegamos del mundo”. 

¿Tú odias al mundo, Jean Pierre?, le pregunto, hablándole a mi teléfono en altavoz, apoyado en mi computadora. “Yo siempre he sido frontal, directo, poco complaciente con el conformismo. Me considero un misántropo en el sentido virtuoso de Molière; él deja muy en claro que mientras más se ama, menos hay que adular; el verdadero amor se presenta en el que nada perdona; el misántropo odia a los malos, pero odia más a aquellos que son complacientes con los malos”. 

“Yo siempre he sido frontal, directo, poco complaciente con el conformismo. Me considero un misántropo en el sentido virtuoso de Molière”, sostiene Jean Pierre.

Trabajar con su hermana es un placer; no lo hacía desde que él era un adolescente y ella una niña, desde los tiempos de teatro en el colegio Champagnat. “María Grazia es muy trabajadora, no deja de prepararse, es extremadamente responsable, dedicada y multifacética; ahora es madre, y se da tiempo para actuar en una novela, estar con sus hijas y ensayar en ‘La vida es sueño’; y pronto empezamos con los ensayos de Otelo, de Shakespeare, donde ella interpretará a Desdémona; la estrenaremos en octubre, también en el Teatro Municipal. En todo caso, para mí es un gusto sacarla del estereotipo en el que la han encasillado el cine y la televisión; el teatro le permite hacer catarsis, interpretar a personajes distintos. Yo disfruto mucho de su sensibilidad, pero no me dejo llevar por las emociones, y mantenemos una relación profesional en los ensayos. No trabajaba con ella desde que era niña, y ahora veo a una actriz en la madurez de su profesión”.

Suscríbase ahora para obtener 12 ediciones de Cosas y Casas por solo 185 soles. Además de envío a domicilio gratuito y acceso instantáneo gratuito a las ediciones digitales.