Hace unos días, la revista “Time”, una de las más prestigiosas, serias y respetadas del mundo, anunció en su página web: “Amal Clooney muestra su barriguita de embarazo en Naciones Unidas”. Obviamente, la esposa de George Clooney, conocida abogada en temas de derechos humanos, no llegó al edificio de la ONU a mostrar su “barriguita” de mellizos frente a una docena de fotógrafos, sino a dar una conferencia sobre la importancia de llevar a ISIS a la justicia por atrocidades contra la humanidad y, poco después, reunirse con el nuevo secretario general de la organización, António Guterres. “Time” no está sola en su caracterización de Amal como una especie de “Barbie abogado”, una adorable muñeca que no queda satisfecha solo con dar una lección de estilo para mujeres embarazadas en todo el mundo, sino que, además, como un pequeño talento secundario, defiende a abusados y persigue terroristas en las cortes internacionales.
En una columna publicada en “The Guardian”, hace unos días, la periodista Hadley Freeman se quejó del abierto sexismo de la cobertura que recibe Mrs. Clooney, diciendo que el tema de su ropa maternal es casi inevitable, considerando que “literalmente, parece más importante que el genocidio”. “¿No es esta la definición de sexismo?”, escribió, “¿ignorar los logros de una mujer y enfocarse, en cambio, en su fertilidad y apariencia?.
Clooney ha dicho en entrevistas que se siente feliz si esta ‘publicidad extra’ ayuda a que ‘el público entienda lo que ocurre entre los yazidíes e ISIS’, lo que suena maravilloso, aunque una no queda realmente informada sobre lo que sucede con la crisis de los yazidíes en la cobertura que el ‘Daily Telegraph’, por ejemplo, hace de ella, más enfocado en sus looks de la alfombra roja que en masacres y crisis humanitarias”.
En el sitio The Revelist, Maria Fisher también se quejó de que mientras Amal daba un apasionado discurso sobre conversiones religiosas forzadas, violaciones y asesinatos, la prensa presente estaba más enfocada en su embarazo y en si era o no conveniente que, en su estado, usara tacos altos como los que llevaba puestos.
Mujeres poderosas y medios sexistas
“The New York Times”, que, dicho sea de paso, no está por encima de los comentarios sobre el guardarropa de la abogada, publicó, hace unos días, un artículo donde acusaba el sexismo que existe en el público, la prensa y, especialmente, en las redes sociales respecto a mujeres en cargos de poder, señalando que, al igual que Hillary Clinton ha sido tratada en el pasado de “bitch”, y ha visto la elección de su ropa minuciosamente analizada, ahora es el turno de la asesora ‘senior’ del presidente Trump, Kellyanne Conway. Ella, probablemente, la mujer más influyente en la nueva administración después de Ivanka Trump, fue ridiculizada por el abrigo Gucci blanco, azul y rojo de inspiración militar que lució durante la ceremonia de asunción de Trump; luego, por sentarse sobre sus rodillas en el Salón Oval, e incluso el programa “Saturday Night Live”, en un comentado sketch, la comparó con la sicópata seductora del filme “Atracción fatal”. “Parece haber gran resentimiento hacia ambas (Hillary Clinton y Kellyanne Conway); son presentadas como mujeres hambrientas de poder que desean controlar a los hombres”, explicó en ese periódico la escritora feminista Marjorie J. Spruill. “Mientras Hillary era tratada como castradora y de mal genio, la imagen de Kellyanne es la de una mujer fácil, que usa su feminidad como herramienta de control masculino”.
Una mujer misteriosa
En el caso de Amal, la situación es, quizás, más complicada. Bellísima y misteriosa, concede muy pocas entrevistas y, cuando lo hace, es para promocionar el trabajo de su marido o avanzar alguna causa importante a ojos del público. Es difícil resistirse a dar un rol protagónico a su guardarropa, porque su clóset es, más allá de cualquier otra consideración, envidiable, repleto de prendas de Dolce&Gabbana, Dior y Balenciaga, algunos de sus diseñadores favoritos. Su presencia ocasional en la alfombra roja, además, no ayuda a rodearla de una atmósfera de seriedad, por lo que sus importantes discursos y presentaciones en la corte internacional no reciben la misma atención mediática que, digamos, el diámetro de su vientre.
Por Manuel Santelices