¿Cuál es el secreto para haber criado a cuatro exitosos artistas y empresarios? En esta entrevista, la primera en la que habla de su faceta como madre, Ana Sanguinetti nos cuenta sus experiencias como mamá de Bárbara, Fiorella, Macs y Stephanie Cayo. Con más de tres décadas trabajando junto a sus cuatro hijos, Ana es un referente de que se puede ser madre, ‘momager’ y confidente a la vez.
Por María Alejandra López | Fotos de Javier Falcón | Producción de Alexandra Carcausto
«Disculpa la demora. Antes que mamá, también soy hija», me dice Ana, y se sienta a mi lado en uno de los sillones de la sala de su casa. A pesar de que solo ha tardado pocos minutos en llegar a la entrevista, me explica que está cuidando a su madre, quien sufrió un accidente doméstico hace algunos días. A lo lejos, se escucha la voz de Bárbara, su hija mayor. “Mamá… ¡ten cuidado con lo que vas a decir! Recuerda que lo leerá casi todo el Perú”, advierte. Ana me mira y sonríe. “Es que no soy una persona que maquilla las cosas. Soy frontal”, precisa.
Para ella, la transparencia es el soporte del que sostiene la relación con sus hijos. Antes que su madre, es su confidente. “Mi mamá me escucha y me da su tiempo, como ahora ocurre con las psicólogas y muchas chicas. Es mi mejor amiga. He tenido bastante suerte”, confiesa Fiorella, su segunda hija.
“Fiorella es una persona sumamente ejecutiva; le sobra la energía. Y Miguel –Labarthe, su esposo– debe de tener más energía que ella, porque ambos se entienden muy bien. Es una mujer trabajadora y comprometida. Desde hace veinte años, sostiene una empresa –Dance Studio– que está creciendo como la espuma”, dice Ana, sin ocultar el orgullo que siente por su hija.
La maternidad
Ana Sanguinetti se convirtió en madre primeriza a los 16 años. Bárbara, fruto de su matrimonio con el coronel de la FAP Mario Alberto Cayo, es actriz y compositora. “Si tú me dices cuál es el más talentoso de todos mis hijos, y espero que no se moleste ninguno, diría que es Bárbara. Además, es una persona muy sensible. ¡Nos peleamos todo el día! Pero nos amamos”, revela Ana.
Te convertiste en mamá a una temprana edad…
Convertirme en mamá a los 16 fue lindo… Si bien yo era una niña, también era muy madura. Perdí a mi padre a los 7 años. Eso me hizo crecer abruptamente y entender lo que era importante. Además, mi mamá me dio un gran ejemplo. Tuvo la fortaleza para sacarnos adelante.
¿Cómo conociste a tu esposo?
Él era todo un playboy (ríe). Justo acababa de regresar de Argentina, donde había hecho su carrera en la fuerza aérea. Era la década de los setenta. Estaba caminando por la avenida Larco para ir a la Casa del Hippie a comprar ropa, cuando vi a un hombre muy simpático parado al costado de un Mustang con una chica. Seguí caminando y entré a la tienda. ¡No sé cómo hizo, pero entró a la tienda sin la chica! Me casé con él a los 16. Todo era flores y corazoncitos. Teníamos que casarnos. Él fue mi primer enamorado y mi primer amor.
¿Fue amor a primera vista?
Todo lo que me ha pasado en la vida respecto al amor ha sido a primera vista. Fue de inmediato, casi como en una película… Eso es enamorarse para mí. Algo que no pasa siempre en la vida o que puede pasar solo una vez.
¿Cuántas veces te has enamorado?
Dos veces, y las dos muy joven. Una cuando conocí a mi esposo y la otra luego de que él falleció.
Tu esposo murió hace casi diez años. ¿Qué ha sido lo más difícil de sacar adelante a tu familia?
No fue difícil. Los chicos ya tenían una gran formación moral y mucha fuerza. Todos son exitosos. Aunque saben que pueden contar conmigo, son muy autosuficientes.
La familia
El 2018 fue muy especial para la familia Cayo. A inicios de ese año, Stephanie se casó en Cartagena con el empresario estadounidense Chad Campbell. Y, en diciembre, Fiorella y Miguel Labarthe se casaron en una ceremonia de ensueño en la Laguna Sauce, en Tarapoto. Para ambos eventos, la familia completa (incluidas las hijas de Bárbara, que radican en Nueva York, Alessia y Arianna Rovegno) viajó para celebrar los enlaces, que se festejaron a lo grande por varios días.
Tienes una familia muy unida. ¿Cómo fomentas esa unión?
Ha sido un trabajo de su papá y mío, pero los viajes que hacemos en familia surgieron a raíz de la muerte de mi esposo. No tuvimos la oportunidad de viajar tanto juntos y, cuando se fue, nos dimos cuenta de que habíamos perdido una parte muy importante: el confraternizar como familia. Vivíamos trabajando y produciendo.
¿Qué representa la familia para ti?
La familia, el cariño y el respeto familiar son las cosas más importantes que existen. Felizmente, mientras estuve con mi esposo, mis hijos solo vieron respeto y aprendieron eso. Tengo claro que la familia es el núcleo más importante de la sociedad. Claro que hay situaciones extremas, donde hay hombres agresivos y no puedes tolerar continuar con el matrimonio. La mujer ya no está para aguantar nada; puede ser igual de libre que el hombre.
¿Qué opinas de tus yernos?
Siento que mis hijas han escogido bien. Las cosas a veces funcionan y a veces no, pero estoy tranquila porque han escogido bien.
Tengo entendido que, cuando Stephanie conoció a Chad, tú estabas presente…
Sí, fue muy gracioso. Un amigo peruano me invitó al Mondrian Hotel, y le dije que iba a ir con mi hija y sus amigas. En ese evento estaba Chad. Él era el que se encargaba de la vida nocturna en el hotel. ¡Chad es muy guapo y sobresale! Yo le dije a Stephanie: “Mira a ese chico, qué guapo”. ¡Lo mismo me pasó con Bárbara!
¿Y con Fiorella?
Con ella no me ha pasado. No estuve presente el día en que conoció a su pareja, pero igual escogió muy bien… ¡Miguel es encantador!
Arte en las venas
Le pregunto a Macs y a Bárbara qué es lo más recuerdan de su mamá. “Lo que más se me viene a la mente son sus dibujos y cuadros. Son espectaculares, y no entiendo por qué no los subasta”, dice su hijo. “¡Ella me enseñó a pintar sin salirme de la línea!”, añade Bárbara.
¿Cómo lograste que tus hijos tuvieran una conexión con el arte?
Creo que es cuestión de genética. Por ejemplo, mi hijo nunca estuvo involucrado con el arte. Su papá quería que él fuera deportista, y así fue. Incluso, representó al Perú como tenista, en la Copa Davis. Sin embargo, cuando falleció, Macs empezó a ser él mismo. ¡Es un artista! ¡Le brota por los poros! Acaba de crear el programa Performing Arts de Dance Studio.
¿Te apasiona el arte?
Recuerdo que en el colegio ganaba premios de arte. Tenía esa facilidad. También empecé a trabajar en publicidad sin haber estudiado la carrera, y me fue muy bien. Bárbara y Fiorella empezaron a hacer comerciales desde que eran unas niñas, porque yo me enteraba en las agencias de las convocatorias y también me llamaban. El primer comercial de Stephanie fue a los 3 años.
Te he visto en varios eventos con Stephanie. ¿Eres su manager?
Soy su manager publicitaria, porque ella tiene agencias en los países en los que trabaja.
¿Cómo ha sido trabajar con tu hija?
Ella es la más chiquita, y para mí ha sido fácil. Quizá he estado más preparada con ella para saber qué le convenía y qué no. Uno va aprendiendo con las cosas que le pasan en el camino.
¿Qué opinas del trabajo de Stephanie?
¡Es una persona fuera de serie y superespecial! Es valiente, inteligente, decidida y talentosa. A pesar de que siempre me consulta las cosas, ella toma sus propias decisiones. ¡Creo que me salió corregida y aumentada!
¿Cuántos años tenía Stephanie cuando se fue a vivir al extranjero?
Tenía 17, y nos fuimos juntas. Como venía de hacer modelaje, publicidad y actuación, decidí que debía cambiar de país para experimentar afuera. Nos fuimos a Argentina, Miami, México, y terminamos en Colombia. A las dos nos fascinó el país; ese fue el punto de partida.
La asesoraste muy bien…
Es que ella era muy joven y yo ya había sufrido dos golpes muy fuertes acá (“eso ya quedó en el pasado”, añade, sin precisar de qué se trató), que iban contra la carrera de mis hijas. Sentí que los medios de comunicación estaban torcidos. Los medios son muy importantes, ya que pueden tergiversar totalmente la realidad.
¿Te consideras una mamá leona?
Prefiero ser una tigresa de bengala. Es más bonita. Directa o indirectamente, lo doy todo por mis hijos.