El director chileno y ganador del Oscar a Mejor película extranjera por Una mujer fantástica (2017), conversó con nosotros sobre su última película, Desobediencia, un film que explora el romance prohibido de dos mujeres que pertenecen a una comunidad judía ortodoxa.
Por Yenny Nun
¿Cómo se originó Desobediencia?
Me reuní con Frida Torres Blanco, socia de Rachel Weisz, que llegó a conversar conmigo en representación de ella. Me contó las líneas generales de la historia, de sus personajes, y me dijo que Rachel interpretaría a Ronit. Me encantó el tema, la dinámica de los personajes vibrantes, confundidos, tratando de hacerlo lo mejor posible, y el factor del triángulo. Encontré muy original esto de tres amigos y amantes. Una situación muy única.
Siendo tu primera película en inglés, ¿encontraste diferencias con filmar en Chile?
Muchas, sobre todo en cuanto a la cultura de rodaje en Inglaterra. Hay muchas sutilezas, me encantó trabajar con ingleses. Pero te diría que, aparte de la cantidad de camiones estacionados afuera, al final del día es lo mismo, en el sentido de que están los actores, la cámara, y se necesita sacar la escena adelante. Respecto a eso, me sentí en casa. Por supuesto que trabajar con intérpretes de esa categoría es fabuloso, porque todo lo que dan es bueno; el piso es muy, muy alto, y uno puede ir construyendo desde ahí. Fue lo que más disfruté, trabajar con artistas de tanta excelencia. Fue un regalo gigante y muy inspirador.
Los protagonistas de tu película pertenecen a una rama ortodoxa de la religión judía. ¿Crees que en general los fundamentalistas de cualquier signo tienen miedo a la libertad?
Yo tengo una resistencia natural a cualquier persona o grupo humano que se diga poseedor de la verdad. Inmediatamente me dan ganas de salir corriendo. Pero es muy humano que esto ocurra en un mundo muy inestable, donde no sabemos dónde estamos, no entendemos la realidad. Entonces necesitamos aferrarnos a algo, a algún sistema de creencias, ya sea religioso o político, y muchos de ellos tienen una base fundamentalista. Se convierten en algo que te permite mirar al mundo y darle cierto sentido. Lo comprendo, pero no lo adhiero.
¿Visitaste alguna congregación judía ortodoxa durante la investigación?
Fui a varias en Berlín, donde vivo, y también en Londres. Ahí me reuní con Naomi Alderman, la autora de la novela, quien, al igual que la protagonista, vivió en esos enclaves. Fuimos a Hendon, al norte de Londres, el lugar donde transcurre el filme. Conocí mucha gente, me invitaron, me recibieron, compartí cenas de Shabat con ellos. Trabajamos con tres o cuatro consultores durante la creación del guion, y con más de diez durante la producción. Estaba obsesionado con captar bien la textura de esa cultura para luego preocuparme de los personajes, que es lo que más me fascina.
¿Cómo te sentiste cuando “Una mujer fantástica” ganó el Oscar?
Muy feliz, muy contento por todo el equipo, por lo increíble que fue ese año para una película que tocó cuerdas y despertó temas de conversación social en Chile y el mundo, especialmente en lo que respecta a la identidad de género. Además, emergió la figura de Daniela, que llegó a ser incluida en la lista de las cien personas más influyentes del mundo de “Time”. Eso es genial. Y lo particularmente emocionante para mí fue la alegría que significó el Oscar para los chilenos; eso fue lo que me desarmó.
¿Cuál es tu próximo proyecto?
Estamos ya en el proceso de edición de la versión en inglés de “Gloria”, con Julianne Moore como protagonista. Se estrenará en octubre, cuando espero que nos volvamos a encontrar.