Conversamos con el cineasta, que en “Roma” revisa los acontecimientos de su propia infancia. El filme acaba de valerle el Globo de Oro a Mejor Director y Mejor Película en Lengua Extranjera, y Cuarón señala que quizá sea la obra más importante de su carrera.
Por Yenny Nun, corresponsal en Los Ángeles
Desde el estreno de Roma durante el pasado Festival de Cine de Venecia, donde obtuvo el León de Oro, la película del mexicano Alfonso Cuarón se ha convertido en una de las favoritas de la crítica de este año y segura competidora al Oscar. Cuarón reconoce que podría ser la cinta más relevante de su carrera, a pesar de no ser una producción tradicional en muchos aspectos: filmada en blanco y negro y estrenada en Netflix, el público y la crítica que la han visto concuerdan en que se trata de un trabajo extraordinario.
Al estilo de los neorrealistas italianos de los cincuenta y sesenta, el director se enfoca en un año de su propia niñez, cuando –junto a sus padres, tres hermanos y dos amas de llaves de origen mixteca– vivía dentro de una familia de clase media en Ciudad de México.
La crisis ocurre cuando, de un día para otro, su padre desaparece y no regresa más, dejándolos abandonados con dosmadres,“mimamá probable que termine coronándose como Mejor Película de Habla no Inglesa en los próximos premios de la Academia. Si eso ocurre, sería extraordinario ver a dos películas hispanas –“Una mujer fantástica” y ahora “Roma”–, llevándose el máximo galardón de manera consecutiva. Cuarón comenzó su carrera como asistente de dirección, y continuó con un guion que escribió junto a su hermano Carlos y que luego dirigió, titulado “El amor en los tiempos de histeria”. Después, gracias a “Y tu mamá también”, le ofrecieron dirigir una película de la saga de “Harry Potter”, estableciéndose como un director internacional con residencia en Londres e Italia.
Junto a los directores mexicanos Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu, creó la compañía productora Cha Cha Cha. Se les apoda “los tres amigos”, y, como coincidencia, quien le entregó el premio en Venecia fue el presidente del jurado, Guillermo del Toro, que a su vez ganó el Oscar en 2018 con “La forma del agua”.
La entrevista
“Roma” tiene un ritmo muy diferente al de cintas como “Y tu mamá también” o “Gravity”.
Eso es porque se trata de una película que se enfoca en los recuerdos, en la memoria. Son esos momentos los que crean lazos misteriosos entre las personas. Para mí, la existencia es de soledad, porque todos estamos solos; lo único que le da significado a la vida son los lazos de afecto. Y el ritmo al que te refieres en este filme está intentando reflejar esos momentos. Cuando escribí este guion, no fue algo preciso, no tenía un plan preconcebido como en mis películas anteriores. Me metí en una especie de trance, revisando mis memorias, comenzando a escribir sin cuestionarme nada. Y luego decidí filmar sin interrogarme, dejando que todo fluyera, que el tiempo transcurriera en pantalla. No tenía idea de cuán larga resultaría la película, incluso pensé que podría llegar a las cuatro horas.
¿Estás contento de que “Roma” se haya estrenado a través de Netflix?
Soy un firme creyente de que las películas deben verse en el cine, con público, donde puedes sentir la experiencia completa. Pero hoy existe una gran diversidad de películas. Seamos honestos: todos nosotros (como miembros de la industria hollywoodense) recibimos DVD, pero nos reservamos algunas películas que queremos ver en el cine, no porque sean mejores o peores, sino porque requieren de una experiencia distinta. Personalmente, estoy feliz con lo que está sucediendo, porque tenemos todas las opciones, una gran diversidad, incluyendo considerar una película mexicana en blanco y negro para los máximos galardones.
¿Te resultó catártico filmar “Roma” y traer de vuelta estos recuerdos que te ayudaron a ser quien eres hoy?
Tus recuerdos informan quién eres actualmente; no puedes dar un respiro sin que afecte lo que viene después y el ambiente que te rodea. Cada memoria impacta en el todo. No tenía idea de lo catártico que sería este filme, porque, cuando comencé a rodarlo, me enfoqué en el proceso creativo. Después de haber escrito el guión, llegó la etapa de ejecutarlo, encontrar las locaciones, los actores, los detalles, las vestimentas apropiadas, los automóviles de la época… No fue hasta dos o tres semanas de iniciado el rodaje, cuando ya todo estaba en su lugar, que me di cuenta de lo que estaba haciendo, y desde ese momento para adelante todo se hizo extraño, por decir lo menos. Estaba revisitando mi pasado, con los mismos muebles, en la misma casa, recreando escenas, muchas de ellas dolorosas. Fue una experiencia muy compleja.
¿Por qué decidiste hacer una película autobiográfica?
Me tomó mucho tiempo llegar hasta este momento. Tuve que dejar de lado muchos temores. No temores técnicos, sino de lograr desligarme de redes de seguridad. En mis otras películas siempre tuve barreras de contención, quizás por el género de la cinta, el apoyo de la narrativa o un paquete de actores conocidos, elementos que sientes que te están protegiendo. Pero aquí fue lanzarse al vacío, porque ni siquiera sabía cómo haría el filme. Fue como lanzarse al abismo y desear hacerlo.
¿Por qué crees que “Roma” ha sido tan bien acogida?
Porque gira alrededor de un grupo de personas, de una familia, y esa es una dinámica social que existe en todas partes.
¿Qué nos puedes contar de tu nana (interpretada por Yalitza Aparicio)?
Pasé gran parte de mi niñez en la cocina, donde Cleo y nuestra cocinera realizaban diferentes labores. Por un lado, lavaban, limpiaban, cocinaban e iban de compras, pero también tomaban roles que generalmente tienen los padres. Aun así, se les culpaba o castigaba si algo no marchaba bien en la casa. De muy niño me di cuenta de que le dábamos dobles mensajes; por un lado le decíamos: “Te queremos, Cleo, deseamos ir a visitar tu pueblo, salvaste nuestras vidas”, y por otro lado le ordenábamos “tráeme la comida” o “lávame la ropa”. Crecí en este ambiente y fui bendecido de que Cleo llegara a mi vida cuando yo tenía apenas un mes de vida. Solía llamarla “mamá”, igual como hacían mis otros hermanos, salvo el mayor. Años más tarde, mi sobrino también la apodó “mamá”. Se daba una situación muy afectuosa entre ella y nosotros, y gracias a esta película me di cuenta de que Cleo provenía de una clase social sin privilegio alguno.
Hay una escena muy emotiva en la película, cuando Marina de Tavira, la actriz que interpreta a tu madre, le dice a Cleo que las mujeres siempre están solas…
No es que me esté refiriendo a todas las mujeres, sino a dos personajes determinados que conozco muy bien. Divorciarse en el México de los años setenta era como divorciarse en Estados Unidos en los años treinta. Las mujeres quedaban marcadas; había mucho enjuiciamiento para la mujer que no lograba mantener junta a su familia; y para mi mamá fue muy duro. Lo mismo para Cleo, cuando se convierte en madre soltera.
En “Roma” da la impresión de que la casa es una especie de cárcel; el jardín y el patio con rejas, los pájaros encerrados en sus jaulas, los perros relegados a un recinto muy reducido. ¿Usaste este enclaustra- miento como un símbolo?
No me di cuenta cuando estaba filmando. Solo sabía que era como me sentía en esos años, la sensación de estar atrapado y sentir una especie de alivio cuando salíamos de la casa. Pero había además otras barreras, como las sociales, las ideologías que establecen las sociedades. Creo que la verdadera liberación ocurre cuando logramos quebrar los muros espirituales.
¿Cómo te sentiste volviendo a dirigir en español después de hacerlo en inglés por tantos años?
Sentía una necesidad biológica de hacerlo. Fue una arrogancia de mi vida creer en la fantasía del cosmopolitismo y en que todos somos ciudadanos del mundo. Me di cuenta de que solo puedes ser un ciudadano del mundo desde el punto de vista de tus propias raíces culturales; si no, todo se hace espiritualmente infértil. No es que crea en el patriotismo ni en el nacionalismo, pero sí en las raíces culturales, por lo que volver a México y expresarme en mi lengua madre fue una especie de salvavidas.