Un reciente intento por cambiar la zonificación del valle de Lurín, acaso el último pulmón verde de la capital, nos permite analizar la gran problemática de la expansión desordenada e informal de Lima. Luis Rodríguez Rivero –arquitecto, urbanista y director del Centro de Investigación de la Arquitectura y la Ciudad (CIAC)– explica en la siguiente entrevista las principales lecciones que nos deja la última defensa del valle de Lurín.

Por Edmir Espinoza / Foto destacada: Laslo Varga

Para el último valle verde de Lima, las últimas han sido semanas convulsas. El 11 de marzo, el Concejo Metropolitano de Lima aprobó, a pedido de la Municipalidad de Lurín, una ordenanza que autorizaba el Reajuste Integral de Zonificación (RIZ) de quinientas hectáreas del distrito de Lurín, lo que implicaba transformar diecisiete kilómetros cuadrados de tierras, que hoy tienen un uso agrícola, de recreación y esparcimiento, para fines comerciales y residenciales.

Esta medida se tomó haciendo caso omiso a las opiniones técnicas desfavorables del Ministerio del Ambiente (Minam), Ministerio de Cultura (Mincul), la Autoridad Nacional del Agua (ANA), miembros de la sociedad civil como el Colegio de Arquitectos del Perú, la universidad y diversos colectivos ciudadanos, que veían en este RIZ un atentado contra el valle de Lurín, el litoral, las áreas verdes y el área de amortiguamiento del santuario de Pachacámac, que produciría impactos enormes para los intereses de la ciudad y el medio ambiente.

Erick Baltodano

Ilustración de Erick Baltodano

Felizmente, el accionar rápido de los tres ministerios involucrados y la protesta ciudadana masiva hicieron que la Municipalidad Metropolitana retrocediera en su proyecto. El 23 de marzo, tras una reunión en el mirador del santuario de Lurín entre el alcalde y representantes de los ministerios de Vivienda y Construcción, Cultura y Ambiente, se decidió suspender la publicación del RIZ y continuar con un diálogo que pudiera brindar alguna solución.

Finalmente, el 16 de abril se publicó un acta con los acuerdos sobre la propuesta del RIZ de Lurín, en la que se descarta la aplicación de reajuste de zonificación en la zona, y se propone que el valle bajo de Lurín sea considerado una zona de reglamentación especial, entre varias otras medidas de protección de la zona.

En esta línea, y tras conocer el desenlace de este alboroto urbanístico-político, resulta necesario entender cuáles son no solo las razones para retroceder en el intento de cambiar la zonificación del valle de Lurín, sino también los impactos, consecuencias y lecciones que se desprenden de esta decisión. Para ello, conversamos con Luis Rodríguez Rivero, arquitecto, profesor universitario y director del Centro de Investigación de la Arquitectura y la Ciudad (CIAC), quien viene promoviendo diversas investigaciones que den mayores luces sobre las consecuencias de una expansión improvisada y desordenada de la ciudad.

Jorge Muñoz

El 16 de abril, representantes de la Municipalidad Metropolitana de Lima y los ministerios de Vivienda, Cultura y Ambiente suscribieron el acta de acuerdos interinstitucionales sobre la propuesta del RIZ de Lurín, en la que se oficializa que no se aplicarán cambios de zonificación en el distrito. Foto de Agencia Andina.

–La defensa del valle de Lurín ante el intento de cambiar el RIZ fue prácticamente unánime. ¿A qué atribuyes esta activación de la ciudadanía organizada para detener el proyecto? 

–Creo que la respuesta mediática y de la ciudadanía organizada tiene mucho que ver con el caso específico del lugar. El acto mismo de defender un valle es una acción clave, y esto tiene que ver con que la conciencia ambiental y ecológica ha ido despertándose, sobre todo en las últimas dos décadas, y creo que esto contribuye a que este caso se vea como particularmente singular. Sin embargo, estoy seguro de que lo que acaba de ocurrir en Pachacámac va a servir de precedente para otros casos.

–La intervención de los ministerios de Vivienda, Cultura y Ambiente también tuvo mucho que ver.

–Efectivamente. Ha sido una fortuna que todo esto haya sucedido durante el gobierno de transición. En este caso, a la cabeza de los ministerios de Vivienda, Cultura y Ambiente hay tres personas preocupadas por el futuro cultural, ambiental y urbano del Perú. Y quizá lo más importante es que ha habido una acción articulada de los tres sectores. Esto ha sido fundamental para que la voz ciudadana se escuche.

RIZ Lurín

Foto de Agencia Andina

–Los miembros del concejo de la Municipalidad Metropolitana de Lima (MML) que aprobaron el RIZ de Lurín defendieron su posición argumentando que este cambio de zonificación era un requisito de Sedapal para proveer del servicio de agua a ciertos lugares de la zona, pero la empresa estatal lo desmintió. ¿Cuáles son las verdaderas razones que esgrimen los defensores de este proyecto?

–Sucede que existe una parte de la gente vinculada al desarrollo urbano que concibe que la ciudad se tiene que expandir. Para ellos, Lurín es un vacío en la expansión hacia el sur y creen que la zona se tiene que urbanizar. De otro lado, otro componente es que hay una gran presión para urbanizar y acelerar diversos desarrollos en Lurín. A esto súmale que los Reajustes Integrales de Zonificación (RIZ) son una herramienta relativamente nueva.

–En el Plan Metropolitano de Desarrollo Urbano de Lima y Callao 2035 (PLAM 2035), desarrollado en 2015, se hablaba de convertir a Lurín y Ancón en ciudades satélite. En esta línea, ¿una ciudad tan extensa como Lima necesita seguir expandiéndose e incorporar nuevos polos urbanos?

–Es un debate en el que los urbanistas no nos hemos puesto de acuerdo. En primer lugar, Lima es una ciudad extensa, no necesariamente densa, con muchas áreas donde todavía se puede densificar y, sobre todo, es una ciudad con muy pocos recursos. A nosotros nos cuesta demasiado todo. Si con los recursos que tenemos no llegamos donde la ciudad llega, ¿qué hacemos extendiéndola más? Sobre todo sabiendo que hay áreas con muy poca densidad en toda Lima. Ya existen estudios que sugieren que densificando solo los barrios populares de Lima podrías cubrir el déficit habitacional de la ciudad. Y esto sin hablar de las áreas de baja densidad, de las áreas que se pueden reurbanizar, entre otras. Sin embargo, hay personas que legítimamente creen que la ciudad se debe expandir. Es un tira y afloja continuo.

Lurín

Foto de Laslo Varga

–Más allá de las razones específicas por las que el RIZ que se intentó aplicar en Lurín es un despropósito, ¿cuáles son los argumentos estructurales que explican el porqué lugares como el valle de Pachacámac deberían estar protegidos de la expansión urbana?

–Creo que tiene que ver con la nueva concepción de planificación y desarrollo urbano de las ciudades. El urbanismo ha ido evolucionando, y desde hace varios años la planificación basa su trabajo en principios vinculados a la ecología, protegiéndolos cada vez más y desarrollando un conocimiento intenso sobre ellos.

Una segunda razón es el cambio del enfoque de la planificación urbana en el mundo. Antes estaba enfocada principalmente en el tejido urbano, y hacía de la planificación un ejercicio de las dinámicas del valor y el uso del suelo. En los últimos años esto ha cambiado, y ahora la planificación ha desenfocado un poco la trama urbana para mirar la ciudad en el marco del territorio. Y en ese sentido, la mirada sobre elementos territoriales mayores en la ciudad, como las cuencas, asume una importancia distinta.

–¿Cuáles deberían ser los principales aprendizajes de lo sucedido con el intento de aprobación del RIZ de Lurín?

–Creo que una de las cosas que el RIZ de Lurín demuestra es la inviabilidad de seguir pensando la ciudad desde la zonificación. Hace mucho que la idea de “zona” ya no funciona porque nuestras ciudades son heterogéneas. Así que pienso que la evidencia abre una puerta a la aplicación de una serie de operaciones que busquen atender las singularidades de la ciudad de forma específica, y no tan genéricas.

Por otro lado, creo que la zonificación, como instrumento para planificar, ha terminado de demostrar su ineficacia. Y esto nos obliga a cambiar totalmente los instrumentos y los conceptos a través de los cuales se piensa la ciudad.

Lurín

Foto de Laslo Varga

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El intento de atentado contra el valle de Lurín es uno más de los conflictos que viene generando, desde hace más de medio siglo, la expansión desordenada e informal de la capital. Mafias de terrenos, falta de vivienda digna, asentamientos en zonas de riesgo no mitigable, afectaciones paisajísticas y ambientales son algunas de las principales problemáticas que nos ha dejado la improvisación y la increíble ausencia de una política seria y sostenible de acceso a vivienda para los más pobres. Va siendo hora de cambiar este panorama.

Artículo publicado en la revista CASAS #292