La Sagrada Familia. Casa Batlló. La Pedrera. El Park Güell. Barcelona es Antonio Gaudí. No hay arquitecto que represente mejor la esencia de la ciudad. Todo aquel que la visita debe cumplir este itinerario, que ahora se completa con la apertura al público de la Casa Vicens (1883-1888), su primer diseño residencial.
Por Laura Alzubide / Fotos de Pol Viladoms
Antonio Gaudí tenía treintaiún años cuando Manuel Vicens i Montaner, un acaudalado corredor de bolsa, lo contrató para diseñar una casa de veraneo en cuatro niveles. Era su primer proyecto importante. Acababa de recibir el encargo de construir la Sagrada Familia. Pero todavía no se había embarcado en ningún diseño residencial. La obra, inscrita en lo que se denomina la etapa orientalista del arquitecto catalán, tenía influencias del arte islámico, sobre todo mudéjar, con el uso del azulejo cerámico, el ladrillo visto en las fachadas, los arcos mitrales, así como remates en forma de templete o cúpula. Una propuesta exótica para la Barcelona de la época.
El programa era sencillo. En la primera planta, se distribuyeron las áreas comunes y la cocina; en la segunda, los dormitorios. La tercera se destinó al servicio. El sótano se reservó para el almacén. Tenía tres fachadas –la cuarta estaba adosada a la pared medianera de la casa vecina– y un jardín con cascada que las rodeaba. En 1925 la casa fue ampliada, hasta prácticamente doblar su volumen, para convertirse en una residencia habitual. La reforma, que contó con la aprobación de Gaudí, convirtió los tres pisos en viviendas independientes. La escalera original desapareció para dar lugar a una nueva, a través de la cual se accedía a los departamentos. Con el paso de los años, los cambios no se detuvieron. Entre 1935 y 1964, sufrió varias modificaciones, entre ellas la mutilación del jardín. Quedó asfixiada por el crecimiento vertical de la ciudad. Hasta que, en 2014, una entidad financiera la adquirió con la finalidad de abrirla al público.
La reinvención de la casa
“La Casa Vicens se puede considerar la obra-manifiesto de Antonio Gaudí. Hace bandera de una libertad de estilo inusitada en su época de construcción, evidencia la evolución creativa posterior del arquitecto y, de cara afuera, anticipa otros movimientos coetáneos de la vanguardia europea de finales del siglo XIX”, han explicado los responsables del proyecto, los arquitectos José Antonio Martínez Lapeña y Elías Torres –también autores de la restauración del Park Güell–, y David García, de Daw Office.
Su trabajo fue recuperar la estructura unifamiliar original para darle un uso cultural y adaptarlo a la normativa actual, eliminando los elementos postizos que se añadieron en las sucesivas modificaciones. El recibidor, el comedor, la glorieta y el fumadero de la planta noble están completamente restaurados. Aunque se ha perdido prácticamente todo el mobiliario original, se han recuperado algunas pinturas. La segunda y tercera planta se han destinado a las salas de exposiciones temporales y permanentes, respectivamente. Y se han habilitado una tienda en el sótano y un bar en el jardín.
La modificación más resaltante se ha realizado en el lugar donde se encontraba la escalera original, donde ahora se ha ubicado el ascensor y una nueva escalera, ya que no existían documentos gráficos para replicarla. “Un poderoso elemento escultórico, poligonal, con la angulosa geometría marca de estos autores [José Antonio Martínez Lapeña y Elías Torres], que caracolea y modifica su forma planta a planta, según se eleva exenta hacia los lucernarios laterales y superiores, de donde recibe luz natural que luego resbala sobre el revestimiento de estuco blanco”, según el periodista Llàtzer Moix.
Hasta el último detalle
“La intervención arquitectónica realizada hoy sirve para explicar la historia de ayer”, ha declarado el arquitecto David García. En este sentido, el trabajo de recuperación de la primera planta es extraordinario. Las sucesivas reformas no habían respetado los colores originales. Pero, gracias a una serie de calas estratigráficas para buscar los pigmentos, se logró definir la paleta cromática. Gaudí relacionaba cada una de las habitaciones entre ellas mismas y con el resto, tanto a nivel cromático como simbólico. De ahí la presencia de aves, hiedras y frutos del bosque en la decoración.
Esto se pone de manifiesto, sobre todo, en la cerámica vidriada con claveles y la reja de hierro fundido con figuras de palmitos. “Cuando fui a tomar las medidas del solar, estaba totalmente cubierto de unas florecillas amarillas, que son las que adopté como tema ornamental en la cerámica. También encontré una exuberante palma de palmito, las hojas de la cual, fundidas en hierro, llenan la cuadrícula de la verja y de la puerta de entrada a la casa”, contó Gaudí a Joan Bergós, su discípulo y amigo, en uno de sus escasos testimonios.
El ornamento fusionado a la estructura. Diez años antes de su invención en Bruselas, el Art Nouveau ya está presente en la Casa Vicens. Fue la primera obra maestra diseñada por el autor de la Sagrada Familia. Y, paradójicamente, ha sido la última en abrir al público, el pasado mes de noviembre. Una obra rara que revela la explosión de influencias de un joven y virtuoso Gaudí. Una joya arquitectónica, al fin.
Artículo publicado en la revista CASAS #257