Un escándalo que involucra al rey emérito Juan Carlos con un millonario soborno ha puesto en aprietos a su hijo Felipe VI, quien hace solo unos días optó por renunciar a su herencia. En medio de la crisis sanitaria mundial a causa del coronavirus, la monarquía española enfrenta la posibilidad de desaparecer.
Por Redacción COSAS
No son buenos días para el rey Felipe VI de España. Mientras su país hace frente a la emergencia sanitaria por el brote de COVID-19 −que a la fecha acumula cerca de 57 mil contagios y más de cuatro mil decesos en su territorio−, él ha tenido que dar la cara ante su pueblo tras el escándalo financiero en el que se ha visto involucrado su padre, el emérito Juan Carlos. Una piedra el zapato que, pese a la coyuntura, no puede pasar por alto ya que amenaza la supervivencia de la monarquía.
Suena duro pero no se trata de ninguna exageración. El miércoles de la semana pasada, mientras el rey daba un discurso llamando a la unidad en medio de la pandemia, miles de ciudadanos salieron a sus balcones y protestaron con cacerolas. Y es que ni siquiera el confinamiento por la cuarentena ha mitigado la indignación colectiva. Sin duda, un episodio inédito en el país ibérico.
El detonante de la crisis
En centro de la polémica está el padre del actual monarca, conocido como Juan Carlos I durante casi cuatro décadas de reinado. El hombre que condujo el retorno a la democracia tras la muerte de Francisco Franco hoy vive sus horas más oscuras.
Admirado por las masas durante mucho tiempo, el emérito es el principal blanco de críticas de estos días. ¿De qué se le acusa? En resumidas cuentas de haber recibido cien millones de dólares de Arabia Saudita, dinero que más tarde ocultó en paraísos fiscales y que en parte entregó a su amante, según detalla la justicia suiza.
Aunque el ex monarca ya había protagonizado otros controvertidos episodios, que mellaron su popularidad -basta mencionar la vez que apareció en una fotografía cazando elefantes en Botsuana-, ninguno fue tan grave como este.
Todo empezó hace unas semanas, cuando un diario suizo reportó que Juan Carlos tenía una cuenta bancaria secreta en dicho país, a nombre de una fundación panameña llamada Lucum. Allí, según investigaciones de la fiscalía suiza, la familia real de Arabia Saudita le habría depositado 100 millones de dólares en 2008, como una supuesta donación.
No obstante, las autoridades creen que se trataría de una operación de lavado de dinero o un millonario soborno. Esto debido a que por esos días un consorcio español fue elegido para construir el tren de alta velocidad en La Meca. Por si fuera poco, la prensa reveló que en 2012 Juan Carlos retiró 65 millones de esa cuenta y se los transfirió a la alemana Corinna zu Sayn-Wittgenstein. Ella intentó minimizar el hecho y dijo que fue «un regalo no solicitado del rey emérito».
Sin embargo, la aristócrata alemana acaba de anunciar acciones legales en Londres contra su expareja, acusándolo de utilizar al Centro Nacional de Inteligencia (CNI) para amenazarla en un intento de silenciarla. Cabe señalar que, en una conversación grabada en la capital inglesa en 2015, la empresaria aseguró que actuó como testaferro de Juan Carlos I durante años. En dicha escucha reveló también poseer «cajas llenas de documentos que comprometen a la monarquía».
Complicaciones en el camino
La situación empeoró cuando días después diario español «El País» informó que existía otra fundación, esta vez llamada Zagatka y creada en Lichtenstein, que también tenía una cuenta en Suiza, donde Juan Carlos aparecía como beneficiario.
Aunque en principio se explicó que era una cuenta abierta por Álvaro de Orleans, primo lejano del emérito, para manejar su fortuna, y que había puesto a Juan Carlos como el tercer beneficiario, solo en caso de que él y su hijo murieran, «The Telegraph» descubrió que en realidad esa fundación había pagado viajes del padre de Felipe VI en jets privados.
A la luz de las investigaciones, todo indica que De Orleans era solo un testaferro y que el padre del otrora monarca español también usaba esa institución para esconder sus negocios turbios.
Felipe VI y una respuesta que no convence
La polémica finalmente salpicó al actual rey. El diario inglés publicó recientemente que Felipe VI apareció como uno de los beneficiarios secundario en ambas cuentas. Ante ello, tomó rápidamente una determinación: convocó a una rueda de presa y anunció que renunciaba a la herencia de su padre.
Además, informó que su padre no iba a percibir más la asignación oficial que el fisco le confiere en calidad de soberano en el retiro. «La Corona debe preservar su prestigio y actuar con integridad, honestidad y transparencia», declaró.
Asimismo, admitió que él sabía de la existencia de la cuestionada fortuna de su padre desde marzo del año pasado, pero que desde el primer momento le pidió que dejara sin efecto esa designación. Y afirmó que nunca tuvo «conocimiento, participación o responsabilidad alguna» en la creación o manejo de ninguna de las dos cuentas bancarias.
No obstante, los españoles se preguntan por qué nunca lo puso de conocimiento a las autoridades y la Fiscalía Anticorrupción. Más aún, esperan que el monarca proponga una reforma inmediata para evitar actos similares. En efecto, no se contentarán solo con la estrategia que viene promoviendo la Casa Real: sacrificar al patriarca de los Borbón para proteger al hijo.
La crisis de la monarquía en España no se reduce únicamente al último traspié de don Juan Carlos. Si él pudo hacer todo esto durante su reinado no solo fue debido a la falta de transparencia sino también a una legislación que impide la persecución de delitos cometidos por los monarcas y la indiferencia de los partidos políticos, instituciones y la sociedad en general. Ahora la población exige que se levante la inmunidad al Palacio de la Zarzuela.
¿Monarquía en agonía?
Las acusaciones de corrupción al interior de la Familia Real español no son nuevas. Empezaron en 2010, cuando Juan Carlos aún era rey y su yerno, Iñaki Urdangarin, esposo de la infanta Cristina, fue acusado de desviar fondos público del Instituto Nóos, una entidad dedicada a impulsar el deporte en España.
Urdangarin, quien dirigía la entidad, fue hallado culpable en 2017 y desde aquel instante cumple una condena de seis años de prisión. En esa época muchos criticaron al soberano por su actitud evasiva hacia las acusaciones. Además de apoyar a su yerno, don Juan Carlos criticaba a los medios que, según él, le prestaban demasiada atención al asunto.
Con la llegada de Felipe VI al trono en 2014, muchos pensaron que se abriría paso al cambio. Él mismo prometió adaptar la Casa Real a los nuevos tiempos; no obstante, aquel ímpetu renovador poco a poco se esfumó. Entre las iniciativas que el joven rey promovió se encontraba la transparencia de las cuentas reales, la publicación de los sueldos de sus miembros y un riguroso control sobre los regalos que recibe la familia.
Pero eso no es suficiente. Buena parte de España exige una reforma constitucional que regule la vida privada de los miembros de la realeza así como sus obligaciones y el fin de su estatus de inviolabilidad que coloca al rey por encima de la ley. A pesar del clamor popular, nada de esto prosperará si no es Felipe VI quien lidera el cambio.
El factor Letizia
Por si fuera poco, varios sostienen que la actitud de la reina Letizia no favorece en nada a la imagen de la Corona. Desde hace un tiempo se le ve distante, aburrida e incluso, distraída en los eventos públicos. Sin mencionar que hace un par de años protagonizó un incidente público con su suegra, doña Sofía, que dio la vuelta al mundo. En aquella oportunidad, la esposa de Felipe VI no dejó que la emérita se tomara fotos con sus hijas, Leonor y Sofía.
Recientemente, el periodista Leonardo Faccio publicó una biografía no autorizada sobre ella. En el texto señala que, inspirada en Meghan Markle, doña Letizia desea un respiro de su vida como royal y mayor independencia. El autor sostiene que si no lo ha hecho hasta ahora es porque sus hijas son herederas al trono de España. En caso de irse, tendría que dejarlas con su padre.
Así, en medio de una aparente crisis de pareja, su padre sumido en escándalos de corrupción y su popularidad en caída libre, el rey Felipe debe enfrentar uno de los mayores desafíos de los últimos tiempos: lograr que la monarquía española sobreviva a la tormenta mediática.