Tras años siendo un ícono de la televisión infantil, Karina Rivera se atreve a comenzar de nuevo. Alejada de las cámaras, desde su hogar en Chaclacayo, escribe cuentos que buscan dejar huella en los niños peruanos, apostando por historias que eduquen e inspiren.
Por: Diego Ochoa Acosta
Karina Rivera es, sin duda, una de las ex conductoras infantiles más recordadas del Perú. Su rostro formó parte de la infancia de toda una generación, y durante décadas supo construir una imagen pública impecable, siempre vinculada a la música y los mensajes positivos para los más pequeños. Pero detrás de esa figura luminosa, también hay una mujer que duda, que se cuestiona y que, con el paso del tiempo, ha sentido la necesidad de reinventarse.

Karina Rivera acaba de publicar su segundo cuento infantil, “Kárica y el delfín rosado”, una historia ambientada en la Amazonía que busca crear conciencia desde la infancia.
Alejada de la televisión y de los reflectores, Karina vive en Chaclacayo, desde donde cultiva una vida más tranquila, lejos del ruido mediático. Sin embargo, su compromiso con la infancia no ha desaparecido: ha decidido que cada vez que aparece en público sea para dejar un mensaje que aporte, que sume. Y es así como, con cierto temor al principio, confesando que dudaba si la tomarían en serio por haber sido “la chica de la tele”, se lanzó a escribir cuentos infantiles. Ya tiene uno publicado con gran éxito, y ahora presenta su segundo título ‘’Kárica y el delfín rosado’’, una historia inspirada en la Amazonía y en las especies en peligro de extinción. No se trata solo de libros, sino de una nueva etapa creativa que refleja quién es hoy Karina Rivera: alguien que sigue creyendo en el poder de las historias para transformar.
Karina, después de tantos años en televisión, ¿cómo nace tu deseo de escribir cuentos para niños?
Siempre tuve esa inquietud. Era uno de esos sueños postergados que nunca desaparecen. En mi lista de metas, escribir para niños siempre estuvo presente, junto con cosas como hacer un comercial o tener un emprendimiento propio. De hecho, así nació mi marca de productos para niños Kárica. Desde ahí entendí que ese universo podía crecer: con cuentos, canciones y nuevas formas de conectar con los niños, incluso cuando ya no pueda estar saltando y bailando en un escenario como antes.

Desde que dejó la televisión, Karina ha mantenido un perfil bajo, pero siempre coherente: sus apariciones públicas están ligadas a iniciativas que buscan educar y aportar.
¿Te costó que el público y tú misma te vean como autora?
Sí, mucho. Hay una parte de mí que aún duda si realmente pertenezco a este mundo literario. Me da miedo no llenar una presentación del cuento, que los niños no aparezcan, o no estar a la altura de las expectativas. No es por falta de preparación, sino por el peso del cambio: pasé de ser “la chica de la tele” a alguien que quiere contar historias desde otro lugar, más íntimo. Pero lo estoy haciendo con todo el corazón porque creo profundamente en el mensaje de mis cuentos.
¿Cómo surgió la idea de tu primer libro, “Kárica y el colibrí maravilloso” que habla de flores y plantas de nuestro país?
Durante la pandemia, en casa hablábamos mucho sobre plantas medicinales. Fue un momento en que todos buscábamos formas de protegernos. Me sorprendió que algo tan nuestro como la quina —presente en el escudo nacional— fuera tan poco conocido por los niños. Ahí decidí investigar y contar su historia de forma cercana. Quise que el cuento no solo entretuviera, sino que despertara preguntas, sembrara curiosidad y orgullo por nuestras raíces.
¿Y cómo nació Kárica, la protagonista de tus cuentos?
Kárica es una niña muy especial: ve lo que otros no ven, se comunica con la naturaleza y percibe lo invisible. No soy yo, pero tiene mucho de mí, y también algo de mi nieta Isabela. Es valiente, empática, muy sensible. Cuando Ángela Acevedo, la ilustradora, comenzó a crearla, me pidió conocer a fondo mis gustos, mis colores, mi forma de ver la vida… El resultado fue un personaje con alma. Me enamoré de ella al instante.
¿Qué lugares del Perú aparecen en el primer cuento?
Principalmente la zona de Amazonas: Lluya, Chachapoyas, la catarata de Gocta… lugares que conocí en carne propia durante misiones médicas. El cuento tiene un glosario para que los niños aprendan más sobre la flora, fauna y geografía. Incluso las alas de Kárica están hechas con astromelias, que son mis flores favoritas, aunque no crecen en la selva.
¿Cómo fue esa experiencia tuya realizando misiones en Chachapoyas?
Esto es algo que nunca he contado, pero fui dos veces como parte de misiones médicas. Estuve en triaje, cirugía, pediatría… aprendí muchísimo. Por eso me emociona tanto que el primer cuento esté ambientado allí. Es un lugar mágico, con una riqueza natural y cultural increíble. Tiene una gastronomía alucinante, y una gente que te recibe con los brazos abiertos.

Karina Rivera marcó a toda una generación con programas como “Karina y Timoteo” y “Karina y sus amigos”. Hoy, también sigue conectando con el público a través de espectáculos en vivo, como sus tradicionales temporadas de circo junto a Timoteo.
En tu segundo cuento, “Kárica y el delfín rosado”, nos hablas de animales en peligro de extinción. ¿Qué motivó esa historia?
Esta idea viene de un viaje que me tocó profundamente. Conocí de cerca la vida del río, la selva, y también la amenaza que enfrenta el delfín rosado por la contaminación y la pesca indiscriminada. Sentí que había que contar su historia desde la ternura, pero con un mensaje claro de conciencia ambiental. Así nació este cuento, que habla de pérdida, de amistad, y del poder de acompañar al otro.
Tus cuentos están conectados con tu marca de productos para niños. ¿Cómo fue ese cruce entre literatura y cosmética natural?
Kárica empezó como una línea de productos de cuidado infantil, pensada especialmente para pieles sensibles como la de mi hija. Tenía claro que quería evitar químicos agresivos, y usar ingredientes nobles del Perú. Cada etiqueta tiene un animal en peligro de extinción, lo que ya me daba una pista: estos productos también podían contar historias. Así surgió la idea de vincularlos con los cuentos. Son parte del mismo universo: respetuoso, consciente, amoroso.
¿Qué aprendiste de tu experiencia conduciendo programas sobre crianza?
Durante casi diez años presenté Creciendo con tu bebé y aprendí muchísimo de especialistas. Me marcó especialmente entender que la piel es el órgano más grande del cuerpo y que todo lo que aplicamos sobre ella se absorbe. Eso reforzó mi decisión de crear productos sin sulfatos, ftalatos, colorantes ni derivados del petróleo. Es más caro, sí, pero estoy convencida de que vale la pena.
¿Has enfrentado dificultades para lanzar tus productos?
Muchas. Por ejemplo, la colonia que iba a salir con uno de los cuentos aún no ha podido ver la luz por temas de permisos y registros. Todo lo hago en regla, con laboratorios certificados. A veces es frustrante, pero prefiero hacerlo bien. Tengo claro que el compromiso con la salud y la seguridad está por encima de la velocidad.
¿Crees que los cuentos deben dejar una enseñanza o simplemente entretener?
Ambas cosas. Un cuento debe emocionar, despertar la imaginación, pero también puede sembrar valores. En mis historias hay temas como la empatía, la amistad o el cuidado del entorno. Lo importante es que el adulto lea junto al niño, que lo acompañe, que extienda la conversación. Esa es la magia de una historia bien contada: que trasciende la página.
¿Cómo fue tu relación con los libros cuando eras niña?
Curiosamente, en mi infancia no me leían cuentos. Mi amor por la lectura llegó después. Me marcó mucho La historia sin fin, que vi como película mientras estaba enferma, y luego descubrí el libro. Más adelante me enganché con autores como Sidney Sheldon, que me ayudaban a desconectarme del estrés de la tele. Por eso creo tanto en el poder de una historia bien narrada. Puede acompañarte, transformarte.

Sus cuentos son protagonizados por personajes inspirados en especies en peligro de extinción, con valores y mensajes positivos.
¿Qué reacciones has recibido de los niños lectores?
Maravillosas. En el circo, por ejemplo, llegaron niñas y niños con los cuentos ya leídos, llenos de preguntas. Una niña me dijo que después de leer sobre el delfín ya no quería contaminar los ríos. Ese tipo de cosas me conmueve profundamente. Los cuentos están tocando algo en ellos, y eso me impulsa a seguir.
¿Qué esperas que ocurra cuando un niño lea a Kárica?
Quiero que se intrigue, que pregunte, que quiera saber más. Que busque en internet qué es la quina o dónde está Gocta. Que investigue, que sueñe. Los cuentos pueden ser un puente entre la fantasía y la realidad, una invitación a mirar el mundo con otros ojos.
¿Qué planes tienes para el futuro de Kárica?
Muchos. Ya estoy trabajando en el tercer cuento, y mi gran sueño es que Kárica se convierta en una serie animada. Me encantaría que recorra todo el Perú, descubriendo nuevas especies, culturas y formas de vida. Quiero que sus historias inspiren desde la ternura, la curiosidad y la conciencia ecológica. Siento que esto recién empieza.