Con L.A. Studio, uno de los espacios de diseño más emblemáticos de Madrid, el anticuario español Carlos López ha creado una auténtica meca del diseño vintage. La exquisita curaduría que aplica en el showroom también se traslada a su trabajo en diseño interior, como sucede con este departamento en Santander.
Por Laura Alzubide / Fotos de Belén Imaz
Para entender el trabajo de L.A. Studio, hay que conocer sus orígenes. Sus afinidades. La filosofía que rige cada uno de sus proyectos, cuidados con el máximo esmero. Carlos López, su fundador, es anticuario. Le viene en la sangre. Su abuelo y su padre también lo eran. En 2002, abrió su showroom en Madrid. Y, desde entonces, este espacio se ha convertido en un centro de peregrinaje para aquellos que aman las piezas vintage, que son cada día más en España y Europa.
“Trabajamos con el propósito de generar una estética diferente, algo que quede clavado en la memoria de nuestros visitantes”, explica López. “Para ello, escogemos sobre todo piezas que no estén multiplicadas en serie, sean antigüedades o diseños actuales. Esto supone que muchos de nuestros visitantes se enfrenten por primera vez a estas piezas, y, por tanto, se conviertan en diseños difíciles de olvidar. Esta idea la tuvimos clara desde el principio”.
La lista de los referentes de L.A. Studio es infinita. En su selección de piezas, así como en sus proyectos de interiorismo, se perciben las huellas de estudios y galerías como Dimore, Nilufar, Maria Luisa delle Piane, Aparattus, Axel Vervoordt, junto a clásicos como Tony Duquette, Billy Baldwin, Gio Ponti, Jean Royère y Gabriella Crespi. “El arte contemporáneo y otras artes visuales, como el cine, la ópera o el teatro, son fuentes inagotables a las que recurrimos de manera continua. Esto se afianza y es perceptible en trabajos tan escenográficos y teatrales como el nuestro”, cuenta López.
La escenografía interior
Uno de sus últimos proyectos, que destaca precisamente por este espíritu escenográfico, es este departamento –una segunda vivienda– en la ciudad costera de Santander. El edificio, que databa de principios del siglo XX, tenía cierto carácter afrancesado, por lo que fue necesario reorganizar la planta. Así, se redujo el número de habitaciones y se añadió un baño a cada una de ellas. Se retiró la madera de los zócalos, para que los ambientes fueran más minimalistas y contemporáneos. En cuanto al piso, se eligió la madera para dotar al espacio de cierto carácter teatral. El escenario perfecto para albergar una gran colección de arte y mobiliario.
“Los propietarios son grandes coleccionistas de arte contemporáneo, y deseaban habitar un espacio que fuera una continuación de su arte y que al mismo tiempo fuera una vivienda acogedora y concebida para el disfrute en familia”, explica López, quien destaca la calidad de las obras que tenían a disposición. “En todos nuestros proyectos, el arte es un elemento obligado, por lo que estamos acostumbrados a trabajar para crear un perfecto equilibrio entre piezas con un marcado diseño y el arte actual. Ambas disciplinas mantienen su entidad sin solaparse ni competir”, agrega.
Arte en las tablas
La luz de la bahía de Santander entra de una manera indirecta, pero acogedora, que unifica todos los ambientes y realza la belleza de las piezas. “Ningún objeto está por estar, sin más. Todo está pensado para ser vivido y a la vez ser contemplado estéticamente”, afirma López. Así, escogidas con una curaduría exquisita, encontramos las obras de artistas españoles contemporáneos como Rafa Macarrón, Eduardo Arroyo, Vicky Uslé y Juan Uslé, con algunos íconos de la historia del diseño. Todos ellos combinados con otros muebles cuyos acabados y tapicería invitan a sentirlos y disfrutarlos. Uno de los requisitos de los propietarios era “habitar un espacio vibrante y vivo sin la necesidad de que se parezca o imite a otros”. Un objetivo que sin duda se ha logrado en este proyecto.
En la zona del comedor, por ejemplo, hay una primera edición de la sillería Superleggera de Gio Ponti. Junto al sofá de la sala, las mesas Cosmos de Superego, de metacrilato con ágatas. En una de las mesas de noche, otra exquisitez: una serie de lámparas diseñadas por Ettore Sottsass y editadas por Venini. En el dormitorio principal, la obra de Juan Uslé, el tesoro que encontraron en la vasta colección de los propietarios, según López. Para él, la combinación entre arte y mobiliario hace que el trabajo de un interiorista se perciba de manera clara. “Tu función es crear un diálogo entre las diferentes piezas para transmitir la sensación de que parece que se han creado para estar juntas. Nada sobra, nada falta, todo funciona”, afirma el fundador de L.A. Studio.
Artículo publicado en la revista CASAS #284