Explorar París de la mano de un parisino es una cosa. Explorar Saint-Germain-des-Prés con la hoja de ruta de Karl Lagerfeld es otra. Es en este artístico y superchic barrio de París donde se desarrolla la vida del más grande couturier alemán vivo, quien llega a Sudamérica y el Perú a través de su marca de retail Karl Lagerfeld for Falabella.

Por Adriana Miró Quesada

Karl Lagerfeld

La oficina de Karl Lagerfeld, en la Rue Saint Guillaume.

No hace falta más que buscar el significado de la palabra couturier en Google para entender la importancia de Karl Lagerfeld para Francia y el mundo. El primer resultado que aparece, en la página WordReference.com, lo menciona como ejemplo. Así de claro. Y es que no existe actualmente una hoja de vida más rica en experiencias y encargos en la moda que la del diseñador alemán, adoptado por Francia. Empezó a los veintidós años en la casa Pierre Balmain, para luego desfilar por Jean Patou, Chloé, Fendi y Chanel (de las cuales, en las dos últimas aún es director creativo). En el año 2012, tras décadas de posicionarse no solo como ícono absoluto del diseño de moda francés, sino como fotógrafo, director creativo y arquitecto, creó su propia marca para incursionar en el rubro de la moda accesible.

En esta ocasión nos recibe Caroline Lebar, directora de Comunicaciones de Lagerfeld, y amiga personal de Karl durante los últimos treinta años. Ante nuestro asombro frente a los titánicos logros y persistente energía creativa del diseñador, Caroline lo ilustra de esta manera: “Karl no piensa nunca en el pasado. Él se reinventa tres veces –para cada marca (Lagerfeld, Chanel, Fendi)– cada temporada. Es un workaholic. Y todo esto ­­lo hace en las escasas –y a la vez inagotables– manzanas de su barrio de siempre, Saint-Germain-des-Prés, que Caroline amablemente nos lleva a recorrer.

Karl Lagerfeld

Prendas de Karl Lagerfeld for Falabella

Empezamos temprano con un café y un jugo en la Rue Saint Guillaume, donde se ubica el atelier del diseñador. Solo cuatro personas trabajan en esta enorme mansión parisina, y cada una de ellas tiene un espacio decorado a su propio estilo, con distintos colores y diferentes niveles de orden.

El de Karl es uno muy colorido, donde coexisten diversos estilos, desde el neoclásico de los marcos hasta el art déco de una enorme alfombra de formas geométricas en tonos rojos. Es aquí donde, entre ordenadísimas rumas de lápices de colores y maquillaje (con los cuales hace sus bocetos), se reúne este selecto equipo para participar de sesiones de brainstorming lideradas por Karl.

“Él no trabaja aquí”, nos comenta Caroline. “Lo hace en su casa, todo el tiempo. A veces, sueña las colecciones. Viene aquí a terminar los dibujos, a compartir ideas con el equipo, y también a pasarla bien y a reír mucho”.

Karl Lagerfeld

Se calcula que la fortuna de Karl Lagerfeld vale unos 125 millones de dólares.

Una mente brillante

Karl Lagerfeld trabaja, sobre todo, en su mente. Caroline nos cuenta que pasa la mayor parte del día en su enorme biblioteca personal, que contiene más de trescientos mil libros. La mitad del día lee y dibuja. Solo después sale, sea a su atelier o a su estudio fotográfico, donde ejecuta sesiones de moda y arte. Este estudio es un espacio mediano ubicado detrás de su librería 7L (nombrada en referencia a la dirección en que se encuentra: 7 rue de Lille), a solo dos cuadras de su atelier, y es nuestra segunda parada en el recorrido antes del almuerzo. 7L era una antigua galería de arte que Karl compró, y aún mantiene el ambiente blanco y abierto de su anterior uso. Los libros, elegidos principalmente por Karl, tratan sobre arte, arquitectura, decoración y moda, desde lo puramente visual hasta lo académico. Todo lo que Karl considera una referencia está aquí, además de su extensa obra fotográfica publicada por la editorial alemana Steidl.

Karl Lagerfeld

La librería 7L, propiedad de Karl Lagerfeld. 

Ya en el almuerzo, mientras revisamos la breve carta en la terraza del restaurante La Societé –nuestro siguiente punto en el recorrido de Karl–, no puedo evitar preguntarle a Caroline por el temperamento del diseñador. ¿Cómo es en el plano personal alguien cuya imagen proyecta al mundo tal nivel de rigor? “Karl ama divertirse, ama bailar. El solía bailar tango, tanto así que en su casa tenía una pista de baile, y hacía fiestas para las que sus amigos hasta tomábamos clases (de baile), para no quedar mal. Su forma de vestir es solo una manera de protegerse. Una manera de lograr que la gente pueda conocerlo de una forma más suave y lenta”. Y por qué estamos aquí, le pregunto, a sabiendas de su gusto por la gastronomía. “Él casi no sale, ni come fuera de su casa desde hace años, salvo en Matsuhisa, ya que ama la cocina japonesa. Pero viene aquí, las pocas veces que sale, porque le gusta el ambiente. Además, queda dentro de las ocho o diez cuadras del barrio en las que él se mueve”, responde.

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