De los pocos peruanos que han recibido el reconocimiento como oficiales de la Excelentísima Orden del Imperio Británico, fundada en junio de 1917 por el rey George V, solo dos pueden seguir contándonos su experiencia: Mario Testino y Enrique Anderson. Este último, con amplia experiencia en el mercado empresarial desde 1970, nos relata el arduo camino –entre actividades benéficas, proyectos sociales e intervenciones artísticas– que lo llevó a ser reconocido por la reina Elizabeth II como portador de esta orden de caballería.

“A veces el trabajo silencioso es mucho más eficiente”, afirma Enrique Anderson.

Su imagen altruista se ve ensalzada por la simpatía que despliega con su sentido del humor. Divertido, jovial, bromista, así se perfila el presidente de la Cámara de Comercio Peruano Británica y de la Asociación Cultural Peruano Británica, quien también es vicepresidente del Phoenix Club, la organización británica más antigua del Perú. Conversamos con él en medio de su multifacética agenda.

¿Cómo se desarrolló el proceso de selección para recibir la Orden?

Es un sistema cerrado que desconoce el candidato. No es que uno postule para recibirla. Alguna entidad que te representa, o podría hacerlo, y sabe que cumples con los criterios que ellos estipulan, te propone como candidato para la Orden. En mi caso, lo hizo la embajada británica. Y lo hacen sin absoluto conocimiento de la persona.

¿Qué clase de criterios estipulan?

Básicamente, lo que ellos buscan es una combinación de trabajo y responsabilidad social. Entonces, eligen a personas que lo hagan de la manera correcta y próspera en el rubro en que se desempeñen.

Diciembre de 2016. Enrique Anderson y el embajador británico en Lima, Anwar Choudhury. durante la ceremonia de cierre de año de la Asociación Cultural Peruano Británica.

En su caso, sería la Cámara de Comercio y la Asociación Cultural…

Por supuesto. Para mí, el servicio al Perú y al Reino Unido consistía en presidir la Cámara Peruano Británica, el directorio del Británico por muchos años y la vicepresidencia del emblemático Phoenix Club, una organización creada en 1879 por la comunidad británica que residía en el país.

Y acompañado de los trabajos sociales y solidarios.

Claro. No sería lo mismo si es que en paralelo a esta labor no hubiéramos sumado el servicio social, ahora llamado “responsabilidad social”. Un claro ejemplo es lo que hacemos en Los Jardines de la Paz. Allí, poco tiempo después de la fundación del cementerio, iniciamos un proyecto de responsabilidad social con el exembajador británico John Illman. Fue como hace veinte años. Desde el principio nos basamos en acoger a jóvenes en riesgo que venían de albergues para darles la oportunidad de acceder a un primer trabajo.

El embajador Choudhury fue quien le entregó la Excelentísima Orden del Imperio Británico, en setiembre del año pasado.

Canalizaron esta iniciativa a través de la jardinería.

En realidad, fue una excusa. Nuestro real objetivo siempre fue la inserción de estos jóvenes en la sociedad. Es decir, que adquieran habilidades sociales. En Los Jardines de la Paz cuentan aproximadamente con veinte jardineros, los cuales tienen que “adoptar” a un joven y formar con él una relación de maestro-alumno. El programa dura seis meses. Cuando concluye, ellos regresan a sus casas y trabajan en los negocios familiares.

¿Qué otros proyectos sociales de esa índole están fomentando??

Desde hace quince años trabajamos en el Proyecto Tarpuy, que consiste en incentivar a los estudiantes de ocho a quince años de los colegios Fe y Alegría a estudiar carreras de ingeniería. Lo hacemos mediante el uso de juguetes tecnológicos. También estamos a cargo del Proyecto Danza de la Esperanza, que busca desarrollar el talento de jóvenes de escasos recursos y víctimas de la violencia. El Británico tiene a su cargo diez programas sociales.

Escultura “Homenaje a la mano que trabaja”, de José Alejandro Castillo, expuesta en el Centro Cultural Peruano Británico.

Siempre ha estado involucrado en este tipo de programas benéficos.

Trabajar tanto tiempo en estas actividades ha hecho que las vea como un proyecto de vida para mí. Me gustaría que fuera un proceso más formal, pero se ha convertido en algo más humano.

Y si hablamos del aspecto comercial, ¿cómo valora la evolución de la Cámara de Comercio Peruano Británica en estos años?

Fui director de la cámara durante quince años y la presido desde 2011. En estos seis años hemos duplicado la cantidad de socios y actividades. Hacemos más convenciones, conferencias y reuniones, todas a favor del gremio empresarial. Y esto ha ayudado a fortalecer las relaciones entre el Perú y el Reino Unido.

Por Estefany Valladares

La nota fue publicada originalmente en edición impresa de Cosas 616