En “Soltera, casada, viuda, divorciada” vemos a mujeres protagonistas de sus vidas, que toman decisiones, se equivocan, tienen cuarenta y tantos años, la edad de las segundas oportunidades. Conversamos con Katia Condos, Gianella Neyra, Milene Vásquez y Patricia Portocarrero, las protagonistas de esta película dirigida por Ani Alva Helfer, que alcanzó el récord histórico de un millón de espectadores y está por estrenarse en Netflix.
Por Gabriel Gargurevich Pazos
Son las cinco y treinta de la tarde, y Katia Condos es la primera que entra a la reunión en Google Meet. Me recuerda que hace como dieciséis años la entrevisté en su casa en Miraflores, reímos, yo le pregunto si sigue con el periodista Federico Salazar y me dice que claro que sí, que desde hace veintisiete años están juntos, que justo la otra vez recordaban las épocas en que empezaron a salir, en 1996. En la película “Soltera, casada, viuda, divorciada”, dirigida por Ani Alva Helfer, que alcanzó el récord histórico de un millón de espectadores, interpreta a Conny, una actriz que lucha contra el paso del tiempo, sin melancolía, más bien con mucho humor, firmeza y determinación. A Katia se le siente una mujer fuerte.
¿Es así, Katia? ¿Lo eres?
Sí soy recontrafuerte –responde con una sonrisa imbatible. Lleva una vincha de color claro que le tira todo el pelo para atrás y deja su rostro totalmente al descubierto. Achina los ojos a través de unos lentes de montura gruesa–. A pesar de las dificultades que he tenido en mi vida, siento que siempre mi Eros le ha ganado a mi Tánatos, el amor siempre le ha ganado al dolor.
¿Crees que es porque has tenido una niñez sana?
Mi niñez ha sido cero sana. Lo que ha sido sano fue el amor de mi madre, ha sido el tronco que me ha sostenido siempre. Nosotros somos cinco hermanos, y los cinco somos buenas personas, no le deseamos el mal a nadie, somos correctos e incorruptibles.
¿Entonces, vienes de un hogar donde mandaba tu madre, un hogar matriarcal?
Al contrario, vengo de un hogar supermachista, muy disfuncional, pero me sostuvo el amor de mi madre. Crecí con el ímpetu de ser una mujer independiente, que no se iba a dejar manejar por ningún hombre, eso sí. Mientras Katia me decía lo anterior, entraron a la reunión dos actrices más del elenco de la película: Gianella Neyra y Milene Vásquez. También la directora Ani Alva Helfer. Les digo que es momento de empezar a hablar sobre el proceso de filmación.
¿Cómo es Ani al dirigir? ¿Es una directora dictatorial o más bien cálida y abierta?
Es horrible –responde Gianella enseñando todos sus dientes, en lo que parece ser el balcón de su casa en Miraflores. Su pelo largo azabache se mezcla con su ropa oscura. También lleva lentes de montura gruesa. En la película, hace de Cecilia, una mujer que acaba de enviudar–. Hablando en serio, bueno, Ani es una directora que sabe escuchar, que nos da la libertad para poder jugar, que acepta nuestras propuestas, es muy f lexible; es un placer trabajar con ella, tiene una sensibilidad enorme, te deja ser, pero sabe lo que quiere. Yo vengo de trabajar dos novelas con ella –dice Milene. Una blanca biblioteca se ve de fondo, viste un polo blanco, y también lleva lentes con montura gruesa. Su sonrisa, su expresión, es amable y cálida, pero me da la impresión de que cuando se molesta lo hace de verdad. En el filme, hace de Lorena, una empresaria que sale con un hombre casado–. Estoy totalmente de acuerdo con lo que dice Gianella. En las novelas siempre estamos contra el tiempo, pero Ani no pierde esa capacidad de escucha.
¿Qué es lo peor de trabajar con ella? –le pregunto.
¿Lo peor? –ríe–. Bueno, quizá a veces sea un poco obsesiva, pero es una directora clara y rápida.
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