“Una copa de vino en el instante oportuno vale más que todas las riquezas de la tierra”, solía decir el compositor austriaco Gustav Mahler. Razón no le faltaba. Una buena botella puede transformar una sencilla reunión en una fiesta, o los eventos más cotidianos en grandes experiencias. Pensando en eso, Tacama presenta Albilla D’Ica, un vino único en su tipo, elaborado con uvas pisqueras de alta calidad e inspirado en la mujer y sus momentos especiales.
Por Redacción COSAS
¿Cuándo decidimos comprar un vino? ¿Qué ocasiones son las más propicias para disfrutarlo? Estas son algunas de las interrogantes a las que la industria vitivinícola debe hallar respuesta de manera constante, a fin de reorientar su estrategia de producción en un mercado en el que las mujeres han cobrado mayor protagonismo como consumidoras. Diversos estudios a nivel mundial señalan que los fines de semana son los días favoritos para abrir una botella de vino, y casi siempre en compañía. Con la familia o los amigos, es el complemento ideal de las comidas y las celebraciones.
Estas ocasiones de consumo, sin duda, ponen en relieve el rol del vino como facilitador de experiencias de disfrute social. Pero además de ser una buena excusa para compartir más tiempo con los seres queridos, el vino también se perfila como un catalizador de momentos cotidianos y de plena intimidad. Precisamente, son las mujeres de hoy quienes con mayor frecuencia se sirven una copa mientras preparan la cena o descorchan una botella para relajarse después de una larga jornada laboral.
Se lo toman en serio
Para María del Pilar Granda, gerente comercial de Tacama, ellas son las más exigentes a la hora de comprar un vino. Mientras los hombres fijan su atención en las variedades, orígenes, longevidad y hasta puntajes en publicaciones, las mujeres muestran interés por aquellos productos que resultan más atractivos al paladar. De ahí que los vinos dulces y aromáticos sean su principal elección.
A partir de esta tendencia, Tacama ha creado Albilla D’Ica, un vino que destaca del resto por su elaboración, a base de una fina selección de uvas pisqueras, y destinado a los rituales femeninos. Ya sea un picnic con amigas, una cena romántica en casa o un almuerzo familiar, esta bebida promete convertir un momento cualquiera en una celebración inolvidable.
Tropical y refrescante
El enólogo Frederic Thibaut resalta las ventajas de este producto frente a otras opciones similares: “La fermentación parcial del mosto permite conservar la dulzura natural y revelar la fragancia propia de la uva Albilla, con ciertos toques florales que no encuentras fácilmente en otros vinos dulces”.
Asimismo, sobresale por su frescura que, a simple vista, se percibe en forma de finas burbujas. “Aparte de ser un producto equilibrado entre azúcar y alcohol —tiene un grado alcohólico más bajo que el promedio (apenas 8,5)—, contiene un poco de gas y cierto grado de acidez, lo que lo acerca a los espumosos, como el champagne. Esto hace que probarlo sea una experiencia refrescante y que el dulzor no se torne empalagoso, sino ligero”, agrega.
Esa fresca sensación a piña y mango, y suave efervescencia al paladar, acompaña de manera perfecta una amplia variedad de postres, como las tartas de frutos cítricos y el budín de manzana. Motivos más que suficientes para incluirlo en la mesa de las próximas celebraciones por el Día de la Madre. Bon appetit.
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