Los testimonios
Martín López de Romaña
Edad: 40 años
Militó en el Sodalicio entre 1994 y 2008. Estudió Filosofía y Teología. Tras abandonar la vida religiosa se dedicó a la literatura y el arte.
“Fue una larga crisis incubada durante cinco o diez años, fue un lento proceso irme dando cuenta, gracias sobre todo a los libros de Nietzche que cuestionaban el sistema de pensamiento, que ese mundo no encajaba conmigo y que no iba con mi sensibilidad. Hasta que al final sales del Sodalicio y una vez afuera demoras tanto tiempo en desprogramarte mentalmente, porque estás lleno de ideas raras. En un concepto amplio de justicia, lo único que pediría es que se ofrezcan garantías a la sociedad civil para que estos casos no vuelvan a ocurrir. Hay una gama de abusos de poder y sospechosamente varios se dan por el lado sexual. Es parte de una cultura del abuso que fue creada por Luis Fernando [Figari] y avalada y ejecutada por los Sodálites. Muy típica punto por punto de las sectas de control mental”.
Vicente López de Romaña
Edad: 37 años
Militó en el Sodalicio entre 1997 y 2011. Mientras estuvo en el Sodalicio, consiguió que lo dejaran estudiar Arte. Luego de un año, tuvo que dejar la carrera, pues le impidieron llevar las clases de dibujo de figura humana con modelos desnudas. Recién el año pasado pudo terminar la carrera de Artes Visuales en Corriente Alterna.
“Mi salida fue un proceso largo, de varios años. Yo era amigo de una consagrada que vivía en Roma. Hablaba eventualmente con ella. Estaba encargada de organizar el proceso de beatificación de Germán Doig. Me confesó que ella había sido víctima de los abusos de Germán muchos años antes. Pensó que luego él había cambiado pero se enteró de otra víctima abusada poco antes de la muerte de Germán. Se dio cuenta de que no había cambiado nada. Luis Fernando [Figari] corrió la voz de que estaba loca. Le quitó su cargo en Roma. Yo tomé esto mucho en cuenta. Luis Fernando era Dios para mí. Con esa información empecé a verlo con otros ojos. Pero igual era tan fuerte el formateo… todos le seguían rezando a Figari con estampitas y yo mantuve el secreto por dos o tres años. Vivía en Chile y empecé a ver a un psicólogo para combatir los ataques de ansiedad y pánico”
Óscar Osterling
Edad: 43 años
Militó en el Sodalicio entre 1989 y 2012. El 29 de febrero de 1992 entró a vivir formalmente a una comunidad sodálite. Es educador de profesión, pero nunca ejerció la docencia. El año pasado terminó su máster en la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey.
“El Sodalicio se tiene que hacer cargo de tantas vidas que ha dañado. Hay mucha gente de entre los dañados que es incapaz de hablar. No consideraban tener elementos para decir algo. A partir del libro de Pedro [Salinas] por fin se han sentido y se han sabido víctimas. Antes se habían sentido como traidores, como que no les dio la vida para estar a la altura. Nos destruyeron. En mi caso hubo un detonante: se inventaron que yo había tenido una relación impropia con una chica. Me mandaron a Colombia, castigado. Allí me dejaron morir. No hacía nada. No trabajé, no estudié, me la pasé el 80% del tiempo frente a una computadora. Me empezó a dar insomnio, no veía hacia donde iba mi vida. Pienso a veces que estos patas no llegan a ser ni siquiera católicos, no son cristianos. Si fueran cristianos su primera atención sería a las víctimas, no al qué dirán. Me he ido convenciendo de que el Sodalicio ya no queda nada. Ni lo esencial, que era la fe, lo que podía rescatarlos”.
Pedro Salinas
Edad: 53 años
Militó en el Sodalicio entre 1979 y 1986. Ha sido conductor de programas periodísticos de televisión, además de columnista y escritor de más de ocho libros.
“Me captaron con el pretexto de prepararme para la Confirmación. Me presionaron para ir a un retiro, y fui. Ahí me engancharon. La sutil y gradual presión no cesó hasta que me convencieron de que mi razón de ser en la vida era ser sodálite. En el camino hay muchas técnicas de manipulación psicológica que procuran satisfacer las necesidades básicas de todo adolescente: de pertenencia, de significación, de reconocimiento. Todavía no sé muy bien cómo explicarlo, pero terminé ahí. Y durante el tiempo que viví dentro del monstruo, padecí experiencias que violaban mis derechos humanos, pero que en su momento ejecuté sin dudar, pues la obediencia es algo que te inculcan a sangre y fuego. Lo peor que me hicieron tiene que ver con la destrucción de la relación con mi padre y el odio que me inocularon contra él. Qué fuerte habrá sido el daño infringido en mí que esto apareció, de súbito, en el transcurso de la investigación. Lo había bloqueado años de años”
José Enrique Escardó
Edad: 46 años
Militó en el Sodalicio entre 1986 y 1989. Fue el primero en hacer públicos los abusos en el Sodalicio, librando una batalla solitaria desde el año 2000. Sueña con que quienes se sienten víctimas empiecen a sentirse sobrevivientes –como él se define– y que encuentren justicia y paz.
“Cuando me salí del Sodalicio tuve la intención de reunir a algunas personas que habían estado ahí para hacer algún movimiento en contra de ellos, pero todo estaba muy fresco y yo era muy chibolo. Pasaron varios años y en el 2000 estaba ayudando a mi padre por un tiempo limitado en la revista “Gente”. Escribí seis columnas que comenzaron a crear un impacto negativo en la publicidad de la revista. A la cuarta se comunicaron empresarios vinculados a grupos católicos que recibían llamadas de gente de Cipriani. Años después seguí mi lucha por internet y en los foros me atacaban de forma brutal y despiadada. Incluso me advertían que cuidado a mi hija le pasara lo que a las víctimas de Germán Doig. Presenté una denuncia y la investigación fue archivada. Me presentaba a trabajos y en una universidad el decano me respondió que no podían contratarme por atacar a la Iglesia. No confío en la Justicia con este caso. El poder económico de ellos está detrás”.