Por lo menos en números, el año entrante parece mejor que el que termina. No obstante, los enfrentamientos entre los poderes Legislativo y Ejecutivo, la falta de gestión para la rápida ejecución del gasto público, la extrema mesura de los empresarios para invertir y el inicio de las elecciones regionales y municipales parecen anunciar otro año más de parálisis política y económica.
Por Luis Felipe Gamarra
Con ayuda de una pizarra, un tecnócrata podría convencernos de que este 2018 será un año bastante diferente para la economía. Después de cuatro trimestres consecutivos, el sector construcción contribuyó positivamente al PBI. Tras cuatro años seguidos de caída, la inversión privada creció 5,4% al tercer trimestre de 2017, un resultado impulsado por una mayor inversión minera y la recuperación de la inversión en exploración. Bajo esa perspectiva, se espera que en 2018 este indicador se eleve a 6,3%, nada mal para un indicador que cayó de forma estrepitosa entre los años 2015 (-4,3%) y 2016 (-5,9%).
Por otro lado, la inversión pública creció 5% en octubre, la tasa más alta en más de un año, producto de la recuperación de la inversión del gobierno nacional y local. Así, todos los indicadores de confianza empresarial, excepto el de inventarios, se mantienen positivos. Destaca el incremento de las expectativas sobre el aumento de la demanda y el mejor desempeño de los sectores. De esta forma, al mes de octubre, la inflación fue de 2,04%, la más baja después de siete años. Igualmente, ese mismo mes, los ingresos tributarios crecieron 13,9%, por una mayor recaudación de IGV (5,3%) e impuesto a la renta (11,9%). Además, las devoluciones cayeron en 15,4% respecto a 2016.
El gasto total se elevó en 16,7% por el continuo crecimiento de la inversión pública. Luego de la caída en julio, las exportaciones se vienen recuperando por mayores ventas de cobre (93% de crecimiento en setiembre). En esa línea, según el último reporte del Instituto Peruano de Economía (IPE), las exportaciones superarán los US$46,2 mil millones al año 2018, así como las importaciones, que alcanzarán los US$39,9 mil millones. Finalmente, la inversión pública, que estuvo retrocediendo los últimos tres años, será de 14,2 del PBI, más del doble que este año. Así, la confianza empresarial se ubicó el mes pasado en el orden de los 57,6 puntos, uno de los picos más altos desde 2014, tras haberse desplomado durante los primeros meses del año por los efectos del fenómeno de El Niño costero.
Por todos estos motivos, el economista Diego Macera, gerente general del IPE, señala que la economía podría crecer entre 4% y 4,5% al 2018, casi un punto o un punto y medio más que este año, que cerrará por debajo del 3%. No obstante, advierte, “es lo que se esperaría”. “Si me preguntabas en diciembre de 2016 te habría dicho que creceríamos más de 4%, pero vamos a cerrar el año cerca del 2,7%. Los indicadores sugieren que el 2018 será un mejor año, pero nadie sabe finalmente lo que podría ocurrir”, explica Macera.
Año complicado
Para el psicólogo Hernán Chaparro, director ejecutivo de la consultora GfK, estas cifras sugieren un efecto de rebote para la economía, que se debería traducir en mejores expectativas de gasto, inversión y consumo. Sin embargo, según sugieren los resultados de las encuestas acerca de las expectativas económicas, se percibe un ánimo de restricción. “Hay una sensación de parálisis, por lo que se achican las dimensiones de lo que querías hacer, optimizando costos, replanteando estrategias, haciendo un análisis fino a nivel competitivo y eligiendo productos alternativos pensando más en el precio que en la calidad”, expresa Chaparro, explicando que para el ciudadano de a pie estos indicadores macroeconómicos no dicen mucho o demoran en expresarse en términos reales en el mercado. Para este analista, por el contrario, la sensación de crisis será un sentimiento latente, debido a las permanentes tensiones entre el gobierno y el partido que es mayoría en el Congreso (Fuerza Popular), que se han convertido en un enfrentamiento abierto entre dos poderes del Estado. “Ha habido cambios de ministros, han caído gabinetes enteros, y no se vislumbra, ni de un lado ni del otro, que eso se vaya a resolver el año que viene” afirma.
Por otro lado, las elecciones regionales y municipales, cuya convocatoria oficial será este 10 de enero, en medio de un proceso de reconstrucción bastante lento y politizado, será otro pretexto para convocar a la población a las calles, marcando el inicio de nuevos focos de conflictividad, principalmente en el norte del país. “Políticamente será un año con mucho ruido. Económicamente será el reflejo de ese escenario”, advierte Chaparro, haciendo referencia a que, como quedó acuñado en CADE Ejecutivos 2017, no existen cuerdas separadas a la hora de hablar de política y economía. En esa línea, Macera añade: “Este año ha habido procesos de licitación que se han tenido que lanzar hasta tres veces en zonas como La Libertad y Piura. Los dimes y diretes entre las diferentes autoridades acabaron con la salida de Pablo de la Flor, el director ejecutivo del proceso de reconstrucción. Y si le sumas a estos complicados problemas de institucionalidad el hecho de que el año entrante habrá elecciones regionales y municipales, será complicado. Lo más probable es que el efecto en el crecimiento económico que espera el gobierno de la reconstrucción recién se vea hacia el año 2019”.
La reconstrucción
Si bien el ex director ejecutivo de la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios (RCC) esperaba haber reconstruido gran parte de la infraestructura dañada en menos de cuatro años, la verdad es que existen economías mucho más desarrolladas, con todos los recursos del caso, y con un grado mucho más alto de institucionalidad, que no han logrado ese récord. Por ejemplo, en Estados Unidos, miles de víctimas del huracán Katrina siguieron reclamando atención doce años después. Lo mismo pasó en Japón, que a cuatro años del mortal tsunami de la región de Tohoku (ocurrido en 2011) solo había podido reconstruir el 25% de las áreas afectadas. O en China, que con su arrollador aparato público, basado en un partido único, no supo resolver de forma eficaz las necesidades de los habitantes tras el terremoto de Sichuan, en 2008.
“Es fácil poner cemento donde hubo cemento. Lo difícil es planificar y prever que no vuelva a ocurrir”, explica el ingeniero Jorge Abad, director de la carrera de Ingeniería Ambiental de la UTEC, quien escuchó con decepción una exposición de De la Flor, porque este proceso de reconstrucción se está haciendo sin la suficiente planificación. “No se está haciendo un esfuerzo por comprender por qué los puentes se cayeron, o hacer el estudio que corresponde para que esto no vuelva a ocurrir. En unos pocos años, cuando vuelva a ocurrir, gastaremos otros 25 mil millones de soles. Se fue por lo fácil: poner concreto donde hubo concreto”.
El empleo no crece
Para Macera, aunque todos los indicadores son positivos en el papel, un número que permanece en negativo es el del empleo formal. Este indicador, en empresas urbanas de más de diez trabajadores, cae de forma sostenida desde 2011, cuando la economía crecía a tasas de 6%. Es un indicador en negativo, a pesar de que otros indicadores, como la confianza empresarial, describen una historia más positiva. “Normalmente el mercado se puede demorar un poco. Pero creo que se trata más de un tema de lección aprendida entre las empresas, que en épocas de vacas gordas contrataron mucho personal, que después se les hizo complicado despedir en épocas de vacas flacas. Las empresas están siendo más cautas al momento de contratar personal”, explica Macera.
Para Chaparro, si el empleo de calidad no ha crecido durante los años de bonanza económica, menos va a hacerlo en este periodo de incertidumbre, cuando dependemos más de factores externos como el precio de los metales, por lo que considera que seguirá incrementándose el empleo temporal de mala calidad. En tal sentido, Macera lo que identifica no es la informalidad como un elemento negativo, sino la baja productividad de los trabajadores en el segmento de las micro y pequeñas empresas. “No importa si es formal o informal, el problema es la baja productividad”, dice Macera, quien considera poco probable que la administración Kuczynski logre alcanzar la meta de más de un millón y medio de puestos de trabajo al año 2021. “Es imposible o muy cercano a eso. Hay que moderar las expectativas de lo que se puede hacer”. Parece que será otro año más de tecnocracia de pizarra, con fríos baldazos de realidad cotidiana.