Mientras que su oponente en la actual contienda electoral no tiene que preocuparse por gruesa figura, corbatas brillantes o extraña cabellera, los ojos de cierta clase de prensa han estado pendientes de cada accesorio, traje y peinado que Hillary Clinton ha lucido durante sus más de 30 años en el sector público. Dedicarse a la política es desarrollar una piel capaz de ser escudo ante ataques directos y salvaje trolling. Hillary tiene un estilo personal basado en su propia comodidad, y en lucir, en todos los colores imaginables, la pieza por la que fue más criticada: los pantsuits.
Historia americana
Estados Unidos es un país conservador cuando se trata de la ropa de las mujeres. Los primeros pantalones se empezaron a usar poco antes de obtener el derecho al voto, una guerra de casi 100 años entre las primeras feministas y el gobierno. Aunque votan desde 1920 y están en el senado desde un par de décadas antes, fue recién en 1993 que se permitió a las estadounidenses ingresar en pantalones al piso de la asamblea. Las senadoras Barbara Mikulski y Nancy Kassebaum tuvieron que organizar una protesta, junto al personal administrativo para que las faldas y vestidos dejen de ser una exigencia.
*Clinton vistió los colores patrios en los tres últimos debates.
Salvaje escrutinio
Desde que fue primera dama de Arkansas en 1983, y luego Primera Dama de los Estados Unidos en 1993, Hillary Clinton ha sido juzgada por su ropa. La han tildado de extravagante, sosa, poco femenina. Ha protagonizado sus propias listas de «peores looks», y la han nombrado en listas de las peores vestidas. «Creo que está confundida sobre su género», declaró Tim Gunn, conductor de Project Runway y editor de moda, refiriéndose a su guardarropa. El «scrunchie gate» fue un pequeño escándalo de su época de senadora, durante el cual varios programas de televisión se le vinieron encima por usar colets de tela. En el 2007, como senadora por Nueva York y candidata a la presidencia, fue cuestionada porque uno de sus tops dejaba ver un ligero escote. Era solo un cuello V.
Durante casi toda su carrera, Hillary ha sido cuestionada hasta por la ropa que llevaba durante sus vacaciones. Si algo está claro es que la candidata a la presidencia no tiene un interés por la moda, ni siquiera por su lado más básico. Sin embargo, con una educación privilegiada, un récord político envidiable y, sobre todo, como mal menor en las elecciones más escandalosas que ha tenido la potencia del norte, ¿a quién le importa qué lleva puesto?
Historia de amor
Hillary hoy vive una extraordinaria relación con la moda. Y no nos referimos a que por primera vez en sus más de 100 años de historia, Vogue decidió apoyar a un candidato presidencial y se sumó a sus aliados de campaña. Cuando las críticas a su típico sastre pantalón la inundaron durante su primera campaña presidencial en el 2007, su respuesta fue simple: intensificar el pantsuit.
Su primera foto en instagram fue de tres pantsuits, con el comentario «decisiones difíciles». Los ha usado de todos los tonos, al punto de que es posible armar un catálogo de colores con fotos suyas. Sus adeptos los han copiado en disfraces, lo han aplicado a los colores de la bandera gay durante la marcha del orgullo, e incluso se organizó un flashmob para demostrar apoyo, donde todos los bailarines usaron su traje firma. Finalmente, entre su merchandising oficial hay camisetas con el slogan «pantsuits para todos los días», y en SNL, Kate Mckinnon la interpreta siempre con sus «power suits».
El fin del discurso
En el tercer y último debate, algo increíble pasó. Entre los comentarios sobre las cifras presentadas por Hillary y los exabruptos de su rival, no hubo reportajes sobre su ropa. Podrá sonar superfluo, pero no olvidemos que atacar su apariencia es pieza de todos los días para FOX News. Fue esta cadena de noticias que se quejó de Clinton aburriendo a la prensa con tenida tras tenida de pantsuits de colores. Como si Obama no usaran solo trajes grises o negros, o Trump tuviera corbatas que no sean rojas o azules. Aburridos o no, lo cierto es que se escribe cada vez menos de su ropa. Luego de décadas en las que los medios la han tratado como una celebridad más que como a una política, y donde una serie de críticos de moda y presentadores de farándula se han sentido con derecho a opinar, criticar e insultar sus elecciones en ropa, Hillary Clinton parece haber recobrado un control completo de su imagen. Los pantsuits no son desafiantes, rebeldes o especialmente chic. Pero son absolutamente suyos.