Me mudé a Alemania hace 7 años, de los cuales he pasado casi el 90% soltera, ya que a pesar de los incontables dates y salientes, ninguno llegó a prosperar hacia una relación verdadera. No me estoy quejando, lo he pasado muy bien durante todo este tiempo. Sin embargo, en este último viaje a Lima, donde aproveché no solo para visitar a mi familia sino también para reconectar con viejas amigas, me ha caído como un balde de agua fría. Todas mis amigas del colegio, a quienes no veía hace más de 3 años, son mamás o están embarazadas. No imaginé que me chocaría tanto que me preguntaran tantas veces qué estaba esperando para casarme y tener hijos. Como va la cosa, la veo difícil. ¿Tengo que aceptar que tal vez esto no va a suceder? ¿Acaso está mal llenarme de experiencias y no de niños? ¿O puedo aferrarme a la idea de encontrar al hombre adecuado y tener un bebé?
En la vida muchas veces, y muchísimas mujeres, nos hemos encontrado frente a una encrucijada como la tuya. Y leyendo esto, me viene fuertemente un déjà vu de este dilema, ya que, después de todo, en esta vida hay tantos caminos, tantos desvíos y por más de que parece que tenemos en frente rumbos paralelos, siempre hay más de un anzuelo en el mismo río.
Hace un poco más de un año, específicamente durante un clásico domingo de ansiedad garantizada y catarsis en Anglesea Arms (Pub/ Centro terapéutico por excelencia) mi amiga Camila, quien estaba teniendo una carrera astronómica en una conocida empresa transnacional, nos contaba, de lo más decaída, como lo que realmente le quitaba el sueño, era su otro- notablemente menos exitoso- currículum: el amoroso. Y es que, a pesar de los cuatro años viviendo en Londres y los incontables dates y galanes que había tenido, como tu misma me cuentas, ninguno se tradujo en una relación estable o duradera. Es más, los prospectos no le duraban más de dos semanas. Por ello, frente a esta situación y a pesar de todos sus éxitos profesionales, una puede entender fácilmente por qué Camila se sintiera mal consigo misma, sobretodo si tomamos en consideración que, después de cada Navidad, donde pasaba unas semanas en Lima, regresaba completamente bajoneada por su inquisitivo entorno que, de manera espinada e incómoda, le daba a entender que lo que ella estaba viviendo simplemente no era una vida real, era una especie de serie en Netflix de un cuarteto de amigos que buscan la vida y el amor en una gran ciudad.
Ella siempre me decía, “sé que ha llegado el momento de ponerme seria y sentar cabeza, casarme y tener hijos, pero cómo no preocuparme si estadísticamente las probabilidades jugaban en mi contra”. Y te cuento esto, porque no solo le veo una gran similitud a tu caso, sino que también porque quiero que sepas que no eres ni la única, ni la primera, ni la última mujer que se pregunta a sí misma lo mismo. Frustración es la palabra correcta, en mi opinión, para describir lo que siente una mujer soltera pasados los 35 años que quiere (o por lo menos siente que debería) tener una familia y no puede ver una manera clara de hacerlo realidad. Sin pista alguna de cómo y cuándo conocerán a la persona adecuada mientras cargan con la agotadora presión del ensordecedor tic-tac que empieza a sonar una vez que se cumplen treinta.
Del mismo modo, hace poco escribí una columna contestando un dilema parecido, el de los hijos, Esta es una situación difícil y compleja tanto para ti como para muchas. Dejemos por un lado el con quién, ya que solo el cuándo y cómo tener hijos es una preocupación que se la escucho a la mayoría de mis amigas ya sean solteras, casadas o divorciadas: el estatus no discrimina y no es garantía de llegues a ser madre algún día. Para hacer peor la cosa, ya que este dilema gira en torno a la fertilidad femenina y por ende nuestros cuerpos, hay muchísimo escrutinio de por medio, y es que a la gente le encanta opinar sobre las decisiones que como mujeres tomamos en torno a estos.
Y es verdad, a medida que vamos superando las vueltas y nos hacemos mayores, dejamos de celebrar las elecciones de vida de cada uno y empezamos a calificarlas. Una entonces no deja de preguntarse : ¿cómo separar lo que podríamos hacer de lo que deberíamos hacer? Y aún peor, si bien “el grupo social” es el que ejerce la presión, es la debilidad (en este caso representada a manera de las dudas y cuestionamientos que una difícilmente puede ignorar) la que finalmente hace que las convicciones de una colapsen sobre sí mismas.
Un vecino, un rostro, un ex novio, un profesor, una amiga pueden anular todo lo que alguna vez creímos cierto. Extraño, pero cuando se trata de la vida y el amor, ¿por qué creemos nuestras peores críticas? El tener o no hijos es una decisión personal que solo te compete a ti, aunque debo advertirte que sea cual sea la decisión que tomes, siempre habrá un cuestionamiento implícito, y es que las decisiones que tomamos las mujeres forman parte del escrutinio público, cosa que no debería ser, ¡prepárate!
Por ello, en lugar de lamentarte por lo que no se da en tu vida, situate plenamente en tu presente, y estate agradecida por todas las cosas que tienes al frente. ¿Viajes? ¿Aventuras? ¿Tener tiempo libre para dedicarlo a un nuevo hobby? ¿Gastar en unos zapatos excesivamente caros lo que no estás gastando en una nanny? Por decir algunas cosas. El jardín más verde no necesariamente es el del vecino, sino de quien mejor lo riegue. Por ello, no te compares con tus amigas, ni menos tengas celos de ellas, ya que probablemente parte de ellas puedan tener celos de ti. Por el contrario, piensa en ellas con muchísimo amor, que este volverá a ti de una forma u otra.
Finalmente, nos vemos frente a tantas opciones y tantos errores, que mientras conducimos por este camino llamado vida, de vez en cuando una chica se encuentra un poco perdida. Cuando eso sucede, supongo que una tiene que soltar el cinturón de seguridad y seguir adelante, y es verdad, que a medida que avanzamos a toda velocidad por este camino sin fin hacia el destino llamado “¿quiénes esperamos ser?’’, es normal suspirar y preguntarse: “¿Ya llegamos?”. Solo me queda decir, tranquila, ya llegarás, pero por ahora estás aquí… y aquí también es maravilloso.
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