Una histórica edición de los Premios Princesa de Asturias tuvo lugar en Oviedo. Entre discursos sobre el cambio climático, la igualdad de género y el derecho a la educación, la gran protagonista fue la princesa Leonor, quien pronunció su primer discurso oficial.
El contexto sociopolítico no era el mejor. Mientras en Barcelona se desataba el caos como consecuencia de las protestas contra la decisión del Supremo español de condenar a nueve líderes independentistas por sedición, al otro lado del país, en la capital del principado se celebraba una nueva edición de los Premios Princesa de Asturias, que este año generaron una expectativa especial por el primer discurso de la princesa Leonor en sociedad. Precisamente por ella, en 2014 los premios dejaron de denominarse “Príncipe de Asturias”.
Sin desentonar con el discurso reivindicativo que reina en la actualidad, los premiados hicieron referencia a temas como el cambio climático, la igualdad entre hombres y mujeres, y el derecho a la educación. Así, tras el discurso inaugural de Luis Fernández Vega, presidente de la Fundación Princesa de Asturias, vino el de la novelista estadounidense Siri Hustvedt, premio Princesa de Asturias de las Letras, cuyo mensaje de corte feminista fue atentamente escuchado in situ por su esposo Paul Auster, también reconocido con el premio en 2006. “Este premio llega de la mano de una niña, una princesa. Me gustaría que fuera para todas las niñas que leen un sinfín de libros sobre muchos temas, que piensan, se preguntan, dudan, imaginan y se rehúsan a estar calladas”.
Por su parte, la bióloga argentina Sandra Myrna Díaz, premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica –junto a Joanne Chory–, emitió un mensaje conservacionista; mientras que Javier Solana, presidente del Patronato del Museo del Prado y ganador del premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, como reconocimiento a la labor de conservación y divulgación de uno de los más ricos patrimonios artísticos del mundo, resaltó el estatus de “templo universal de la cultura” que el recinto ostenta; y, por supuesto, Salman Khan, premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional y fundador de la Khan Academy, que ofrece material educativo gratuito en formato audiovisual para jóvenes de todas las edades y de todo el mundo, hizo hincapié en la importancia de una educación gratuita y de calidad.
Peter Brook, de 94 años, se llevó el premio Princesa de Asturias de las Artes por contribuir de manera decisiva al intercambio de conocimientos entre culturas tan distintas como las de Europa, África y Asia, con montajes teatrales de alto compromiso estético y social. Lindsey Vonn, la mujer con más victorias en la historia de la Copa del Mundo de esquí alpino, fue reconocida en el rubro deportivo; y el sociólogo Alejandro Portes, por su aporte en la investigación de las migraciones internacionales y la marginalidad social.
Cada uno de ellos se llevó 50 mil euros y una escultura de Joan Miró, además del diploma y la insignia respectivos.
La Protagonista
Pero, valgan verdades –y sin ánimo de desmerecer a los galardonados–, quien acaparó toda la atención de los asistentes y de la prensa internacional fue la princesa Leonor de Borbón, futura reina de España.
Un día antes de pronunciar su primer discurso en público, tanto ella como su hermana, la infanta Sofía, y sus padres, Felipe y Letizia, reyes de España, fueron recibidos en la Plaza de la Catedral por una multitud de gente con gaitas típicas de la zona, dando inicio a los actos relacionados con la entrega de los premios. Alrededor de las 6:30 p.m. del viernes, la familia real transitó por la alfombra azul a las afueras del Teatro Campoamor, nuevamente entre gaitas que entonaban el himno de Asturias, aplausos de los ciudadanos y una que otra bandera republicana en sinónimo de protesta, antes de entrar al recinto para presidir la tan esperada ceremonia.
Después de entregar uno a uno los premios acompañada de su padre, Leonor tomó el micrófono, ante la mirada expectante del millar de asistentes al recinto y de los otros millones de espectadores alrededor del mundo. “Hoy es un día muy importante en mi vida, que he esperado con mucha ilusión”, fueron las palabras iniciales de la princesa. “Mis padres siempre nos han hablado a mi hermana, la infanta Sofía, y a mí, de Asturias, de su cultura, historia y tradiciones. También de su naturaleza. Pero, sobre todo, nos han enseñado a querer y a admirar a los asturianos (…). Asturias es, también, la tierra de mi madre, la reina. Yo llevo sangre asturiana”, dijo, y volteó a ver tiernamente a Letizia, quien ya la estaba esperando con la mirada, sonriente. Los aplausos no se hicieron esperar. Tampoco la sonrisa orgullosa de su abuela paterna, la reina emérita Sofía, quien observaba el acontecimiento desde el palco; y las lágrimas de emoción de su abuela materna, Paloma Rocasolano. No era para menos: el momento, cargado de importancia protocolar y de simbolismo, y, como contraste, la dulzura pueril de la angelical Leonor, genera una mezcla que –aunque desconcertante para algunos– también puede resultar conmovedora. Sobre todo para una abuela chocha.
Seguidamente, la niña hizo énfasis en su responsabilidad como heredera de la corona y el compromiso que tiene para con España, el mismo que su padre ha asumido durante todos estos años. “Es un título que me compromete con la entrega y el esfuerzo de servir a España y a todos los españoles”, dijo sobre el suyo. “En mi casa, las palabras España y Asturias siempre están unidas con la misma fuerza con que las ha unido la historia. Así lo siento en mi corazón”, agregó.
Tras agradecer a los creadores de la fundación y a los homenajeados de la noche, la princesa dedicó unas breves palabras a la reina Sofía. “Ella sabe lo importante que para mí es su presencia en esta ceremonia, que significa tanto para Asturias y para toda España”, acotó, antes de finalizar su discurso de poco más de cuatro minutos, uno que no por su carácter formal ha resultado acartonado ni ha perdido la candidez inherente a la edad de quien lo ha pronunciado.
El público se puso de pie para aplaudir a Leonor, como lo hizo aquel 3 de octubre de 1981, tras el primer discurso oficial del entonces príncipe Felipe, también de 13 años.
El discurso del rey
“Hace 38 años –como recordaba al iniciar mis palabras− y en un día como el de hoy, yo estaba en el mismo lugar en el que ahora estás tú. Por eso sé muy bien lo que sientes en este momento, porque estoy seguro de que es lo mismo que yo sentí: responsabilidad, emoción y también nervios, muchos nervios. Pero, sobre todo, mucha, muchísima ilusión. Tu madre y yo estamos muy orgullosos de ti y felices por acompañarte y ser testigos de este día, tan especial y único”, dijo el rey Felipe a su hija, frente al público asistente, durante el discurso que puso fin a la ceremonia de premiación, no sin antes dedicar palabras de reconocimiento a los ganadores y resaltar las virtudes de la labor de cada uno.
Luego, continuó dirigiéndose a su hija Leonor, no solo como figura paterna sino como persona que ha vivido en carne propia lo que empieza a vivir ahora la princesa. Sus palabras, al igual que las de Leonor, pusieron énfasis en las responsabilidades de su hija como heredera. “La obligación de servir a España y a los españoles debe ser el mayor orgullo y el máximo honor que puedas alcanzar. Tu deber será actuar siempre con el ánimo esperanzado, con coraje y con valentía; creciendo en responsabilidad, en bondad y en ejemplaridad”.
Para terminar, el rey se dirigió a los jóvenes. “Me gustaría terminar mis palabras transmitiéndote a ti, a tu hermana y a toda vuestra generación, un mensaje de confianza. Esa confianza tan necesaria que cada año sentimos renacer en este teatro gracias a nuestros galardonados, a su gran ejemplo y a su extraordinaria obra, a su entrega a las causas más nobles, a su amor por la solidaridad y por la libertad”.
Así, sin hacer mención alguna a la violencia suscitada ese mismo día en Cataluña, pero con un manejo escénico y una memoria indiscutibles, el rey Felipe dio por finalizada una ceremonia que pasará a la historia.